Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

La conversión mística de Alba, que hoy se forma con el Opus Dei

«Tenía la raya de droga lista, pero mi mano se paralizó; me asusté; el mal, el demonio, estaba allí»

«Tenía la raya de droga lista, pero mi mano se paralizó; me asusté; el mal, el demonio, estaba allí»
Alba, en su Confirmación en 2019 - Dios la tocó de forma muy especial para hacerle sentir su amor y presencia

ReL

Alba es una joven de 24 años que ha querido publicar su testimonio de conversión. Desde los 13 años empezó a "tontear con las drogas", después se endureció en ese mundo, viviendo sola en Valladolid con 16 años y considerándose atea. Pero dos experiencias místicas inesperadas, una del amor de Dios y otra de la realidad del mal, la tocaron por sorpresa, profundamente, y la transformaron.

Hija de padres separados, sacramentos "por tradición"

"Cuando tenía alrededor de cinco años mis padres se separaron, así que mi hermano mayor y yo, nos quedamos a vivir con mi madre. Fui bautizada por tradición familiar, como un simple acto social más”, explica Alba. Tiene buenos recuerdos de su catequista de Primera Comunión y de estar interna en un colegio de monjas en Valladolid, pero entendía la catequesis "como una clase más de historia o incluso como un cuento, difícil de creer y estadísticamente muy poco probable, así que poco a poco fui cultivando mi propio ateísmo".

"Llegué a la adolescencia sin saber distinguir el bien del mal, y sin ninguna inquietud por aprenderlo. A los trece años empecé a salir de fiesta, a beber, y años más tarde a fumar, a tontear con las drogas, y a meterme en un mundo que yo consideraba “como normal y típico de la edad”, pero que era realmente oscuro".

Creía ser muy libre, incluso se tatuó la palabra "freedom" en el brazo, pero en realidad era muy influenciable por "amistades, redes sociales, música punki y reguetón; tenía poca personalidad, muchas ganas de llamar la atención y un gran ego”, recuerda.

Sola en la ciudad con 16 años: marihuana a diario

Alba no acabó la Educación Secundaria Obligatoria. Fingía estar enferma constantemente y tejió a su alrededor "una enorme bola de mentiras”. "Conseguí convencer a mi madre para que me dejara vivir sola en Valladolid, con mis dieciséis años, montándome una película acerca de lo complicado que sería cambiar de instituto a mitad de año, de lo mal que me iría académicamente, y montón de milongas más”.

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"Comencé a fumar marihuana a diario. Me pasaba el día durmiendo, me levantaba para fumar, salía un rato y volvía a dormir. Llegué a un punto de anulación personal tan grande, que mentía a mis propias amigas. Mi estado permanente era estar drogada, ya no había momentos de ser yo de verdad".

Una experiencia de Dios real y transformadora: "grité, lloré"

Lo que sucedió entonces fue totalmente inesperado. "A los diecisiete años cumplidos, la noche de un sábado, estando sola en casa, tuve una experiencia personal con Dios. Le vi con los ojos del alma. Es un hecho que no puedo describir con palabras humanas, pero que es más real que yo misma. En un primer momento sentí mucho miedo, grité, lloré, me metí en la cama arropada entera, y escribí una nota que decía '¡No ha sido un sueño, es real!'".

"Sentí Su presencia de una manera inmensa, clara. No tuve ninguna duda de que era Dios", insiste Alba en un vídeo del canal del Opus Dei que incluye su testimonio. 

"A la mañana siguiente, que era domingo, me acerqué a la primera iglesia que estaba cerca de mi casa, y estuve llorando mucho tiempo, pero no era un lloro amargo, sino un llanto de alegría, al sentir que Dios llevaba amándome desde siempre, aunque yo ni le había buscado, ni le había tenido presente en mi vida. A partir de este día, comprendí que Dios existe, y que está a mi lado continuamente. Supe con certeza que había recibido un don inmerecido, y que debía cuidarlo.

Preparando una raya de coca: "mi mano se paralizó"

Sentía que Dios existía y le amaba. Pero aún no veía la droga como algo malo. Tenía 17 años y hacía lo que quería, y quería diversión y seguía probando con las drogas.

"Llegó un martes del mes de mayo del 2013. Lo recuerdo perfectamente. Había quedado con una amiga en mi casa, para drogarnos. El fin de semana había estado en mi pueblo y me habían regalado un “pollo”, así que la avisé y le dije que viniera a mi casa para celebrarlo. Entonces ocurrió lo que yo llamo la otra bendición", explica.

"Es difícil de verbalizar, de entender y de contar. Tenía un billete enrollado y la raya de droga encima de la mesa de la cocina. Cuando iba a esnifarla, mi mano se paralizó y no logré moverla. Me asusté mucho y lo mismo mi amiga. En ese momento, supe con certeza que el mal estaba ahí presente, y lo identifiqué claramente como el demonio. A las dos se nos puso la carne de gallina, y nos quedamos mudas y sin poder hablar ni reaccionar durante un buen rato". "Yo lo verbalicé en ese comento con estas palabras: 'es el demonio'", ha explicado en otra versión de su testimonio, en vídeo.

Ese fue el momento en que decidió cambiar de rumbo por completo, el momento en que ella y su amiga dejaron para siempre las drogas. "En este momento preciso tomé la decisión de que tenía que cambiar de vida, de ambiente, y me volví a mi pueblo con mi madre y hermano".

Una historia difícil de creer... excepto con el Espíritu Santo

"Le conté a mi madre lo que me había ocurrido: mis mentiras sobre los estudios, mi adicción diaria a las drogas, mi encuentro con Dios esa noche, y mi decisión de cambiar de ambiente y de vida. Ella me escuchaba atentamente, pero pensaba que lo que le contaba era producto de las alucinaciones causadas bajo el efecto de las drogas. Esto me hizo sufrir mucho, y empecé a pedirle a Dios con todas mis fuerzas que mi madre me creyera, me entendiera, que no pensara que estaba loca, y así ocurrió. En una de las muchas conversaciones que tuvimos sobre mi conversión, y lo que me había sucedido, yo lloraba desconsoladamente pidiendo que entendiera, y ella reconoció por mi boca palabras que no eran mías y pudo escuchar la verdad. El Espíritu Santo intercedió por mí".

Su madre la acercó a un sacerdote que era misionero. ¿Debía alejarse de todo su mundo, ir a misiones a Nicaragua? El sacerdote dijo que no, al contrario: era necesario reforzar el lazo con la familia y retomar una vida normal y disciplinada, con estudios.

 "Al año siguiente me fui a estudiar un Grado Medio en Emergencias Sanitarias. Pasé de no tener acabada la ESO, a tener matrícula de honor en el Grado que me encuentro terminando actualmente".

Ese año conoció a su novio David, "una persona increíble con la quiero compartir mi vida. Él me ha ayudado mucho en estos siete años, a crecer como persona, y a mejorar en virtudes. Lo veo como un regalo de Dios", aunque él no es creyente. "He de reconocer que no es fácil, que es duro elegir a una persona que no entiende tu sentido de vida, pero que es una cruz que quiero y debo llevar, con la luz y fuerza que Jesucristo me dé y con su Amor poder amar".

En su retorno a la fe, durante los primeros años, Alba "sentía una presencia real de Dios grande, y estaba muy agradecida a Él por haberme concedido ese don personal”. "Iba esporádicamente a la iglesia, otras veces me acercaba a oír Misa, porque creía que era lo que Dios simplemente me pedía, me costaba mucho compartirlo".

Conocer la fe: aprender más con el Opus Dei

A los veintiún años, en Valladolid, conoció por primera vez personas abiertamente creyentes y practicantes, del Opus Dei. Hizo su primera confesión y entendió que necesitaba aprender mucho más sobre la fe. Chus, una numeraria del Opus Dei, la preparó con clases de doctrina para recibir la Confirmación. Recuerdo perfectamente que le dije: “Quiero recibir formación cristiana, para tener claro que, lo que tengo por sentimiento, lo tenga por convencimiento”. Necesitaba poder entender, razonando este fuerte sentimiento de amor a Dios.

 

Hoy declara que se siente "más feliz y libre que antes". Intenta no ser tan perfeccionista y ser más paciente con la gente de su entorno, que quiere, pero no conocen mucho a Dios. En mayo de 2019 recibió la Confirmación, en "un día especial y maravilloso, donde palpé la gracia del Espíritu Santo actuando en mi alma", junto con su familia y sus amigas catequistas. "Creo que la lección más importante que he aprendido a mis veinticuatro años es que la vida es un continuo despertar, un continuo aprender sobre las cosas de Dios, una continua búsqueda de sentido que se culminará en el Cielo”, escribe.

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