Sábado, 20 de abril de 2024

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¡Reformemos la Iglesia de una vez! San Juan Casiano, Card. Joseph Ratzinger

por La divina proporción

La Iglesia siempre debería de estar en reforma, no cabe duda. Seguro que todos podemos aportar muchas ideas, acciones y estrategias para conseguir una Iglesia mejor. Pero la reforma de la Iglesia no la solemos entender de forma correcta. ¿Qué es la Iglesia? El cuerpo místico de Cristo. Un cuerpo que formado por personas limitadas, inconstantes y llenas de incoherencias. ¿Quiénes tendríamos que reformarnos? Nosotros mismos. 

Cualquier estructura humana es reflejo de quienes la componemos. Lo que somos deja huella indeleble en cualquier obra que realizamos y la organización humana de la Iglesia siempre necesita de ajustes. Entonces ¿no es posible llegar a una Iglesia perfecta? Veamos a ver qué nos dice San Juan Casiano: 

Según nuestro juicio, sería una impureza apartarnos, ni que fuera por un momento, de la contemplación de Cristo. Cuando nuestra atención se ha desviado en algo de este divino objeto, volvamos a Él los ojos de nuestro corazón y conduzcamos la dirección de nuestra mirada interior hacia él. Todo yace en el santuario profundo del alma. Cuando el diablo ha sido expulsado de allí y los vicios ya no tienen poder  en ella, se establece  en nosotros el Reino de Dios. Pero, el “Reino de Dios”, dice el evangelista, no viene de manera ostentosa que se pueda percibir con los ojos... En verdad, el Reino de Dios está dentro de vosotros. (Lc 17,20-21) 

En nosotros no pueden habitar a la vez el conocimiento y la ignorancia de la Verdad, el amor al vicio y a la virtud. Por lo tanto, somos nosotros quienes damos el poder sobre nuestro corazón, al demonio o a Cristo. 

El apóstol, a su vez, describe así la naturaleza de este Reino: “Porque el Reino de Dios no consiste en lo que se come o en lo que se bebe; consiste en la fuerza salvadora, en la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo.” (Rm 14,17) Si, pues, el Reino de Dios está dentro de nosotros mismos, y si consiste en la justicia, la paz y la alegría, todos los que viven practicando estas virtudes están, sin duda, en el Reino de Dios... Levantemos la mirada de nuestra alma hacia el Reino que es gozo sin fin. (San Juan Casiano. Conferencia 1, SC 42) 

El Reino de Dios está dentro de nosotros y es ahí donde Dios, trabaja junto con nosotros, para ir dando pasos hacia la santidad. ¿Queremos instituciones eclesiales más perfectas? Necesitamos ser santos para hacer posible que Dios se manifieste a través de nosotros, dentro de esas instituciones. No conseguiremos nada reformando el exterior y olvidando el interior de nosotros. 

No me cabe duda que podemos hacer nuestras instituciones más eficaces y eficientes, pero ¿Cuánto tiempo tardarán en volver a ser ineficaces e ineficientes? El tiempo que tardamos en llenarlas de personas reales y que estas se sienten cómodas. 

Olvidamos que Iglesia es mucho más que una estructura humana, aunque frecuentemente nos quedemos a nivel lo humano en con el misterio del Cuerpo Místico de Cristo. Por eso la crisis eclesial es tan evidente. Es la crisis del ser humano postmoderno que vive su fe, como puede y sabe, dentro de la Iglesia. En 1985, en entonces Card. Joseph Ratzinger hablaba sobre la raíz de la crisis eclesial: 

«Mi impresión es que se está perdiendo imperceptiblemente el sentido auténticamente católico de la realidad "Iglesia", sin rechazarlo de una manera expresa.  Muchos no creen ya que se trate de una realidad querida por el mismo Señor. Para algunos teólogos, la Iglesia no es más que mera construcción humana, un instrumento creado por nosotros y que, en consecuencia, nosotros mismos podemos reorganizar libremente a tenor de las exigencias del momento.  Y así, se ha insinuado en la teología católica una concepción de Iglesia que no procede sólo del protestantismo en sentido "clásico". Algunas eclesiologías posconciliares parecen inspirarse directamente en el modelo de ciertas "iglesias libres" de Norteamérica, donde se refugiaban los creyentes para huir del modelo opresivo de "Iglesia de Estado" inventado en Europa por la Reforma.  Aquellos prófugos, no creyendo ya en la Iglesia como querida por Cristo y queriendo mantenerse alejados de la Iglesia de Estado, crearon su propia Iglesia, una organización estructurada según sus necesidades» (Card. Joseph Ratzinger. Informe sobre la Fe. Raíz de la Crisis: la idea de la Iglesia) 

Muchas personas y destacados portales de la red, están ocupados de hacernos creer que en la Iglesia vivimos un momento de cambio providencial. Ojalá fuera verdad, porque eso significaría que la santidad está ganando espacio dentro nosotros y Cristo estará cada vez más presente. 

Es interesante remarcar lo que el Card. Ratzinger nos dice: la Iglesia no es una organización estructurada según nuestras necesidades. Esta visión reduccionista proviene de un entendimiento de la Iglesia carente de sobrenaturalidad. Dentro de esta visión, Dios es un dios lejano que nos deja que nosotros seamos los constructores del Reino como algo externo, funcional, utilitarista y fuertemente pelagiano. El marketing, que es la ciencia del engaño por medio de las apariencias, nos incita a publicitarnos y ofrecernos como lo que no somos. 

La Iglesia somos nosotros, no las estructuras. Cualquier cambio organizativo es irrelevante si cada uno de nosotros no andamos el camino de la conversión y la santidad. 

Nos duele vernos tal cual somos. Ver cómo se utilizan las infidelidades de muchos de nosotros. Nos duele ver que se nos denigra y se nos asimila a ignorantes anquilosados en los siglos pasados. La tentación de aparentar que somos tan actuales y modernos como geniales, no es pequeña. Salir en las portadas de las revistas de moda es un logro de la imagen y la propaganda. Algunos lo venden como en éxito que llenará de nuevo los templos, pero me temo que no será así. 

La diferencia entre un cristiano y un no cristiano no está en las apariencias, sino en la humildad. Las comunidades no son reductos de personas perfectas sino un espacio donde el arrepentimiento hace posible el milagro de la presencia de Cristo entre nosotros. 

Crear una iglesia aparente, donde la imagen sea lo más importante, conlleva un tremendo peligro. Conlleva mentira y soberbia vestidas de éxito y popularidad. Somos simples pecadores que esperan humildemente que la Gracia nos transforme y que el Señor nos tome como herramientas para llevar su Reino a otras personas. El Reino es la santidad que se ofrece como solución a nuestros problemas. La única solución posible.

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