Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

El «alimento espiritual» femenino


En una revista que curioseé vi un reportaje que decía: «Nada es para siempre, y el matrimonio, cada vez con más frecuencia, tampoco». Esta es la ideología que se difunde, dentro de la gran ofensiva contra la estabilidad familiar y el matrimonio perenne: la del «ajuntamiento» provisional.

por Vicente Alejandro Guillamón

Me hallaba semanas atrás en la sala de espera de una clínica fisioterapéutica mientras trataban a mi mujer de una dolencia de espalda, ese achaque tan común de las señoras, sobre todo las que han tenido muchos hijos. Haciendo tiempo me puse a ojear las publicaciones que dormitaban sobadas en el revistero, todas revistas del «cuore», como decía el coñón de Jaime Campmany (q.e.p.d.). Hay que ver cómo ha proliferado este género de papel couché en los últimos años, igual que rovellons después de las lluvias de otoño. Y todas sobreviven, y algunas con grandes tiradas, lo que indica que todas venden, que la clientela no decae, a pesar de tanta competencia. Lo más notorio del caso es que todas dicen más o menos lo mismo, que todas se dedican con preferencia al monocultivo del famoseo, al chismorreo de los personajillos de moda, que de ordinario expenden sus intimidades, incluso las más íntimas, al mejor postor, en un ejercicio exhibicionista de impudicia propio de sujetas/sujetos indecentes, dicho sea hablando en plata. Son los mismos que suelen pasar por los programas televisivos de cotilleo, a tanto la actuación como «artistas» invitados, aunque los pongan a bajar de un burro los crueles tertulianos. ¿Y de qué habla la tropa del famoseo? Pues también siempre lo mismo: de juntarse y desjuntarse, de casarse por lo civil o por lo bonito, con bodorrio a lo grande y fotos exclusivas vendidas a «¡Hola!». Además la separación dentro de pocos meses ya apalabrada, o el bautizo del niño que viene en camino y que a veces incluso se sabe de quién es. En fin, todo eso, la gran cultura que consumen en cantidades industriales una masa enorme de mujeres españolas, el espejo en el que se miran y los modelos que imitan, a falta de otros que las puedan orientar. Lo peor de todo es que existe una especie de competición a ver quien publica más «información» basura. En una de las revistas que curioseé en la clínica antes dicha, de cuyo título ni siquiera me acuerdo, vi un reportaje sobre no se qué, que en uno de los sumarios decía: «Nada es para siempre, y el matrimonio, cada vez con más frecuencia, tampoco». Esta es la ideología que se difunde, dentro de la gran ofensiva contra la estabilidad familiar y el matrimonio perenne. La cultura del «ajuntamiento» provisional o puramente ocasional, sin ninguna clase de compromiso mutuo ni afectividad duradera. Es la muerte del amor, de los grandes ideales humanos. Esta sociedad, terriblemente egoísta, descompuesta, traumatizada por millones de dramas personales, de rupturas por desamor, camina hacia el abismo. Las gentes, los «ingenieros» del nuevo modelo social hecho de un hedonismo atroz, los tontos útiles que difunden esa «mala nueva» por adhesión, interés, irresponsabilidad o simplemente por imitamonos o frivolidad, ignoran o no quieren saber, que el mayor bien de toda sociedad es la paz con libertad. Pero una sociedad no puede vivir en paz si despojan a las personas de la afectividad responsable, de las raíces del amor verdadero. Una sociedad de ese modo empobrecida o mutilada se transforma en un erial donde sólo brotan los espinos, las pasiones incontroladas, los conflictos personales de todo género, las rupturas afectivas, el daño tremendo a los hijos y a toda la familia. El crecimiento disparatado de divorcios exprés o de puchero, tanto da, la terrible pandemia del aborto propiciada desde el poder, la violencia de género que no hace más que aumentar, la delincuencia contra las personas y sus bienes, etc., son otros tantos indicadores de que esta sociedad está enferma, muy enferma del corazón y del espíritu. De ahí que estemos viendo y viviendo tantas tragedias humanas, bien por la tremenda crisis económica y laboral, bien por la crisis no menor de índole moral. Decididamente, la sociedad española se ha vuelto loca, o la están volviendo loca los propios médicos y loqueros que deberían sanarla. Mas para eso haría falta que ellos mismos dejaran de estar enloquecidos y dominados por el mal.
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