Jueves, 28 de marzo de 2024

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¿Quién salará la sal?

por Juan del Carmelo

         Claramente, la invocación que el Señor hace a la sal, es una metáfora. Cronológicamente hacia julio del año 28, en la falda del Monte de las Bienaventuranzas que contempla la belleza del lago de Genezareth, el Señor nos dijo: “Buena es la sal; más si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará? No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran afuera. El que tenga oídos para oír, que oiga”. (Lc 14,34-35), los otros tres evangelios, el de San Mateo el de San Marcos y el de San Juan, recogen con distintas redacciones estas palabras del Señor, lo que nos lleva a pensar el valor que ellas tenían para los cuatro evangelistas. Esta metáfora del Señor, corresponde por su cronología y emplazamiento en los textos evangélicos, a la parte gloriosa y luminosa de la vida pública de Nuestro Señor en Galilea, después vendrá la segunda parte de su predicación, en Judá, y concretamente en Jerusalén, donde se consumirá nuestra Redención, con la Pasión, Muerte por crucifixión y Ascensión a los cielos de Nuestro Señor. En el evangelio de San Mateo se sitúa inmediatamente después del Sermón de la Montaña, aunque hay quien sitúa este episodio encuadrado en el mismo Sermón de la Montaña.

 

         Como sabemos, el Señor gustaba mucho de construir metáforas empleando elementos vulgares y situaciones bien conocidas por sus oyentes. La sal era un elemento muy valioso en la antigüedad, tanto es así que incluso se usaba como moneda para las transacciones económicas y liquidaciones de deudas, de aquí proviene el término “salario”, cuando los jornales de los soldados en Roma eran liquidados con sal. Hoy día, en algunas partes del mundo la sal es muy valiosa. Se valora por sus propiedades de condimentar y preservar los alimentos, y lo esencial que es al cuerpo humano, en pequeñas proporciones, pues el abuso de ella nos genera aumento de nuestra tensión arterial. Para mejor comprender las palabras del Señor, hemos de ver cuáles son las cualidades de la sal.

 

         1º.- La sal preserva. La conservación de los alimentos durante los días de Jesús y también hoy en día, consistía y consiste en untar con sal los alimentos. Lo que los discípulos entendieron, es que lo que es la sal, para los alimentos, es lo que todo cristiano debe de ser para las demás personas. Tenemos que “preservar de la corrupción” a los hermanos y por supuesto a nosotros mismos. Debemos ser, los que salvan y preservan el mundo (1Pdr 2,1112). El mundo está perdido en pecado y nosotros somos los que tenemos que llevar el mensaje salvador del evangelio (2Tm4:1-2). Esta es la voluntad del Señor, para con nosotros y en nuestra posible medida de actuación, hemos de ejecutarla.

 

        2º.- La Sal irrita. Si aplicamos la sal a un corte que tengamos, veremos que esta nos irrita, pero no fue la sal la que hizo el corte, sino que ella trata de curarnos. De la misma forma la palabra del Señor nos irrita y si nos irrita ello quiere decir, que Él está trabajando por nuestro bien (Hbr 4,12). Si irritamos a los demás, hablando del Señor, es seguro que estamos salando sus heridas. La forma en que vivimos los cristianos y lo que enseñamos, a veces va irritar a muchos. Ese es el resultado de ser la sal de la tierra. (Mt 5,1112). Hemos de hablar con claridad sin enfatizar el azúcar Para mucha gente el cristianismo consiste solamente de "azúcar", porque  no oyen nada más que edulcoradas manifestaciones del Evangelio. Es claro que necesitamos predicar el amor de Cristo. Pero el enfatizar solamente amor todo el tiempo no era la manera de predicar de Cristo. El Señor nunca enfatizo solamente el azúcar. (Mt 23,25-33). El tipo de predicación no edulcorada, lamentablemente no es tolerada por muchos que se dicen ser, hoy en día, seguidores de Cristo. !La verdad duele, pero salva!

 

        3º.- La Sal produce sed. Los cristianos por la manera en que vivimos, el ejemplo que tenemos que dar y lo que tenemos que enseñar causamos y producimos sed espiritual en otras personas. Tenemos que crear hambre y sed de Dios con nuestra conducta, con nuestro ejemplo (Mt 5,6) Nosotros hemos de producir sed y el Señor será quien a ellos, se la calmará.

 

        4.- La Sal da sabor. Sin sal las comidas carecen de sabor, son insípidas. La sal puede perder su sabor por distintas razones. Son diferentes las causas que pueden quitarle sus propiedades a la sal; la humedad, las impurezas… etc. En tiempos antiguos, la sal podía perder su sabor fácilmente si no se almacenaba correctamente, entonces, perdía su calidad de salar. La sal insípida, en aquellos días se tiraba en las calles, pues con ella no se podía regar los huertos o el campo, ya que volvía improductiva a la tierra. La sal era especialmente esparcida sobre los sacrificios ofrendados en el Templo (Lv 2,13). Y como decimos, cuando se desvanecía la fuerza de la sal por mojarse o ensuciarse, no quedaba más remedio que arrojarla a la calle o vertedero, pues la calle se usaba de vertedero, donde eran echadas todas las basuras de las casas en Palestina.

 

         Pero no concluía con lo dicho las funciones de la sal. La sal, también tenía en los tiempos antiguos un valor de perpetuidad de las alianzas, es lo que se conocía como el “pacto de la sal”. La sal era un símbolo para preservar la duración de los pactos y alianzas (Num 18,19; 2Cron 13,5)

 

         ¿Qué es lo que el Señor, nos quiso indicar aquí? Primeramente que fuésemos todos los cristianos y en especial los católicos, apóstoles suyos, apóstoles que no se desvirtuasen, ni en sus acciones ni en sus cometidos, porque el apóstol desvirtuado, es como la sal desvirtuada, no sirve para nada y hay que echarlo fuera. Y ¿de dónde hay que echarlo afuera? Pues de su unión con Cristo, de su Reino. Y la metáfora que emplea el Señor aparte de ser totalmente expresiva, termina con una importante     advertencia: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. (Lc 14,35). De forma que nos andemos con consideraciones tontas e interesadas, estamos suficientemente advertidos.

 

        El Señor  llamo a sus discípulos para que fuesen la sal de la tierra y no solo la sal sino también la luz del mundo. Los profetas del antiguo pacto o antigua alianza con el Señor, eran la sal de la tierra de Judea y en Israel y ahora también todos los cristianos están llamados a ser sal de toda la tierra, porque el Señor: “Instituyo doce discípulos para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,14).  Y les dijo que fuesen por todo el mundo y predicasen el Evangelio. Y uno se pregunta: ¿Cómo es que unos pocos pudieron revolucionar el mundo entero? ¿Cómo es posible realizar lo que iniciaron esos doce, a juicio de modernos criterios, esos doce indocumentados? ¡Trabajando silenciosamente como trabaja la sal! Como un puñado de sal se sala toda la comida, y con la sal se desparrama la enseñanza del evangelio que con la acción del Espíritu Santo, se dispersa ampliamente, penetrando y llegando hasta los corazones de los hombres (Hech 2,37). La sal del Evangelio nos limpia el alma y la preserva de la descomposición espiritual de nuestra alma. Es un pacto eterno entre Dios y todos los verdaderos creyentes.

 

        Ahora nuestro problema, es que nuestro mundo se está descristianizando, y la sal es muy escasa, por lo que nosotros tenemos que ser,  quienes salemos la sal y no edulcoremos el evangelio con la idea de que si no lo hacemos perderemos la clientela. La fuerza del catolicismo no se mide, como algunos creen por el número de personas que van a misa, sino por la fuerza de salar que unos pocos quieren tener y tienen, al servicio del amor al Señor. Somos sal y no azúcar, y como sal es como Dios nos quiere. ¿Quieres tú lector, entregarte y ser extracto de sal por amor al Señor?  

 

        Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

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