Jueves, 25 de abril de 2024

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¿Qué queremos? Una Iglesia pobre o una pobre Iglesia

¿Qué queremos? Una Iglesia pobre o una pobre Iglesia

por La divina proporción

No toda pobreza es santa, ni todas las riquezas son pecaminosas, pero así como la lujuria deshonra las riquezas, así la santidad recomienda la pobreza. (San Juan Crisóstomo, homilía “de divite”, ex Luca) 

Desde que Judas Iscariote fuese “tesorero” de los apóstoles y criticara que la Magdalena derramara perfume a los pies de Cristo, siempre ha existido un entendimiento contradictorio sobre las riquezas y la Iglesia. Hay quien reclama pobreza a la Iglesia, pero lo que realmente desea es una Iglesia incapaz e irrelevante. 

Hace unos días ha vuelto a aparecer esta polémica a través de la Catedral de Córdoba (España). Esta Catedral está dentro de lo que fue mezquita, que a su vez, fue construida encima de los restos de la basílica visigótica de San Vicente Mártir. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad, pero hasta el momento nunca se ha inscrito en los registros de la propiedad a nombre da nadie. Si ninguna institución reclama su propiedad, la Iglesia Católica la podrá reclamar a partir del año 2016. 

Bueno, como la red es un lugar en donde todo se mezcla y opina, desde hace un tiempo existe una campaña denominada “Salvemos la Mezquita de Córdoba. Por una Mezquita-Catedral de todos” donde se solicita que “devuelvan la Mezquita de Córdoba a la ciudad". Dicha campaña ha recogido, hasta el momento, cerca de 78.000 firmas de personas de todo el mundo. 

¿Qué sentido tiene esta campaña? Por una parte solicitar al gobierno regional que reclame la propiedad y la gestión del edificio. Pero además se indica que el Obispado está haciendo “continuados intentos de apropiación jurídica, económica y simbólica”. Para terminar de dejar las cosas claras, la campaña reclama: 

1.- Que deje de emplearse institucionalmente sólo el término Catedral para referirse a todo el monumento.

2.- El reconocimiento jurídico de su titularidad pública.

3.- La gestión pública y transparente de la Mezquita-Catedral. Para las personas de otros países cuando se habla de gestión y titularidad pública se refiere a que el estado sea el que controle el monumento.

4.- La redacción de un Código de Buenas Prácticas, con el objeto de “evitar acciones que perjudiquen tanto a la imagen y significado del monumento” 

Se puede entender que se piensa que los católicos no tenemos derecho alguno sobre su uso. Se reclama que no sea Catedral ni se nombre más de esa forma. Se indica que el uso cristiano perjudica la imagen y el significado de este templo. Toda una declaración de intenciones. 

La santidad conlleva el desapego de toda riqueza, pero no de la belleza. La pobreza no conlleva la irresponsabilidad frente a los bienes que han sido depositados en manos eclesiales. Es imprescindible que la Iglesia haga gala de una austeridad ejemplar, pero sin que la indigencia ate nuestras manos. 

El tiempo dirá si seremos despojados de los bienes artísticos y los templos más emblemáticos. Si perdemos el acceso y uso de estos recursos quizás despertemos y no demos cuenta que esta perdida no es irreparable. Podemos volver a crear belleza para los nuevos espacios sagrados que consagremos. Belleza que con los años, volverá a ser codiciada por las oligarquías políticas del momento. Los humanos nos tecnificamos, pero nuestra naturaleza no cambia. 

El mensaje evangélico nos llama a no entristecernos por la pérdida de los bienes y dedicar más fuerzas hacer presente a Dios entre nosotros. Por desgracia hoy en día se nos ha olvidado que somos capaces de dar cauce al reflejo de Dios a través de la belleza. Los templos se ha vuelto funcionales y la iconografía, testimonio de la superficialidad estética tan de moda. Deberíamos volver a entender que la Belleza es reflejo de Dios y que los espacios de culto son espacios sagrados, no espacios sociales. 

Benedicto XVI nos dijo “... debemos mirar a una razón muy amplia, en la que el corazón y la razón se encuentran, belleza y verdad se tocan. Si este empeño es válido para todos, lo es aún más para el creyente, para el discípulo de Cristo, llamado por el Señor a "dar razón" a todos de la belleza y de la verdad de la propia fe. (Mensaje a las Pontificas Academias, 2008)

 

 

 

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