Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El exjugador italiano de baloncesto habla de la influencia de San Francisco

Galanda, subcampeón olímpico, evangeliza con los franciscanos en las plazas: «La Iglesia es mi casa»

Galanda, subcampeón olímpico, evangeliza con los franciscanos en las plazas: «La Iglesia es mi casa»
Giacomo Galanda ha sido capitán de la selección italiana y subcampeón olímpico

J. Lozano / ReL

Giacomo Galanda ha sido uno de los mejores jugadores italianos de baloncesto de lo que va de siglo XX. Este pívot de 2,10 metros de altura ha sido campeón de Europa y medalla de plata en los JJOO con su selección, siendo además capitán del equipo. En su carrera ha jugado en los mejores equipos italianos con los que ha conquistado varios títulos nacionales.

Para Galanda, que se ha enfrentado en varias ocasiones a Pau Gasol y otros grandes jugadores en la pintura, la fe ha sido un elemento importante tanto en su carrera deportiva como una vez que se retiró.. Ahora está en la Federación Italiana de Baloncesto donde está centrado en los proyectos escolares y en los niños.

Una ayuda a los franciscanos en las plazas

Este exjugador colabora también a título personal con los franciscanos en su importante labor con los niños y jóvenes acudiendo de noche a las plazas junto a los frailes para hablar sobre el esfuerzo, la responsabilidad, el compañerismo y la gratitud, elementos que él ha experimentado en su vida profesional y que serán también muy útiles para los jóvenes. Además lo hace en las plazas en las que los traficantes de drogas quieren contaminar a estos jóvenes. De ahí su importancia.

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En una entrevista con Credere, Galanda habla de por qué su implicación en este ministerio juvenil con los franciscanos y su iniciativa “Tu sei belleza” (Tú eres bello). “Siempre los he estimado: mi padre es muy devoto de San Francisco y el santo de Asís ha terminado siendo parte de mi vida. Cuando iba a la escuela, a menudo pasaba frente  la iglesia de Udine dedicada a él y luego algunos de mis amigos de Florencia me dieron el Tau. Últimamente lo llevo siempre conmigo: es un signo que me gusta porque es una cruz de madera con un cordón de cuero. Me recuerda a la sencillez y a la humildad”.

La superficialidad y el ocultamiento de la belleza

El exdeportista profesional recuerda además que esta “belleza” no es necesario buscarla, ya “está presente en la naturaleza, en cosas simples: depende de nosotros ir y descubrirlo investigando en profundidad”.

Sin embargo, al igual que los franciscanos es muy consciente de cómo la sociedad actual no logra percibir la belleza y se deja llevar por el feísmo y lo banal. En su opinión, “la condenación de nuestro tiempo es la superficialidad: todo se ha vuelto rápido, la información se sucede una tras otra impidiéndonos apreciar los momentos únicos de la vida. Hay un aplanamiento general y esto es un daño también en el deporte: si eres superficial no puedes entrenar de la manera correcta, porque la atención al detalle es fundamental”.

La Iglesia siempre ha sido mi hogar

Giacomo Galanda confiesa que en estos momentos está muy cerca de la fe y que la religión le ha ayudado a tomar decisiones concretas. “Durante mi carrera deportiva también pasé por algunos momentos difíciles: mentiría si dijera que los superé confiándome a la religión porque no fue así, pero luego la fe me protegió. Para mí, la Iglesia, después de todo, siempre ha sido mi Hogar”, explica.

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El deportista asegura que incluso en sus peores momentos tenía claro que era importante tener un lugar de referencia, y este no era otro que la Iglesia. 

Por otro lado, Galanda defiende la llamada “Iglesia en salida”, recalcando que “nuestra vida como cristianos no termina en casa, así como las buenas obras no se hacen sólo en presencia de otros”.

La familia, lugar donde recibió la fe

El exjugador italiano revela en la entrevista que este hogar al que considera la Iglesia lo recibió y aprendió precisamente en su familia, y en el que sus abuelos tuvieron un papel determinante.

“Todavía los recuerdo con mucha ternura: mi abuela, aunque no lo había tenido nada fácil, sabía cómo encontrar la belleza incluso en un vaso roto, mientras que mi abuelo era un hombre de pocas palabras, un gran trabajador, que se sacrificó por sus empleados. Era extremadamente honesto: las cuentas siempre tenían que cuadrarse, sin subterfugios. Además, aunque vivió la Guerra Mundial y estuvo en el campo de concentración de Dachau, sólo nos contaba los aspectos hermosos de esos años, como las amistades que había hecho: quería protegernos. A su vez, mis padres han tenido el talento de de saber dar valor a las cosas. Cada vez que miro a mi familia, entiendo que lo que importa no son las empresas extraordinarias sino los valores que te transmiten”, confiesa.

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Transmitir los valores a los jóvenes

Por ello, él ahora intenta transmitir estos valores a los más jóvenes y lo hace aprovechando también toda la experiencia vital que le ha dado el baloncesto. Es fundamental, en su opinión, conocerse a uno mismo, saber que hay en el interior de cada uno, los límites y también las fortalezas.

Galanda considera que “la parte más compleja es simplemente llegar a este paso: ver los fallos, aceptarlos y mostrarlos a los compañeros de equipo. No es fácil porque implica un acto de confianza hacia ellos. Además, a su vez, debe saber cómo ver y aceptar los fallos de los otros compañeros. Sólo así se puede mejorar”.

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