Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

Francisco pide a los obispos que sus fieles no tengan hacia ellos «actitudes de súbdito»

ReL

Como en otros discursos de los últimos meses, Francisco volvió a vincular los abusos con el clericalismo.
Como en otros discursos de los últimos meses, Francisco volvió a vincular los abusos con el clericalismo.

"Que el pueblo de Dios, para el que cual y al cual estáis ordenados, os sienta padres, no jefes; padres afectuosos: nadie debe mostrar hacia vosotros actitudes de súbdito": así se lo manifestó el Papa este sábado a los obispos de territorios de misión que participaban en un seminario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, y a quienes recibió en la Sala Clementina del Vaticano.

Francisco volvió a dedicar un amplio espacio de su intervención al clericalismo, que calificó como un "modo anómalo de entender la autoridad en la Iglesia, muy común en numerosas comunidades en las cuales han sucedido comportamientos de abuso de poder, de conciencia y sexuales".

En ese sentido, denunció que "en la actual coyuntura histórica parecen acentuarse en diversas partes ciertas tendencias al liderismo. Mostrarse como hombres fuertes, que mantienen las distancias y mandan sobre los demás, parece cómodo y atractivo, pero no es evangélico. Causa daños a menudo irreparables a la grey por la cual Cristo dio la vida con amor rebajándose y anulándose. Así pues, sed hombres pobres de bienes y ricos en relaciones, nunca duros ni enfadados, sino afables, pacientes, sencillos y abiertos".

El Papa describió en su discurso los tres rasgos esenciales que caracterizan a un obispo: ser un hombre de oración, un hombre del anuncio y un hombre de comunión.

"La oración no es para el obispo devoción, sino necesidad", dijo: "No es una tarea más entre muchas otras, sino un ministerio de intercesión indispensable... Es fácil llevar una cruz sobre el pecho... pero el Señor nos pide llevar un bien más pesado sobre nuestras espaldas y corazones: nos pide realmente compartir su cruz". Y confesó: "Me gusta preguntarle a los obispos: ¿tú cuántas horas rezas al día?".

Además, el obispo debe salir a predicar: "El Evangelio no se anuncia sentado, sino en camino. El obispo no vive en la oficina, como administrador de la compañía, sino entre la gente, en las calles del mundo, como Jesús". En ese sentido, el auténtico pastor "sale de sí mismo para encontrarse a sí mismo, no le gusta la comodidad, no le gusta la vida tranquila y no ahorra energías, sino que trabaja para los demás, abandonándose a la fidelidad de Dios. Si busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio".

Finalmente, como hombre de comunión, el obispo "no puede tener todos los dones, ni todos los carismas", sino que "está llamado a tener el carisma del todo", es decir, a mantenerse unido, a cimentar la comunión... La Iglesia necesita unión, no solistas fuera del coro o líderes de batallas personales. El pastor reúne: es obispo para sus fieles y cristiano con sus fieles. No es noticia en los periódicos, no busca el consenso del mundo, no está interesado en proteger su buen nombre, sino que ama tejer la comunión involucrándose en primera persona. No sufre de falta de protagonismo, sino que vive arraigado en el territorio, rechazando la tentación de alejarse con frecuencia de la diócesis -la tentación de los obispos de aeropuerto- y huir en búsqueda de sus propias glorias".

A la conclusión del discurso, Francisco pidió a los obispos que se consagren de manera particular a las familias, los seminarios, los jóvenes y los pobres. En cuanto a las familias, señaló que, "aunque penalizadas por una cultura que transmite la lógica de lo provisional y privilegia los derechos individuales, siguen siendo las primeras células de toda sociedad y las primeras iglesias, porque son iglesias domésticas".

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