Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Cuidado con hacer de la fe un mero refugio mental, limitada a los propios deseos, previene Francisco

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El Papa Francisco saluda a los peregrinos en la Plaza de San Pedro que acuden a la catequesis del miércoles
El Papa Francisco saluda a los peregrinos en la Plaza de San Pedro que acuden a la catequesis del miércoles
El Papa Francisco, una semana más, se ha reunido en la plaza de San Pedro  con miles de personas procedentes de todo el mundo, para la audiencia general de los miércoles.

A su llegada a la plaza, los peregrinos han demostrado su entusiasmo saludando al Pontífice y agitando sus banderas. Mientras la banda tocaba la música, Francisco recorría los pasillos de la plaza con el papamóvil y bendecía a los presentes, de forma particular a los más pequeños.

En la catequesis de esta semana, el Santo Padre ha reflexionado sobre la misericordia.

En el resumen que pronunció en español, el Papa ha explicado que en el evangelio de Mateo que se ha leído al inicio de la audiencia general, se escucha la pregunta de Juan el Bautista: “¿Eres tú el que ha de venir?”.

Jesús –ha señalado el Papa– responde mostrando las obras de misericordia que realiza con los enfermos y desheredados, y de las que son testigos los discípulos del profeta. Asimismo ha observado que Jesús, el Mesías esperado, “es el instrumento concreto de la misericordia del Padre”, que sale al encuentro de todos “llevando consuelo y salud”, y a través “de los signos de la bondad divina llama a todos a la conversión, para que encuentren el camino de regreso al Padre”.

Por otro lado, el Pontífice ha señalado que la forma de actuar de Jesús puede escandalizar a muchos, “porque no se adecua a la idea que se han formado de él, pero nos alienta a aceptarlo como el Mesías que se revela en las obras que cumple, siguiendo la voluntad del Padre”.

El cristiano –ha finalizado Francisco– cree en el Dios de Jesucristo y tiene el deseo de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor, que lo empuja a la misión de trasformar el mundo y la historia.

A continuación, el Santo Padre ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Esforcémonos –ha exhortado– en no ser obstáculo de la misericordia del Padre, sino al contrario, “pidamos al Señor que incremente nuestra fe, para ser signos e instrumentos de su misericordia”.

Después de los resúmenes de la catequesis en las distintas lenguas, el Santo Padre ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. El domingo pasado, ha recordado el Papa, celebramos la canonización de Madre Teresa de Calcuta. Así, ha pedido a los jóvenes que se conviertan, como ella, en “artesanos de misericordia”. A los enfermos les ha invitado a sentir su cercanía compasiva especialmente en la hora de la cruz. Finalmente ha exhortado a los recién casados a que la invoquen para que no falte nunca en la familia los cuidados y la atención a los más débiles.

La audiencia general ha concluido con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

Texto completo de la catequesis de la audiencia general, traducido del italiano
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! Hemos escuchado un pasaje del Evangelio de Mateo (11, 2-6). El intento del evangelista es el de hacernos entrar más profundamente en el misterio de Jesús, para acoger su bondad y su misericordia. El episodio es el siguiente: Juan Bautista manda a sus discípulos a ver a Jesús, y Juan estaba en la cárcel, para hacerles una pregunta muy clara: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (v. 3).

Era precisamente el momento de la oscuridad, el Bautista esperaba con ansia el Mesías y en su predicación lo había descrito con fuerza, como un juez que finalmente habría instaurado el reino de Dios y purificado a su pueblo, premiando a los buenos y castigando a los malos.

Él predicaba así: “El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mt 3,10). Ahora que Jesús había empezado su misión pública con un estilo muy diferente, Juan sufre y en la doble oscuridad, la de la celda y la del corazón, no entiende este estilo y quiere saber si es precisamente Él el Mesías, o si se debe esperar a otro.

La respuesta de Jesús parece a primera vista no corresponder a la petición del Bautista. Jesús, de  hecho, dice: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!” (vv. 4-6). Esta es la respuesta de Jesús. Aquí se hace claro el intento del Señor Jesús: Él responde ser el instrumento concreto de la misericordia del Padre, que va al encuentro de todos llevando la consolación y la salvación, y de esta forma manifiesta el juicio de Dios.

Los ciegos, los cojos, los leprosos, los sordos, recuperan su dignidad y ya no son excluidos por su enfermedad, los muertos vuelven a la vida, mientras que a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y esto se convierte en la síntesis de la acción de Jesús, que de esta forma hace visible y tangible el actuar mismo de Dios. El mensaje que la Iglesia recibe por este pasaje de la vida de Cristo es muy claro. Dios no ha mandado a su Hijo en el mundo para castigar a los pecadores ni para destruir a los malvados.

Sin embargo, a ellos se les dirige la invitación a la conversión para que, viendo los signos de la bondad divina, puedan reencontrar el camino de vuelta. Como dice el Salmo: “Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?  Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido”. (130, 3-4).

La justicia que el Bautista ponía al centro de su predicación, en Jesús se manifiesta en primer lugar como misericordia. Y las dudas del Precursor no hacen otra cosa que anticipar el desconcierto que Jesús suscitará después con sus acciones y sus palabras.

Se comprende por tanto, la conclusión de la respuesta de Jesús: ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo! (v. 6). Escándalo significa obstáculo. Por eso Jesús advierte de un peligro particular: si el obstáculo para creer son sobre todo sus acciones de misericordia, esto significa que se tiene una falsa imagen del Mesías. Beatos sin embargo aquellos que, frente a los gestos y a las palabras de Jesús, dan alegría al Padre que está en el cielo.

La advertencia de Jesús siempre es actual: también hoy el hombre construye imágenes de Dios que le impiden gustar su presencia real. Algunos se crean una fe “hágalo usted mismo” que reduce a Dios en el espacio limitado de los propios deseos y de las propias convicciones. Pero esta fe no es conversión al Señor que se revela, es más, le impide provocar nuestra vida y nuestra conciencia.

Otros reducen a Dios a un falso ídolo; usan su santo nombre para justificar los propios intereses o incluso el odio y la violencia.

Para otros, Dios es solo un refugio psicológico donde se puede estar seguros en los momentos difíciles: se trata de una fe plegada sobre sí misma, impermeable a la fuerza del amor misericordioso de Jesús que empuja hacia los hermanos. Otros consideran a Cristo solo un buen maestro de enseñanzas éticas, uno entre los muchos de la historia. Finalmente, hay quien sofoca la fe en una relación puramente íntima con Jesús, anulado su impulso misionero capaz de transformar el mundo y la historia.

Nosotros cristianos creemos en el Dios de Jesús, el cristiano cree en el Dios de Jesucristo y su deseo es el de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor.

Comprometámonos a no poner ningún obstáculo al actuar misericordioso del Padre, pero pidamos el don de una fe grande para convertirnos también nosotros en signos e instrumentos de misericordia.
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