Reliquias: ¿acaso no son todas falsas?

03 febrero 2010 00:00

Es curioso que dentro de la Iglesia católica se haya extendido la idea de que hablar de reliquias es algo así como dedicarse a engañar a las mentes simples.

En realidad, hallándonos como nos hallamos en un mundo imbuido de racionalismo y basado en la idea de que ciencia es solamente la ciencia empírica, lo lógico sería que el cristiano actual pidiera que se aplicaran las ciencias modernas al estudio de estos objetos para saber a qué atenernos en cada caso. Si así se ha hecho con tantas reliquias “laicas” del pasado, ¿no habría que hacer lo mismo con las reliquias del cristianismo? ¿No sería esta la actitud coherente en el siglo XXI?

¿Y porqué no ocurre esto? Es fácil de contestar si hacemos un sencillo ejercicio de sinceridad: Porque existe el pensamiento, consciente o no, de que nos encontraríamos con un catálogo de objetos falsos y sin ningún tipo de fundamento. Ni más ni menos. ¡Menudo prejuicio!

Los católicos nos hemos hecho “más luteranos que Lutero" en este tema. Teniendo miedo a que nos digan que veneramos cosas absurdas hemos decidido que todas las reliquias son falsas (palabra de Dios, te alabamos Señor) y nos hemos colocado al frente de la manifestación en contra.

Nos conformamos con extender un “piadoso silencio” sobre este tema, y si nos preguntan nos limitaremos a sonreír azorados y a reconocer -cómo no- que en el pasado los católicos hemos cometido muchos abusos de los que estamos muy arrepentidos…

Y, de repente, llega Benedicto XVI y nos rompe esos esquemas tan cómodos en los que nos instalamos, convocando a católicos y no católicos a venerar una reliquia. Nada menos que la famosa Sábana Santa… ¿Cómo se atreve?

¿Acaso eso no va contra el “ecumenismo”?¿No nos vamos a poner en contra de nuestros hermanos evangélicos? ¡Y encima no nos ha dado excusa alguna! Ni es año santo, ni se cumple ninguna efeméride significativa. Simplemente ha dicho que ha autorizado la ostensión “…y si Dios me da salud yo mismo iré a verla”.

Lo que ocurre es que tenemos un Papa en lo personal muy tímido, pero como Papa muy valiente. No teme a la verdad, y no renuncia a conocerla por el qué dirán.

Pues en esa línea pretende estar este blog, centrado en las reliquias. No vamos a hablar a las mentes simples o timoratas, ni vamos a predicar abusos oscurantistas… Lo que queremos es luz. Sacar del olvido y de la injusta marginación a algunos objetos que no se lo merecen, y que “tienen derecho” a recibir el mismo trato, al menos, que las reliquias “laicas”.

Hace unos meses una revista de historia se planteaba el estudio de la historicidad de Jesús y lo hacía –cosa rara- de forma adecuada, matizando opiniones, valorando documentos… todo muy bien hasta que nos topamos con un recuadro que decía algo así como “no incluimos en este estudio lo referente a las supuestas reliquias de Jesús por su carácter de fe y por el grado de subjetividad que conllevan”. ¿Cómo es posible que se pueda decir tal cosa? ¡Menudo desenfoque! Imagínense que un biógrafo de Napoleón dijera algo semejante de las cartas y objetos del corso.

No es indiferente que se estudien o no, hay que buscar la verdad… y tener la valentía de aceptarla. Las supuestas reliquias de Cristo, si son tales, nos pueden proporcionar una información de primera mano que no se puede desdeñar en modo alguno. Y si no son de Él no valen nada.

Por supuesto que la investigación plantea dificultades, pero eso no es exclusivo de las reliquias cristianas. En la tumba del rey Jaime I hay dos cabezas, y nadie sabe realmente cuáles son las reliquias de Colón… ¿y qué? ¿Corremos un tupido velo y nos olvidamos de investigar? En toda investigación científica hay contradicciones, problemas de interpretación de los resultados, valoraciones diferentes… pero poco a poco se hace la luz, porque se sabe cada vez más.

Este que escribe es un sencillo profesor universitario que, hace más de treinta años, se quedó admirado de que la Síndone de Turín -la Sábana santa como la llamamos en España- fuera un objeto fascinante, pero perfectamente desconocido para la inmensa mayoría de los católicos, que no tienen más que un conocimiento epidérmico de su existencia.

Lo grave es que al día de hoy se puede decir exactamente lo mismo. Son “los otros” los que nos hacen el guión de lo que los cristianos tenemos que saber o no sobre el cristianismo. No escarmentamos. Hacía falta un Papa universitario, teólogo y valiente que nos sacara del letargo. ¿Aprovecharemos la oportunidad?