Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Los magos de Oriente


Jesús vino para salvar a todos, judíos y gentiles, y esto es lo que nuestra fe nos enseña: Dios quiere que todos nos salvemos, pero respeta nuestra libertad.

por Pedro Trevijano

Opinión

El 6 de enero hemos celebrado la fiesta de la Epifanía o Manifestación del Señor, más conocida vulgarmente como el día de los Reyes Magos. Pero ¿qué entendemos con esta fiesta?
 
Hasta la venida de Jesucristo cada pueblo tenía su propia religión. Era el pueblo judío el que honraba al verdadero Dios, porque como dice Jesucristo en el episodio de la samaritana “la salvación viene de los judíos” (Jn 4,22). Pero con la venida de Jesucristo “todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios” (Lumen Gentium nº 13). Y es precisamente en el evangelio de San Mateo, en el episodio de la adoración de los Magos de Oriente (cf. Mt 2,112), cuando vemos por primera vez a unos no judíos adorar al Niño Jesús. “En estos ‘magos’, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 528).
 
Ratzinger-Benedicto XVI en su libro La infancia de Jesús nos dice que el término ‘mago’ tiene una considerable gama de significados que van desde acepciones muy positivas hasta muy negativas. En este caso su sabiduría religiosa y filosófica es una fuerza que les encamina hacia Cristo. Podemos decir de ellos con razón que representan el camino de las religiones hacia Cristo, así como la autosuperación de la ciencia con vistas a Él. La Tradición de la Iglesia ha leído este episodio a la luz del Salmo 72,10: “Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus dones, y los soberanos de Seba y de Saba le pagarán tributo”. La Tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad personificándolo en los tres Reyes Magos, cada uno por uno de los tres continentes entonces conocidos: Europa, Asia y África, siendo la presencia del rey negro el anuncio que en el reino de Jesucristo no hay distinción por motivo de raza u origen.
 
Mateo nos dice: “al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría”. La estrella les va a conducir hacia Cristo, es decir les da la Buena Noticia del Evangelio, que es la Salvación. El verdaderamente importante es Cristo, no la estrella, que es sólo un medio del que Dios se sirve para llevar a esos hombres a Cristo.
 
Por supuesto podemos preguntarnos: ¿existieron realmente los Magos? Sobre este punto dice el libro de Ratzinger-Benedict6o XVI: “A este respecto Jean Daniélou observa con razón: 'A diferencia de la narración de la Anunciación a María, la adoración de los Magos no afecta a ningún aspecto esencial de la fe. Podría ser una creación de Mateo, inspirada por una idea teológica; en ese caso, nada se vendría abajo'. El mismo Daniélou, sin embargo, llega a la convicción de que se trata de acontecimientos históricos, cuyo significado ha sido teológicamente interpretado por la comunidad judeocristiana y por Mateo. Por decirlo de manera sencilla: ésta es también mi convicción”. Pero también añade: “Ahora incluso exegetas de orientación claramente eclesial, como Enyesen o Rudolf Ernst Pesch, son contrarios a la historicidad, o por lo menos dejan abierta la cuestión”.
 
En pocas palabras: se trata de una cuestión libre para los católicos. Pero el mensaje religioso en él contenido es muy importante. Jesús vino para salvar a todos, judíos y gentiles, y esto es lo que nuestra fe nos enseña: Dios quiere que todos nos salvemos, pero respeta nuestra libertad. Como me dijo un sacerdote en mi adolescencia: “Dios va a hacer contigo todas las trampas que pueda, menos cargarse tu libertad, para llevarte al cielo”. Y Benedicto XVI, para evitar ese buenismo que enseña que todos nos salvamos, hagamos lo que hagamos y sin necesidad de arrepentimiento, insistió mucho en la necesidad de cambiar la fórmula en la consagración del vino ‘será derramada por vosotros y por todos los hombres’, por la de ‘por vosotros y por muchos’, que es además lo que dice la versión latina, que emplea la expresión ‘pro multis’ y no ‘pro omnibus’.
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