Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

¿Pueden los curas hablar de sexualidad?


Entiendo que se me diga: «No estoy de acuerdo con lo que defiendes», e incluso que soy un ignorante, pero desde luego considero que no se puede afirmar que por ser un cura que vive su celibato no puedo entender de estos temas.

por Pedro Trevijano

Opinión

Reiteradas veces me he encontrado, tanto por parte de algunos bloggers, como por gente con la que he conversado a lo largo de mi vida, que me expresan con indiscutible buena fe sus dudas, que los sacerdotes, especialmente aquéllos que nunca han tenido relaciones sexuales genitales con otras personas, puedan hablar con conocimiento y competencia de temas de sexualidad.
 
Perdonadme que hable de mi propio caso, pero creo que es la mejor manera de responder adecuadamente a esta pregunta. Para empezar en los cursos de Teología, tuve como profesor de Moral Sexual a uno de los que siempre he considerado considero como uno de los grandes profesores de mi vida: el padre José Fuchs S. J. En mis estudios tanto de Teología Moral en el Alfonsiano como de Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana, también encontré gente bastante competente.
 
En 1968 empecé a dar clases en mi Seminario Diocesano de Moral General, Moral Sexual y Sacramento de la Penitencia. No hay como ser profesor de una materia para que tengas que estudiarla a fondo. Recuerdo que ese primer año ya saqué apuntes de Moral Sexual. Mi primer artículo lo publiqué en «Sal Terrae» en 1972 y lo titulé «Orientación cristiana de la sexualidad juvenil». No fue hasta 1988 cuando me atreví a publicar mi Moral Sexual con el título «Madurez y Sexualidad», libro que en 1994 tuvo una segunda edición, estando hoy ambas ediciones agotadas.
 
Cuando me jubilaron, en el 2003, de profesor de Religión en el Instituto, Alex del Rosal, que conocía mi experiencia con adolescentes, me invitó a escribir un libro para ellos y sobre ellos. Este libro «Pensar a los quince» vio la luz en el 2004, ha tenido una edición española y ha sido traducido al argentino, teniendo ya en este país tres ediciones. Lo de traducido no es broma, pues muchas expresiones de los adolescentes españoles son incomprensibles para un argentino y al revés. Y finalmente, cuando vi que ya estaba con un libro distinto me lancé a publicar «Sexualidad. Una Orientación cristiana» en la editorial San Benito, la misma que para «Pensar a los quince», así como en España lancé en «La Voz de Papel» de Libros Libres mi «Orientación cristiana de la Sexualidad», también la misma editorial que para el otro libro.
 
¿Cuáles han sido mis fuentes de información? Por supuesto el estudio. He leído bastantes cientos de libros sobre el tema, aparte de artículos. Los libros, documentos y artículos que cito, me los he leído. Cuarenta años dan amplio margen para ello. Luego el trato con la gente individualmente o en grupo. Empecé a dar cursos de educación sexual ya en los últimos tiempos del franquismo. En clase, recuerdo que reservaba casi todo lo de este tema para el mes de Mayo, pues para ellos eran las clases más interesantes y no había que esforzarse mucho en ese mes de calor y en el que los exámenes empezaban a apretar, para mantener su atención. He tenido cantidad de experiencias con multitud de gente, pero para mí una de las más inolvidables fue una noche en Praga en uno de los viajes con adolescentes por Europa, que empezamos un grupito y terminamos más de sesenta a las seis de la mañana. Recuerdo una frase de una chica: «Nunca creí que podríamos hablar en serio tantos chicos y chicas sobre estas cuestiones». Le respondí: «Os interesa a todos, y a todos os gustaría estar bien preparados para los problemas que vais a tener que vivir».
 
En pocas palabras, si después de dedicar cuarenta años al estudio de un tema y hablar sobre él con miles de personas, no sé nada, tendría que concluir que he equivocado totalmente mi vida, aparte que no pienso que un oncólogo necesite tener cáncer para saber de esa enfermedad. Soy por supuesto un ser sexuado con un comportamiento sexual sujeto a normas de moralidad, precisamente porque soy un ser libre y mis instintos no me determinan plenamente y por ello puedo no ejercer una actividad genital. De todos modos mis libros ahí están y la gente los puede juzgar. Entiendo que se me diga: «No estoy de acuerdo con lo que defiendes», e incluso que soy un ignorante, pero desde luego considero que no se puede afirmar que por ser un cura que vive su celibato no puedo entender de estos temas. No creo que la ordenación sacerdotal, aparte de conferir las gracias propias de ese sacramento, confiera también la incapacidad para poder entender sobre temas o problemas sexuales. De hecho un sacerdote que sea fiel a la enseñanza de la Iglesia sabe que la sexualidad es creación de Dios, por tanto una fuerza en sí positiva, aunque se puede hacer mal uso de ella, pero que bien encaminada al servicio del amor ayuda a la construcción y madurez de la persona, por lo que se puede hacer una gran tarea educativa cuando orientamos y ayudamos a que las personas puedan ver los aspectos positivos de la sexualidad y de su vida.            
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