Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Genocidios


Lo peor es que los genocidios continúan en nuestros días ante la indiferencia general, y que sus víctimas son en buena parte cristianos. El Papa ha tenido que lamentar nuestra indiferencia general colectiva y nuestros silencios que tienen mucho de cómplices.

por Pedro Trevijano

Opinión

Estos días estamos conmemorando el centenario del primer gran genocidio del siglo XX, la matanza entre 1915 y 1923 de un millón y medio de armenios. Todos sabemos que el siglo XX está lleno de genocidios, realizados principalmente por nazis y comunistas, pero sin olvidar otros, como las matanzas de chinos realizadas por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.

El pasado 13 de abril en una misa en San Pedro con la comunidad armenia, el Papa Francisco tuvo palabras muy claras sobre el tema. Afirmó: “Recordarlo es necesario. Es más, es un deber, pues donde no vive la memoria significa que el mal tiene todavía abierta la herida. ¡Esconder o negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando, sin medicación!”. El Papa recordó también otros exterminios masivos, como los de Camboya, Ruanda, Burundi y Bosnia.

Debo decir que esta actitud del Papa Francisco no es nueva, sino que viene de bastante atrás, Acabo de llegar de un viaje a Argentina y recuerdo que una noche hablé sobre el tema con un argentino descendiente de armenios, quien me comentó que en la catedral de Buenos Aires, en su lado izquierdo, había en una capilla una lápida recuerdo de este genocidio. Fui por tanto a visitarla, y me encontré que en la cuarta capilla, dedicada a San José, hay una lápida con una cruz armenia y la siguiente inscripción en metal: "En memoria de 1.500.000 armenios víctimas del primer genocidio del siglo XX19151923. Homenaje de la Iglesia Apostólica Armenia de la Argentina. Tributado el 24 de Abril de 2005 en el 90ª aniversario del genocidio. Por expreso deseo del Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina Cardenal Jorge Mario Bergoglio. Karekin II, Patriarca Supremo y Católicos de todos los Armenios. Arz. Kissog Mauradian, Primado de la Iglesia Apostólica Armenia para Argentina y Chile. Donado por la Unión General Armenia de Beneficencia de Buenos Aires".

La intervención de hace unos días del Papa a la que hemos hecho referencia encontraba eco en un papel acartonado en el mismo lugar que decía: “Esconder o negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando, sin sanarla. 1915-2015 Cien años del genocidio armenio. Memoria y Reclamos. Gracias Su Santidad!!!, Gracias Argentina !!!”.

Pero la sorpresa me la llevé en la segunda capilla del mismo lado, dedicada a San Juan Bautista. Una lápida, con una inscripción en metal que decía: “La comunidad ucrania de la República argentina en el 75º aniversario de una de las mayores tragedias de la humanidad: el genocidio por inanición perpetrado contra los ucranios que quebró la voz de millones de seres inocentes, pero no doblegó a este pueblo ni a su nación. Representación Central Ucrania. Embajada de Ucrania en la República Argentina 2008”. Esta fecha también corresponde al período de Bergoglio como arzobispo cardenal de Buenos Aires. Lo primero que hice fue calcular 2008-75 igual a 1943. ¿Quiénes fueron: los nazis o los comunistas?

No me fue difícil averiguar que los culpables fueron los comunistas, de los que siempre me ha asombrado su habilidad en ocultar sus crímenes. Por ejemplo, Pinochet en Chile y Pol Pot en Camboya fueron prácticamente contemporáneos, pero mientras Pinochet mató a unas tres mil personas, Pol Pot en un país de población parecida, mató a un millón setecientas mil. Y sin embargo casi nadie ha oído hablar de Pol Pot.

Lo peor es que los genocidios continúan en nuestros días ante la indiferencia general, y que sus víctimas son en buena parte cristianos. El Papa ha tenido que lamentar nuestra indiferencia general colectiva y nuestros silencios que tienen mucho de cómplices. Ojalá seamos conscientes que esto no puede seguir así y que hemos de elevar nuestra voz para que nuestros políticos comprendan que el callarnos ante las atrocidades significa dejarles vía libre y ser todos nosotros en cierto modo cómplices de ellas. Pidámosle a Dios que sepamos reaccionar no sólo con nuestra oración sino también con suficiente energía. Como me decía cierta persona que había sido muy pisoteada en su vida: “Si te pisan, chilla con todas tus fuerzas. Que otros lo sepan para vergüenza del culpable. Lo mínimo que conseguirás es que se lo piense dos veces antes de pisar a otro. Pero si no protestas, le dejas vía libre para que siga atropellando”.

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