Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El día del Papa en Iqaluit, casi en el Ártico, con los inuit y víctimas de los internados

«No estás hecho para ir tirando, sino para volar alto, a los deseos más verdaderos»: a los jóvenes

Francisco en Iqaluit con cantores y danzantes - foto de David Venn en Nunatsiaq News
Francisco en Iqaluit con cantores y danzantes - foto de David Venn en Nunatsiaq News

P.J.G.

El Papa Francisco pasó el viernes, su último día en Canadá, en la pequeña ciudad de Iqaluit, casi en el Círculo Ártico, que es capital de la región autónoma de Nunavut, de etnia inuit (esquimales). Fue un día nublado y con momentos de lluvia ligera.

Su estancia allí duró 3 horas. Primero mantuvo un encuentro aparte con personas de Nunavut que habían sido dañadas en el sistema de internados canadiense, llegadas de distintos puntos, a veces muy lejanos. Tenía que ser un encuentro de 45 minutos, pero se extendió al doble de tiempo.

Después pronunció un discurso dirigido a jóvenes y ancianos ante unas mil personas, en un escenario junto a la escuela primaria Nakusuk, con la gente en el aparcamiento y el campo de baloncesto.

En su discurso proclamó ideas que sirven para los jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo: "Para ir hacia la luz, hay que luchar cada día con la oscuridad. Sí, hay una lucha cotidiana entre la luz y las tinieblas, que no sucede afuera, en un lugar cualquiera, sino dentro de cada uno de nosotros. El camino de la luz requiere valientes decisiones del corazón contra la oscuridad de las falsedades", dijo.

Así, animó a "aprender a distinguir la luz de las tinieblas. ¿Por dónde se empieza? Puedes empezar preguntándote: ¿qué es lo que me parece luminoso y seductor, pero después me deja dentro un gran vacío? ¡Estas son las tinieblas! En cambio, ¿qué es lo que me hace bien y me deja paz en el corazón, aunque antes me haya pedido que saliera de ciertas comodidades y que dominara ciertos instintos? ¡Esta es la luz!"

“Es necesario permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en movimiento. No pueden pasar las jornadas aislados, rehenes de un teléfono”, añadió.

Al Papa le acompañaban los periodistas vaticanistas que le han seguido todo el viaje, pero pocos periodistas canadienses llegaron a este remoto paraje. Una buena forma de seguir su paso por Iqaluit (que tiene menos de 8.000 habitantes) es leerlo en su diario local, Nunatsiaq News.

Canto tradicional en Iqaluit para el Papa Francisco - foto de David Venn

Canto tradicional en Iqaluit para el Papa Francisco - foto de David Venn para Nunatsiaq News.

Actos de recepción

Recibieron al Papa autoridades del Gobierno federal, como el ministro de Asuntos del Norte, Daniel Vandal.

El Pontífice fue agasajado con cantos y danzas inuit, aunque los artistas no eran de la ciudad anfitriona. Los cantantes con tambores del grupo Huqqullaaqatigiit llegaron de Cambridge Bay; como las cantantes de "canto de garganta" Mary Anautalik y Lois Suluk Locke. Otras cantantes de este estilo, Akinisie Sivuarapik y Emily Sallualuk llegaron de Puvirnituq. La cantante Deantha Edmunds Ramsay, de Nunatsiavut.

El Papa se sentó en el escenario junto a la escuela y actuó un danzante con tambor que sufrió en el sistema de internados, Piita Irniq, quien acabó regalando su tambor al Pontífice. Piita Irniq lleva años en una campaña pidiendo que se juzgue por abusos a Johannes Rivoire, un sacerdote de la orden misionera de los oblatos que está en Francia. El Gobierno canadiense dijo esta semana que ha pedido a Francia la extradición de Rivoire.

Entre el público, muchas personas llevaban las camisas naranjas que denuncian el sistema de internados y sus daños. Una pancarta pedía "Rescindir la Doctrina del Descubrimiento", un tema que han repetido varios manifestantes durante el viaje, refiriéndose a las bulas papales de finales del s.XV que daban a portugueses y españoles permiso para establecerse en zonas de población pagana. Entre la gente del público, hablando con los asistentes, estaba el obispo católico de la zona (4 veces más grande que España), el misionero polaco Anthony Krótki.

El discurso del Papa -en español- enseguida entró en la petición de perdón, como en casi cada uno de los actos que ha presidido en Canadá. "Quiero decirles cuán apenado estoy, y pedirles perdón por el mal perpetrado por no pocos católicos en estas escuelas que contribuyeron a las políticas de asimilación cultural".

El discurso del Papa, con consejos para jóvenes y mayores y alabanzas a la belleza del país se alargó una hora, y según el diario local, quince minutos antes de que acabara la mitad del público (es decir, unas 500 personas de los mil asistentes) se había ido, incluyendo algunas autoridades regionales.

El acto finalizó con el rezo del Padrenuestro y el Papa y los ancianos se tomaron de la mano y cantaron una canción juntos. El Pontífice se fue entre aplausos y vítores.

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Los cardenales y clérigos del séquito papal en Iqaluit - foto de David Venn para Nunatsiaq News.

El encuentro con las víctimas

Antes del acto público y su discurso, Francisco se reunió en el gimnasio de la escuela con víctimas del sistema de internados, unas 100 personas llegadas de lugares distantes de la enorme región de Nunavut.

Paul Quassa, un antiguo presidente de la región, presente en el acto, dijo al Nunatsiaq News: "Creo que sus disculpas las dijo directamente desde el corazón, y pudo sentir nuestro dolor y nuestros recuerdos, y eso es lo que cuenta". También señaló que es la primera vez que un Papa visitaba Nunavut, algo que siempre se recordará.

El mismo Quassa nació en un iglú y hasta los 6 años vivió al estilo tradicional en la naturaleza, pero a esa edad las autoridades civiles se lo llevaron -con la oposición de sus padres- a un internado muy lejos, donde pasó 13 años. Luego se convertiría en un líder negociador que lograría la autonomía de Nunavut con muchos de sus derechos políticos.

Uno de los asistentes al acto era Vincent Hanniliaq, de Igloolik. Quería ver al Papa en recuerdo de su padre, muy dañado en un internado católico donde, dice, sufrió abusos de un sacerdote y después cayó en el alcoholismo, aunque lo fue dejando con ayuda.

Algunos contaron al Papa su experiencia en lengua inuktitut, como la señora Nancy Aupaluktuq, que vio a 7 de sus 8 hijos ir a internados. Su hija Martha, que la traducía, explicó que ella no sufrió abusos pero fue testigo porque veía supervisores de la escuela que metían estudiantes en sus dormitorios.

Ante estas historias, el Papa dijo en lengua inuktitut "mamianaq", que significa "perdónenme".

Una religiosa explica el contexto

VaticanNews ha entrevistado a la veterana religiosa misionera Fay Trombley, de las "monjas grises" o Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Inmaculada Concepción, fundada en Montreal. Tiene 82 años y ha trabajado con los inuit desde los 17, con inviernos que tienen los 25 grados bajo cero como temperatura media. Los inuit, dice, se han adaptado y llevan viviendo así 5.000 años.

La mayor necesidad de los habitantes del Ártico, de todo el Ártico canadiense es la vivienda. Pero también hay un gran problema por la falta de médicos y enfermeras. Los enfermos, a menudo, tienen que ser transportados en avión a la ciudad más cercana, más al sur”, advierte.

Además de las enfermedades que golpearon a los inuit cuando tenían poca resistencia contra ellas - tuberculosis, gripe, sarampión- el sistema de internados, explica, fue dañino por su dramática separación de las familias, a distancias enormes.

"Con los teléfonos que no llegaron hasta los años 50, así como tampoco el transporte aéreo, los padres que a menudo estaban buscando su comida para sobrevivir, sin hablar inglés o francés en los primeros años… Era casi imposible la comunicación entre ellos. Los niños eran vulnerables y no tenían una familia que los apoyara. No podían entender el idioma de la enseñanza. Se les enseñaba una cultura extranjera y no entendían por qué se les castigaba. Los castigos en el sistema europeo eran más severos que en la cultura inuit. Los alimentos eran escasos, los niños siempre tenían hambre, la comida era mala y a veces incluso se deterioraba. Como las escuelas estaban a cientos e incluso miles de kilómetros de sus hogares, “como ‘mucho’, los niños volvían a casa en verano, y, a veces, no lo hacían durante años”, explica la hermana Fay.

Sobre la visita del Papa, espera que logre que "todos los canadienses crezcan en la comprensión y valoración de las numerosas naciones indígenas de nuestro país".

El discurso del Papa a jóvenes y ancianos

Tras el encuentro con las víctimas, Francisco pronunció su discurso especialmente dirigido a jóvenes y ancianos. Sus palabras en español iban siendo traducidas al inglés y al inuktitut.

Empezó con la petición de perdón: "Quisiera decirles que estoy muy apenado y quiero pedir perdón por el mal que cometieron no pocos católicos que en esas escuelas contribuyeron a políticas de asimilación cultural y desvinculación. Me volvió a la mente el testimonio de un anciano, que describía la belleza del clima que reinaba en las familias indígenas antes de la llegada del sistema de las escuelas residenciales. Comparaba esa época en la que abuelos, padres e hijos estaban juntos en armonía, con la primavera, cuando los pajaritos cantan felices alrededor de la mamá. Pero de repente el canto se detuvo, las familias fueron disgregadas, se llevaron a los pequeños lejos de su ambiente; el invierno descendió sobre todo”.

Después recordó la Palabra de Dios que enseña: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da» (Ex 20,12). "Para muchas de vuestras familias esto no fue posible, dejó de cumplirse cuando los hijos fueron separados de sus padres y el propio país fue percibido como algo peligroso y extraño. Esas asimilaciones forzadas evocan otra página bíblica, el relato del justo Nabot (cf. 1 Re, 21), que no quería ceder la viña heredada de sus padres a quien, gobernando, estaba dispuesto a usar cualquier medio para quitársela. Y también vienen a la mente esas palabras fuertes de Jesús contra quien escandaliza a los pequeños y desprecia a alguno de ellos (cf. Mt 18,6.10). “¡Cuánto mal al romper los vínculos entre padres e hijos, al herir los afectos más queridos, al lastimar y escandalizar a los pequeños!”

Después alabó la cultura inuit, con "valores fundamentales de generación en generación, como el respeto por los ancianos, un genuino sentido de fraternidad y el cuidado del medio ambiente”.

A los jóvenes les dijo: "No temas escuchar una y otra vez los consejos de los más ancianos, abrazar tu historia para escribir páginas nuevas, apasionarte, tomar posición frente a los hechos y a las personas, arriesgarte”.

"Amigo, no estás hecho para “ir tirando”, para pasar las jornadas equilibrando deberes y placeres, sino para volar alto, hacia los deseos más verdaderos y hermosos que tienes en el corazón, hacia Dios para amarlo y hacia el prójimo para servirlo. No pienses que los grandes sueños de la vida sean cielos inalcanzables. Estás hecho para levantar el vuelo, para abrazar la valentía de la verdad y promover la belleza de la justicia", invitó el Papa.

"Para ir hacia la luz, hay que luchar cada día con la oscuridad. Sí, hay una lucha cotidiana entre la luz y las tinieblas, que no sucede afuera, en un lugar cualquiera, sino dentro de cada uno de nosotros. El camino de la luz requiere valientes decisiones del corazón contra la oscuridad de las falsedades", insistió el Papa.

También animó a "aprender a distinguir la luz de las tinieblas. ¿Por dónde se empieza? Puedes empezar preguntándote: ¿qué es lo que me parece luminoso y seductor, pero después me deja dentro un gran vacío? ¡Estas son las tinieblas! En cambio, ¿qué es lo que me hace bien y me deja paz en el corazón, aunque antes me haya pedido que saliera de ciertas comodidades y que dominara ciertos instintos? ¡Esta es la luz!"

Y añadió: “Libertad no es hacer todo lo que me parece y me gusta; no es aquello que puedo hacer a pesar de los otros, sino por los otros; no es un total arbitrio, sino responsabilidad. La libertad es el don más grande que nuestro Padre celestial nos ha dado junto con la vida”.

Por último, animó a los jóvenes a organizarse en grupos. “Es necesario permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en movimiento. No pueden pasar las jornadas aislados, rehenes de un teléfono”, aconsejó a los mayores.

“Hacer equipo significa creer que para alcanzar grandes objetivos no se puede avanzar solos; es necesario moverse juntos, tener la paciencia de combinar pases y movimientos para tejer estrategias de juego. También significa dejar espacio a los demás, salir rápidamente cuando es el propio turno y alentar a los compañeros. ¡Este es el espíritu de equipo!”, proclamó, antes de emprender el viaje de vuelta en avión.

Retransmisión completa con locución en español del encuentro público en Iqaluit y el discurso del Papa a jóvenes y mayores.

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