Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Un marxista al frente de Naciones Unidas (I)


El poco sutil Miguel d´Escoto Brockmann, el de Naciones Unidas, ha sido sacerdote católico misionero Maryknoll (sic), pero ha destacado mayormente por sus convicciones marxistas que le llevaron a integrarse en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

por José Luis Bazán

Opinión

El marxismo no ha muerto. Simplemente se ha reconvertido, y con tanto éxito que uno de sus hijos predilectos llegó en 2008 a la Presidencia de la Asamblea General del Naciones Unidas. El susodicho presidente tiene el mismo nombre del «Doctor sutil», Juan Duns Escoto, pero en poco se parece al sabio filósofo del siglo XIII, profesor en París, Oxford, Cambridge y Colonia, eximio defensor de la suprema autoridad del Romano Pontífice, beatificado en 1991 por Juan Pablo II

El poco sutil Miguel d’Escoto Brockmann, el de Naciones Unidas, ha sido sacerdote católico misionero Maryknoll (sic), pero ha destacado mayormente por sus convicciones marxistas que le llevaron a integrarse en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), convirtiéndose en ministro de Asuntos Exteriores de la revolución nicaragüense entre 1979 y 1990. Actualmente es desde 2007 asesor de Daniel Ortega en materia de política internacional. El camarada Escoto tiene, entre su lista de excelencias, haber recibido el premio Lenin por la paz concedido por la URSS.
 
Escoto no es hombre imprevisible. Por ello, como buen marxista, es poco amigo de judíos -el Centro «Simon Wiesenthal» pidió su cese como presidente por sus discursos contra Israel- y convencido antiamericano -sus demonios tienen nombres republicanos: Reagan y Bush-. Escoto es un feroz anticapitalista, defensor del la teoría de la división norte-sur (el norte rico es responsable de todos los males del pobre sur) y del ecologismo de la Madre Tierra, a la que, afirma, hay que venerar porque tiene dignidad y derechos.
 
Y, por si hubiera alguna duda, antes marxista que cristiano. O mejor, marxista y por ello nada cristiano. Como tantos otros camaradas compañeros (los hermanos sandinistas Cardenal, sin ir más lejos), prefirió la fidelidad a Marx antes que a Cristo, por lo que fue suspendido a divinis por Juan Pablo II. En su currículo oficial se dice que Escoto está inspirado por la vida y obras de León Tolstoi, M. K. Gandhi, Martin Luther King y Dorothy Day. Ni Cristo, ni santos ni mártires parece que le han servido de inspiración a este sacerdote católico suspendido. Ya en su discurso tras su elección del 4 de junio de 2008, nos dejó que claro que Ghandi (y no Cristo) «debe ser nuestro paradigma en la lucha por un mundo mejor». Yo pensaba ingenuamente que el modelo de vida del cristiano era Cristo…
 
Entre las recientes lindezas proferidas por el nada sutil Escoto se encuentra una digna de ser enmarcada, vertida en la Reunión Ministerial del Movimiento de Países No Alineados en La Habana el 29 de abril de 2009: «Ninguna virtud más importante que la Solidaridad y ningún mejor paradigma de ésta que nuestro querido Comandante Fidel Castro, Héroe Mundial de la Solidaridad, junto con el compañero Presidente Raúl y todo el heroico y solidario pueblo cubano». En fin, nada extraño en un marxista practicante. Sorprende, únicamente, su falta de respeto al cargo que representa, al apoyar tan descaradamente la indecente vulneración sistemática de los derechos humanos por parte del dictador cubano. Pero su fidelidad a Marx (Groucho) le impulsa a echar más madera ideológica cuando, sin rubor, afirma: «Fidel, como todos los grandes revolucionarios y los santos seguidores de Jesús de Nazaret y de todos los grandes profetas de la historia, nos ha enseñado que la felicidad la encontramos en vivir por los demás, en reconocer que otro mundo es posible y en no escatimar ningún esfuerzo por lograrlo». Aunque parezca increíble, son palabras del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas. En un mundo decente, las protestas de los Estados por tales proclamas panfletarias hubieran tenido que oírse en Marte. Sin embargo, la lengua del nicaragüense se desenvuelve por su Madre Tierra con fervor revolucionario sin que nadie le recuerde las obligaciones de su cargo.
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