Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

Mis memorias de África: Navidades negras


A nuestros misioneros les faltan tantas comodidades, recursos y herramientas, pero al dejarse la piel por estos hermanos, reciben como pago la alegría de ver que Dios hace milagros, que pone nombre a la esperanza, que las personas crecen y maduran al amparo de la gracia del Señor y con la compañía de una Iglesia que la sienten como su casa.

por Monseñor Jesús Sanz Montes

Opinión

Tendría que pararme para dar gracias, poner nombre y lugar con su fecha, a lo que Dios me ha permitido vivir estos días inolvidables: unas navidades negras en Benín que son más blancas que la nieve de nuestras montañas en estos días tan nevadas. He dicho cosas, he brindado gestos, he compartido mi tiempo y mis plegarias con todos ellos. Pero es incomparable lo que el Señor me ha dado en ellos como contrapartida no pactada a la poquedad con la que yo me he allegado a estos hermanos misioneros y a las gentes que como Iglesia viva ellos cuidan y acompañan.

Pobres de tantas cosas que a nosotros nos sobran, y ricos de las más importantes que a nosotros a raudales nos faltan. Dios ha nacido también en Benín, y tiene su piel oscura como los niños de allí, y habla su lengua Baribá. Jesús tiene allí una joven mamá, preciosa negrita de ojos grandes y corazón tierno, que le canta nanas con el ritmo del tam-tam, con su vestido de color estampado y el tocado a juego en la cabeza como femenino turbante. José, el padre adoptador para dar nombre y estirpe al Niño Dios que ha nacido de una doncella virgen, tiene esos mismos rasgos, y sus manos tersas saben de faenas artesanas en su taller de madera. Así se los han encontrado los Reyes Magos junto al establo de una choza de paja y barro, en medio de la selva. Así me los he encontrado yo también en estos días de tanta gracia y tantos inmerecidos dones.

Creo que es mucho más duro evangelizar y acompañar a nuestro pueblo cristiano en Asturias, en España, en Europa… que allí en Bembèrèkè, Benín y África. A nuestros misioneros les faltan tantas comodidades, recursos y herramientas, pero al dejarse la piel por estos hermanos, reciben como pago la alegría de ver que Dios hace milagros, que pone nombre a la esperanza, que las personas crecen y maduran al amparo de la gracia del Señor y con la compañía de una Iglesia que la sienten como su casa. También hay gozo cuando comprueban que el mensaje que traen no es algo particular suyo que tenga su medida, sus intereses o trastiendas, sino que es un mensaje del que ellos son tan sólo humildes mensajeros que también a ellos les alcanza. Esta es la razón por la que envío a nuestros jóvenes diáconos dos meses a nuestra misión de Bembèrèkè como parte de su formación antes de recibir la ordenación sacerdotal. No es un tiempo de vacaciones exóticas, ni un safari religioso, sino la ocasión única en sus vidas de poder ver y escuchar lo que en estos lugares Dios grita y regala a quien tiene sus oídos y su corazón dispuestos a acoger un mensaje imborrable.

Y junto a la pobreza de quien tiene una vida precaria en necesidades básicas de alimentación, higiene, sanidad, educación y cultura, todo ello objeto también de lo que nuestros misioneros afrontan y resuelven sin demagogia populista, está la riqueza de toda esta gente sencilla que señala en su humanidad tierna y en su fe sincera ese cúmulo de valores que tal vez otros hemos perdido, descuidado, o no valorado debidamente. Es una mezcla de pobreza y riqueza, de necesidades palmarias y de sobreabundancias manifiestas, un mundo lleno de contrastes que constatas en África. El balance final es que esta gente te gana, te conquista, te engancha, por esto quien va no quiere volver, y quien tiene que irse cuando puede regresa.

Viene ahora el encuentro con la misión que se me ha confiado en el día a día, bajando de la nube dulce de estos recuerdos al surco cotidiano donde la vida se decide entre la esperanza y el dolor, el cansancio y las ganas, la entrega a Dios en el humilde servicio a los hermanos que aquí y ahora se me confían. Feliz año nuevo.

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