Miércoles, 24 de abril de 2024

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Orgulloso de nuestro pasado, avergonzado de nuestro presente, preocupado de nuestro futuro

por En cuerpo y alma

 
  
            Así, “orgullosos de nuestro pasado, avergonzados de nuestro presente, preocupados de nuestro futuro”, reza uno de esos mensajes cortos que circulan por la red de ordenador en ordenador y de móvil en móvil, y con el que, cuando lo recibí, no pude por menos que sentirme instintivamente identificado. Luego me he preguntado por qué, y me he ofrecido a mí mismo muchas respuestas, algunas de las cuales son, precisamente, las que expongo aquí al análisis de Vds..
 
            ¿Orgulloso de nuestro pasado? Sí, orgulloso de pertenecer a la primera nación de Europa, lo que es lo mismo que decir a la primera nación del mundo; orgulloso de pertenecer a esa nación que ha estado entre las primeras en recibir la doble herencia de la civilización, vale decir la grecorromana, y la judeocristiana; orgulloso de que esa nación haya estado a la vanguardia por lo que concierne a la defensa de los principios emanados de esa civilización en los momentos en que más amenazada estuvo, asumiendo su defensa incluso allende nuestras fronteras; orgulloso de los exploradores y navegantes que descubrieron y exploraron más de medio planeta desde las Canarias hasta Filipinas y aún más; orgulloso de los misioneros que a través de la evangelización transmitieron la civilización y la educación a los hombres que poblaban ese mismo medio planeta; orgulloso de la lengua que, nacida entre nuestros antepasados, es hoy la de uno de cada trece habitantes de la tierra; orgulloso de las múltiples aportaciones al patrimonio, al saber y al bienestar de la Humanidad realizado por los hombres que hablaron ese mismo idioma y nacieron o se sintieron hijos de esa misma nación…
 
            ¿Avergonzado de nuestro presente? Es triste reconocerlo, pero así es. Avergonzado, por encima de todo, de la inmensa mediocridad que lo envuelve todo en mi país y del miedo que muchos de mis compatriotas, sobre todo los más jóvenes, tienen a desembarazarse de la misma; avergonzado del mal gusto y la zafiedad que acompañan a tantas de las manifestaciones surgidas hoy desde España por españoles que encima se autodenominan artistas o intelectuales; avergonzado de la vergüenza que sienten mis compatriotas hacia la historia verdadera de su nación, mientras se inventan una historia paralela que nunca existió; avergonzado de lo poco que los españoles nos queremos y nos respetamos los unos a los otros; avergonzado del espectáculo de desunión y de insolidaridad que damos cada día; avergonzado de la educación que estamos transmitiendo a las nuevas generaciones, carente de los más elementales principios y valores no ya de la cristiandad, sino de la convivencia humana; avergonzado de la falta de compasión que veo en mis compatriotas hacia todo género de indefensos, que sean del holocausto fetal, que sean del terrorismo, que sean de la edad, mientras se inventan otros indefensos que lejos de serlo, se comportan como los déspotas más crueles, imponiéndonos su cosmovisión de la vida sin ni siquiera permitirnos criticarla; avergonzado de nuestras clases políticas, incapaces de todo liderazgo, de infinita mediocridad los unos, de infinita cobardía los otros; avergonzado de la mucha envidia con la que nos obsequiamos unos españoles a otros y del mucho odio que ésta destila…
 
            ¿Preocupado por nuestro futuro? Pues sí, por políticamente incorrecto que sea reconocerlo, preocupado por el futuro de nuestra nación. Preocupado por el afán con el que nos empeñamos en repetir los peores momentos de nuestra historia, mientras desdeñamos los mejores; preocupado por las consecuencias que va a producir tanta desunión, tanto desafecto y tanta envidia entre unos españoles y otros; preocupado por los que un día dentro de no tanto serán –seremos- ancianos, en una sociedad que cada vez observa menor respeto por la vida e inferior compasión por los débiles; preocupado por unos jóvenes que, por mucho que dilaten la asunción de las responsabilidades que por ley de vida les corresponden, tendrán que hacerlo tarde o temprano, desarmados como están de los más elementales valores, el esfuerzo, el sacrificio, el mérito, la excelencia, que no hablan más que de derechos y que aun cuando sólo creen en la ley del más fuerte, ni siquiera se preparan para serlo, porque supone excesivo esfuerzo; preocupado por los resultados de los experimentos sociológicos que realizamos cada día con la única intención de descalificar todo lo que durante siglos hicieron nuestros mayores, sin detenernos a realizar el menor análisis sobre las consecuencias de los mismos…
 
            Orgulloso, avergonzado, preocupado... así me encuentro, así nos encontramos tantos españoles. Y bien amigos, esto es todo por hoy… ¡¡¡y no es poco!!! Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana volveremos por aquí ¿cuento con Vds.?
 
 

 
            ©L.A.
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