Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

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P. Edmundo Iturbide Reygondaud, M.Sp.S.

P. Edmundo Iturbide Reygondaud, M.Sp.S.

por Carlos J. Díaz Rodríguez

Introducción:
Al repasar la historia de la Iglesia, nos podemos dar cuenta, de una constante, en la vida de los fundadores y de las fundadoras. Prácticamente todos, han contado con el apoyo de colaboradores muy cercanos, es decir, amigos y amigas, que de una u otra forma, los han ayudado a empezar de cero, invirtiendo el tiempo y la vida, en la fundación y consolidación de obras poco rentables, pero desarrolladas a partir del querer de Dios. Lo vemos, por ejemplo, en el caso de San Francisco de Asís, quien, hasta el último día de su vida, contó con el apoyo incondicional del Hno. León; mismo que se encargó de documentar las principales meditaciones del fraile de la Porciúncula. La santidad, no se da en solitario, sino con varios amigos y amigas de camino. El caso del Venerable P. Félix Rougier Olanier, fundador de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo (1914), no fue la excepción, pues en todo momento, supo apoyarse en alguien, cuyo carácter, le daba la capacidad necesaria para ser un buen líder. Llegados a este punto, entra en escena, la historia del P. Edmundo Iturbide Reygondaud, quien, a su vez, fue el primer Superior General de los Misioneros del Espíritu Santo, tras la muerte del P. Félix, es decir, del fundador, cuyo ejemplo había marcado su visión religiosa y sacerdotal.
No hablaremos del P. Edmundo, como si se tratara de un personaje secundario, ya que si bien es cierto que fue parte importante del equipo del P. Félix, brilló con luz propia, manteniendo la mirada puesta en Dios, llegando a convertirse en el fundador de dos familias religiosas: Las Misioneras de Jesús Sacerdote (1938) y las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia (1952).
Nacimiento y familia:
Edmundo, nació en la capital del Estado mexicano de Michoacán, es decir, en la ciudad de Morelia, el 20 de diciembre de 1900. Sus padres fueron, José Iturbide Gómez y Céline Reygondaud Villebardet, quien infundió en sus hijos la “llama” de la fe cristiana. Edmundo, fue el menor de tres hermanos. El papá estaba muy familiarizado con el negocio de las haciendas, y la mamá, quien había tenido la oportunidad de formarse en Bélgica, poseía un alto nivel cultural, lo cual, al interior de la sociedad mexicana, era algo fuera de lo común, pues en aquel tiempo, las mujeres, rara vez se preparaban, ya que imperaba la mentalidad machista; misma que les cerraba las puertas de cualquier facultad o universidad.
 
Edmundo no conoció a su padre, pues murió unos meses antes de que el naciera, bajo los efectos de una Neumonía que resultó fatal. A pesar de todo, logró ser un niño, adolescente y joven, alegre y abierto a las sorpresas de la vida, destacando por su facilidad para relacionarse con los demás. Sin buscarlo, era el centro de todas las conversaciones. Por iniciativa de su mamá, Edmundo, al igual que sus dos hermanos, es decir, José y Roberto, estudió en Morelia, con los Lasallistas.
Vocación religiosa y sacerdotal:
A principios del siglo XX, las historias de los misioneros en tierras lejanas e inhóspitas, atraían la atención de los jóvenes, quienes, por su parte, se veían escalando montañas y ganando almas para Cristo. Edmundo no fue la excepción, pues soñaba con entrar a formar parte de los “Padres Blancos”, para predicar el evangelio en las grandes zonas de misión, sin embargo, tras conocer al Venerable P. Félix de Jesús Rougier, quien se encontraba en una gira vocacional, optó por ingresar, a la congregación, recién fundada, de los Misioneros del Espíritu Santo. El 10 de diciembre de 1917, es decir, a pocos días de cumplir 17 años, dio el paso de unirse al nuevo instituto, convirtiéndose en uno de los primeros novicios. Nadie se imaginaba que, más tarde, sería el brazo derecho del P. Félix y el  primer superior de la casa de estudios de Roma, así como su sucesor al frente de la congregación.
Hizo su primera profesión religiosa, el 20 de mayo de 1920. Después de varios años de formación, fue ordenado sacerdote, el 19 de abril de 1924. Hasta 1926, se desempeñó como promotor vocacional en la Escuela Apostólica de Tlalpan (Hoy Instituto de Humanidades y Ciencias). Posteriormente, fue enviado a Roma, donde completó los estudios, recibiendo el doctorado en Derecho Canónico. Mientras estuvo en la Ciudad Eterna, tomó diferentes cursos que le permitieron convertirse en un gran director espiritual.
La prueba más difícil:
Desde que Edmundo, ingresó a la congregación, se ganó la estima del P. Félix, quien, habiendo nacido en Francia, se entendía muy bien con él, pues dominaba perfectamente la lengua francesa y, a su vez, conocía las tradiciones europeas, lo que le facilitaba su trato con el padre fundador. Lo anterior, no tiene nada de malo, pues siempre hay personas, con las que resulta más fácil entenderse y, desde ahí, trabajar en común, sin embargo, el hecho de haber sido el colaborador más cercano del P. Félix, quien le confiaba ciertas responsabilidades, provocó que propios y extraños, quizá por un ataque de celos, lo criticaran de una forma muy injusta, aún cuando se trataba de personas que también buscaban vivir con fidelidad el evangelio. El, por su parte, hablaba muy bien de todos ellos, dejando a un lado cualquier resentimiento. Sin duda, la comunión, que se dio entre el P. Félix y el P. Edmundo, partía del mutuo deseo de alcanzar la santidad.
Tras la muerte del P. Félix, acaecida el 10 de enero de 1938, la congregación, en medio de la crisis que supone perder al fundador, optó por elegir al P. Edmundo Iturbide, como nuevo Superior General. Lejos de caer en los complejos o perder el entusiasmo, puso su mirada en Cristo Sacerdote y Víctima, llevando a cabo una serie de proyectos,  propios de quien tiene fe en los imposibles. Entre otras obras, consiguió, en el año de 1939, la fundación de la Escuela Apostólica de Guadalajara, así como impulsar la labor evangelizadora de la región de Baja California.
Sacó adelante a la congregación, convirtiéndose en uno de sus pilares más importantes. Como Superior General, trabajó por mantener la buena formación de sus hermanos, dándoles la oportunidad de especializarse en la fe y en la ciencia. Su sexenio, a pesar de las críticas infundadas de algunos de ellos, concluyó sin mayor problema. Tan es así, que terminando su primer periodo, fue reelecto. Y en 1950, después de 12 años, llenos de alegrías y de luchas, llegó al final de su generalato.
Fundador:
El P. Edmundo Iturbide, a través de la dirección espiritual, conoció a dos mujeres, capaces de hacer grandes cosas por la causa de Cristo. Con la Sierva de Dios Dolores Echeverría Esparza, el 14 de enero de 1938, fundó la congregación de las Misioneras de Jesús Sacerdote, cuyo espíritu, inminentemente sacerdotal, se desarrolla, especialmente, alrededor de la pastoral educativa. Movido por el hecho de saberse y sentirse miembro de la Iglesia, fundó, más adelante, junto con la Sierva de Dios Martha Christlieb Ibarrola, la congregación de las Hermanas de la Vera Cruz Hijas de la Iglesia, el 3 de diciembre de 1952. Como todo fundador, tuvo que sufrir crisis, malos entendidos, distanciamientos y dificultades, sin embargo, apoyado en su amor a María, Madre de la Iglesia, aprendió a sonreír y, desde luego, a vivir el sentido de la fe.
Puebla y sus últimos años:
El P. Edmundo Iturbide, como parte de sus últimos años, fue superior local de la comunidad de Puebla (1962-1970), habiendo conseguido el terreno, sobre el cual, se encuentra construido el Templo de María, Madre de la Iglesia, a cargo de los Misioneros del Espíritu Santo y en donde, por cierto, actualmente, descansan sus restos mortales, bajo la imagen de la Cruz del Apostolado. Casi al final de su vida, se retiró a la casa madre de las Misioneras de Jesús Sacerdote. Murió en la Ciudad de México, el 23 de diciembre de 1974. Fue un hombre, cuyo amor al sacerdocio, a la Iglesia y a su congregación, le costó un sinfín de incomprensiones, sin embargo, fue muy feliz, porque aceptó seguir a Jesús, cargando la cruz de los desafíos, con un optimismo lleno de vida y libertad.
Concluimos con uno de sus muchos pensamientos: “Quiero desposeerme por completo, darme a Jesús, para nunca volverme a tomar”.
Bibliografía:
Carlos Francisco Vera, María Elena Rodríguez Flores, Personajes en torno a la Espiritualidad de la Cruz, Publicaciones CIDEC., México 2007, p.92
Pablo Vera Olvera, Visión Panorámica de nuestra Congregación de M.Sp.S., 15-07-1993, 20.
Colaboración:
Agradezco la colaboración de la Hna. Ruth Rivera, Hermana de la Vera Cruz Hija de la Iglesia, quien me ayudó en lo referente a las fechas, las correcciones ortográficas, así como en la obtención de las fotografías.
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