Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

La historia de Jaime y Mamen, un Cursillo y sus ganas de evangelizar

Ateo, llevaba a su novia a la puerta de la parroquia, sin entrar; «Jesús es adictivo», dice hoy

Ateo, llevaba a su novia a la puerta de la parroquia, sin entrar; «Jesús es adictivo», dice hoy
Jaime Ricart y su esposa Mamen, de Madrid, cuentan su historia de amor y de fe

Pablo J. Ginés/ReL

Jaime Renart y su esposa Mamen son hoy unos activos feligreses en la parroquia de San Leopoldo, donde acompañan desde hace un tiempo un nuevo grupo de oración y colaboran en varios servicios. Pero no siempre fue así. Jaime se crió en una familia sin fe y fue ateo hasta que asistió a un Cursillo de Cristiandad. Esta es su historia.

Familia sin fe, ateo sin interés

"Nadie en mi familia tenía fe, me bautizaron como por obligacion social y celebré la Primera Comunión por los regalos", explica Jaime Renart.

Al crecer, detalla, "yo era ateo. No me interesaba nada la religión. Estaba completamente desinteresado en la cuestión religiosa. De la Iglesia no pensaba ni bien ni mal: la Iglesia, simplemente, era algo que no iba conmigo".

En 2002 conoció a Mamen cuando estudiaba en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. "Ella me pescó. Me invitó al cine, con amigos suyos, a ver la versión nueva de La Máquina del Tiempo y en las escenas de miedo -que no daban miedo- me tomaba de la mano. Yo tardé tres o cuatro meses en darme cuenta de que ella me gustaba", recuerda con humor.

Una novia que sí creía

Mamen se educó en una familia donde sólo su abuela y su tía iban a misa habitualmente, pero ella desde siempre sintió atracción por la Iglesia y la oración. "A los 15 iba yo sola a misa. Era un impulso para mí: necesitaba estar sola rezando. Creo que el Señor me cuidaba", explica ella.

Ya como universitaria, colaboraba en la parroquia, en catequesis, y su nuevo novio ateo la acompañaba a misa o a las reuniones de catequesis y se quedaba esperando en la puerta. "Me gusta leer y yo me podía quedar leyendo tres horas a la entrada sin problema", recuerda él.

Jaime no tenía fe, pero le gustaba que la gente cumpliera sus compromisos. No intentaba que Mamen dejara sus responsabilidades en la parroquia y en la fe. Al contrario, la animaba a cumplir.

Al monasterio de clausura, a reflexionar

Con todo, Mamen veía las dificultades que podía tener un matrimonio con un marido sin fe. Era un buen chico pero, ¿era lo que Dios quería? Mamen, de hecho, cortó dos veces con él.

"Yo le pedía a Dios un novio católico. Pero Dios insistía en ponerme a Jaime delante. Incluso me fui, con 24 años, a un monasterio de clausura, a reflexionar. Allí yo rezaba y rezaba, y aunque llevaba ya meses separada de él, todo me hacía pensar en Jaime. 'Mira, esto le gustaría a Jaime. Oye, ¿y qué pensaría Jaime de esto?' Es que con él podía hablar de todo, todo se lo podía contar. ¡Ya antes de ser novios había sido mi mejor amigo! Y tomé un tren allí, de esos de estaciones de pueblos perdidos de Huesca. Y casi sin batería en el móvil le llamé, para decirle que volvía. Y pensé: "Señor, tendrá que ser este, vamos a casarnos".

El Cursillo de Cristiandad

Estaban preparando la la boda cuando un amigo les dijo: "Os casáis en septiembre, quizá os iría bien participar en un Cursillo de Cristiandad en enero".

Jaime reflexionó sobre lo del Cursillo. "Vi que Mamen estaba nerviosilla pensando en la boda, con una ceremonia que iba a ser medio católica, medio atea, y pensé que ir al Cursillo le iría bien a ella."

En el Cursillo, al principio, "yo escuchaba con respeto pero más cerrrado que una seta. En realidad no prestaba mucha atención, yo iba 'a mi bola', centrado en mis propios pensamientos. Pensaban que yo iba de autista, porque no participaba, no hablaba. Yo pensaba 'esto es para ellos'. En un cursillo hay unas charlas, que llaman 'el rollo', y luego dejan hablar a los asistentes, y yo no decía nada".

Mamen observó que Jaime estaba muy pasivo y lo regañó. "Me dijo: "¡lo tienes delante y no lo ves, es muy evidente!" Eso molestó a Jaime: "si hubiera tenido carné de conducir me habría ido".

Jaime pensaba que si se hiciera católico tendría que ser por convicción real, "no por cumplir un parche para satisfacer a nadie, tenía que ser con sinceridad".

El momento del cambio

En uno de los muchos momentos de oración ante el Sagrario, una chica -luego supo que era del equipo organizador- se le acercó y le dijo: "Jaime, oro y plata no tengo, pero lo que tengo, te lo doy: ¡cree!"

Jaime no sabía que esto era una frase bíblica, de los Apóstoles en el libro de Hechos, pero dos cosas vinieron a su mente:

- él tenía un anillo de oro de su compromiso matrimonial
- y tenía un colgante oculto de plata, un regalo muy querido y significativo que le hizo Mamen

Tenía dos símbolos de amor y vida futura, en oro y plata... "El anillo se ve pero el colgante de plata, no", pensó. Y una idea le impactó: "Esto viene de Dios".

A partir de ahí, el cambio fue radical. Empezó confesándose en ese mismo Cursillo: "fue una confesión no muy densa, una bienvenida grata, un sentir que estaba en casa", recuerda.

Cambio de vida completo

Ese año de 2007 fue el año del cambio. Nada más volver a casa reformularon la ceremonia de boda, que ahora sería cien por cien católica. "Era un cambio radical", se asombraba Mamen. "Dios superó mis expectativas, me dio lo que yo quería y más".

Empezaron a ir a misa cada domingo y a Jaime le divirtió que en Semana Santa el cura lo empapó en agua bendita, símbolo de vida nueva y alegría. "Todo en la vida cristiana me parecía normal y razonable", dice.

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Entrada de la parroquia de San Leopoldo, en Madrid

Ya casados, en la parroquia participaban en muchas actividades, en algunas recibían formación; en otras, la impartían. Estaban abiertos a la vida, pero los hijos no llegaban. Conocieron al padre Jesús Silva (aquí su blog en ReL) que rezó con ellos y los acompañó. "Entendimos que incluso sin hijos nuestro matrimonio podía ser fértil en nuestra entrega mutua y dando fruto en la Iglesia. Después hemos hecho acogida familiar. Cuando orábamos, Dios nos guiaba con la palabra "acogida" en la Biblia".

Evangelizar y caminar en el Espíritu

A Jaime le caía muy bien Jesús Silva, con "su buen humor, su amor al Señor y el poder con que Dios lo usa para hacer cosas".

"Con él y un par de chicos hacíamos oración de alabanza, con música y cantos. Después empezamos a organizar Cenas Alpha de evangelización en la parroquia. De hecho, en la parroquia se hacían 'cosas carismáticas' sin que conociéramos la etiqueta 'carismática'." Mamen recuerda, por ejemplo, que un día ella sufría un fuerte dolor de cabeza y rezó con fe: "Espíritu Santo, ven, quítame por favor este dolor de cabeza", "y sopló como una brisa superfuerte y se me fue el dolor de cabeza". Lo cuenta como ejemplo de la oración confiada con la que vivían.

Acompañando a Jesús Silva participaron en las evangelizaciones callejeras del grupo Anuncio en Bilbao. También hicieron evangelizaciones de calle por el barrio. Empezaron a acudir a los grandes encuentros anuales de la Renovación Carismática, "para recargar las pilas", sin saber que existían grupos de oración carismática en parroquias. No fue hasta noviembre de 2018 que nació el grupo carismático de la parroquia de San Leopoldo, que se reúne cada viernes a las 19.30h, abierto a todo el mundo. "A veces viene gente de lugares lejanos y se mantiene muy fiel, incluso todos los viernes de verano", dicen.

Jaime ya lleva unos años de cristiano y tiene un mensaje para las personas que nunca se han acercado a la fe. "Creo que Jesús dijo: "prueba y verás". Si no lo conoces, no puedes hablar de ello. Yo animo a la gente a probar, aunque aviso: ¡el Señor es adictivo!", se ríe.

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