Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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¡¡¡Un policía muerto, Francia en estado de shock!!!

por En cuerpo y alma

 
 
            El título lo dice todo. Vds. conocen sin duda los hechos. Ayer un terrorista armado de un kalasnikov, abrió fuego contra unos policías, matando a uno de ellos e hiriendo a dos. El terrorista, naturalmente, ha sido abatido ipso facto. París ha quedado paralizada, Francia en estado de shock, cordones de seguridad por todas partes, la gente vuelve a su casa sin terminar su trabajo, los comercios cierran, el metro cierra, vuelven los soldados a la calle… ¡Un policía, han matado a un policía!
 
            ¿Saben Vds. de lo que yo me he acordado? A lo mejor le ha pasado también a alguno de Vds. Sí señor, me he acordado “de aquellos años”, de los años de plomo del terrorismo en este país de nuestros dolores que es España. Un policía o dos, en el devenir cotidiano de los años de nuestra larga Transición, -tan larga que ni siquiera sé si ya ha terminado-, era “pecata minuta”, un refrigerio con el que nos podíamos desayunar un día sí y otro no… ¡o también!
 
            Hubo años, muchos por desgracia, en que los asesinatos terroristas superaron el centenar… Tanto que hubo atentados, y muchos, que ni siquiera merecieron el tratamiento de portada de nuestra prensa nacional, que aparecían en letra chica en las últimas páginas de algunos diarios españoles… y en otros ¡ni siquiera! ¿Increíble, verdad? Eso ocurrió en España.
 
            Lo que no dejaba de aparecer en todas las portadas de los diarios españoles era, en cambio, cuando un terrorista era “abatido”, como ahora se dice en los medios con un verbo cuyo rescate del diccionario celebro, pero que nunca llegamos a conjugar en España. Los terroristas, en muchos diarios españoles, para muchos españoles, para demasiados diría yo, habían sido sencillamente “asesinados”: ante semejante eventualidad, un porcentaje de españoles, un porcentaje harto muy alto de españoles, sólo se preguntaba por los derechos humanos (de los terroristas naturalmente), por la legalidad de lo hecho, por los límites de la acción policial… Digámoslo como fue: en España la ETA, el GRAPO, el FRAP, tantos y tantos grupos terroristas, gozaron, por desgracia, de la condescendencia, cuando no de la benevolencia, cuando no de la comprensión, cuando no de la simpatía, cuando no hasta de una complicidad vergonzante y bastarda, de un número harto alto de españoles, tan alto que ahora nos avergonzaría, y nos avergüenza, reconocer… Y no sólo en el País Vasco, señores, no sólo… las cosas como son, en toda España… todos conocemos alguno… ¿o no?
 
            Una amiga mía me contó que ella estaba en Joaquín García Morato, la oficina en la que se hacían los DNIs, cuando un malhadado día, unos terroristas mataron a un policía o dos ¿qué mas da? Se hicieron las diligencias oportunas, se retiraron los desagradables cadáveres… ¡¡¡y se continuaron haciendo DNIs!!! ¿Verdad, mentira? Cuesta creer que ello fuera así, mi amiga lo asegura.
 
            Conozco el caso de un policía, no soy el único: tuvo a un terrorista a tiro pudo herirlo, quién sabe si matarlo. Simplemente detenerlo, imposible. Eran los años de plomo. Por su cabeza se pasaron en un instante, como dicen que ocurre en el momento supremo de la muerte, miles de pensamientos: visionó todas las consecuencias de tirar sobre el asesino como habría sido su deber… Se vio en las portadas de toda la prensa nacional y no con el rostro pixelado precisamente. Vio a toda la oposición de izquierdas abandonando el Parlamento, exactamente igual que había ocurrido ya con aquel terrorista llamado Arregui en los días previos al golpe de estado de Tejero, y pidiendo la dimisión del Gobierno y la cabeza de él mismo en la picota: se vio en todos los titulares cuestionando su profesionalidad, con términos entre los que “fascista” sería un piropo, tratado como un asesino, como un apestado... Vio las diligencias que le abriría el mismo cuerpo al que pertenecía, se vio ante la opinión pública explicando su antidemocrática conducta y ante el juez las implicaciones penales de la misma: se vio expulsado de la policía, encarcelado, abandonado de todos, su vida arruinada, quien sabe si también su familia, tratado peor, mucho peor, que aquéllos a los que supuestamente tenía que combatir.
 
            ¿Se imaginan el colofón de la historia? Lo dejó escapar: prefirió dejar escapar al terrorista. ¿Tendrá nombre ese terrorista de la ETA? ¿Sabrá él a que le debe el seguir hoy día con vida o por lo menos, sin la siempre desagradable impronta de un balazo en el cuerpo y sus secuelas? ¿A cuántos inocentes habrá asesinado, o contribuido a asesinar, ese etarra después?

            Y ahora me pregunto, ¿cómo habría aceptado la opinión pública francesa, la misma que canta la Marsellesa cuando sufre un atentado mientras en España cada atentado sólo servía para enterrar más y más hondo la bandera, que un policía no hubiera disparado contra el que tiró contra su compañero?
 
            Esto, señores, esto también es la historia de nuestra Transición… esa historia sobre la que hoy echamos tierra encima, como si nunca hubiera ocurrido… tanto que muchos preferirán llamarme mentiroso, o loco, y en todo caso “fascista” por todo lo que he contado. Es lo más fácil. Pero ocurrió, señores, para nuestra vergüenza y oprobio, todo lo que he contado ocurrió… en un país llamado España (aunque para algunos españoles, ni nombre tenga).
 
            En fin señores, esto es lo que hay, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Por aquí seguimos viéndonos.
 
 
            ©L.A.
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