Viernes, 29 de marzo de 2024

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¿Realmente queremos una iglesia plural?

¿Realmente queremos una iglesia plural?

por La divina proporción

En los últimos meses vengo escuchando hablar de iglesia plural con bastante frecuencia. He buscado qué es esta iglesia que tantas personas reclaman y la verdad, no he dado con muchas referencias. Parece que cuando se habla de una iglesia plural se piensa en una hipotética comunidad donde podemos estar “todos” sin sentirnos rechazados. Junto a la iglesia plural también se habla de habla de “verdadera catolicidad”. Esta verdadera catolicidad se entiende como apertura de pensamiento, acción y fe. También se entiende como una iglesia conflictiva, abierta y ajustada al mundo. Pero ¿Es realmente posible esta iglesia plural sin dejar de ser Iglesia?

Si repasamos el Credo Niceno-constantinopolitano, veremos que existe una indicación directa a la Iglesia: “Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”. La fe que nos une desde el Concilio de Constantinopla I (381) se sustenta una Iglesia única en su fe y su presencia en el mundo. Sobre la catolicidad, el catecismo la define claramente:

La palabra "católica" significa "universal" en el sentido de "según la totalidad" o "según la integridad". La Iglesia es católica en un doble sentido: Es católica porque Cristo está presente en ella. "Allí donde está Cristo Jesús, está la Iglesia Católica" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Smyrnaeos 8, 2). En ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza (cf Ef 1, 22-23), lo que implica que ella recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación" (AG 6) que Él ha querido: confesión de fe recta y completa, vida sacramental íntegra y ministerio ordenado en la sucesión apostólica. La Iglesia, en este sentido fundamental, era católica el día de Pentecostés (cf AG 4) y lo será siempre hasta el día de la Parusía. (Catecismo de la Iglesia Católica. 830)

La Iglesia se comprende a sí misma como un “sacramento”, un “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”, ya que ha sido fundada por Cristo.  Entonces ¿Dónde queda esa diversidad que parece implícita en el concepto de pluralidad? San Pablo nos habla sobre la diversidad en la Epístola a los Corintios:

En cuanto a los dones espirituales, hermanos, quiero que entiendan bien este asunto. Ustedes saben que cuando eran paganos se dejaban arrastrar hacia los ídolos mudos. Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.  A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina. (1Co 12, 111)

¿Puede existir una iglesia plural? Es evidente que no, porque la pluralidad nos haría hablar de iglesias diversas que aceptan estar dentro de una indefinida e indefinible denominación de catolicidad. Esta aparente catolicidad no es tal, ya que nos llevaría a que cada comunidad, parroquia, grupo fuese autónomo e indiferente a los demás. Hay que tener cuidado al hablar de diversidad de dones. No hablamos de diversidad de espíritus ni de lenguas o entendimientos que sean incomprensibles para unos y otros. Hablamos de un solo Cuerpo que se beneficia del la diversidad de dones que Dios ha dado a cada uno de nosotros.

Perdonen si me repito, pero crear grupitos monocarismáticos no refleja la verdadera universalidad de la Iglesia, sino la enfermedad que nos aqueja en estos tiempos de postmodernidad. Pensar que cada parroquia, grupo, comunidad puede tener una Liturgia adaptada a lo que “sienten” y “creen”, conlleva excluir a quienes no están en la misma “tribu” eclesial. Hay una frase latina que recoge perfectamente esta idea: “Lex orandi, lex credendi”, tal como oramos creemos. Si oramos de forma diferente, creemos de forma diferente. Si creemos de forma diferente, no somos realmente católicos y no somos parte de una misma Iglesia.

Por otra parte, la Iglesia es Apostólica porque aceptamos la Tradición Apostólica como cimiento y simiente de la revelación divina. Es frecuente que quienes reivindican esa hipotética iglesia plural, desprecien la Tradición como algo inservible para los tiempos que vivimos. Una iglesia no apostólica nunca será la Iglesia de Cristo.

Por todo lo expuesto, permítanme desconfiar de la expresión “iglesia plural”. Cuando la leo o escucho, siento que la exclusión y el desprecio están justo detrás de una fachada de aparente apertura y cercanía. Más de una vez he sufrido las consecuencias de la aparente pluralidad que se pregona y que después te impone violentamente el pensamiento único del relativismo contemporáneo.
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