Viernes, 10 de mayo de 2024

Religión en Libertad

COPE: vaticinio pesimista


No quiero ni pensar que los responsables de COPE puedan prestar oídos a algún supuesto «experto» que aconseja hacer una emisora plural, equidistante, respetuosísima con todo el mundo, incluso con los que embisten, como si el pluralismo aséptico y beato interesara a nadie.

por Vicente Alejandro Guillamón

Me había hecho el propósito de no intervenir en el debate caldeado de «Maura sí, Maura no», pero en versión COPE, o sea, «Federico y César Vidal sí; Federico y César Vidal no». Entre otras razones, porque nada debo a la «cadena de los obispos», nada espero de ella, ni nada me afecta lo que allí suceda. En la calle Montalbán siempre estuve vetado o proscrito, a pesar de que han habido desde antiguo personas en puestos decisivos, que dicen ser amigos míos. Ya me pasó algo por el estilo en el fenecido periódico Ya, con el agravante, entonces, que me hallaba en la calle, con una numerosa familia a mi cargo y sin lugar alguno donde ganarme la vida. Siempre me ha ocurrido así en los medios «católicos». Si una vez accedí contra mis deseos a la dirección de Vida Nueva, fue porque su presidente, don Antonio Montero, al que nunca he sabido decir que no, me pidió –no tenía a mano otro más tonto-, que me hiciera cargo de un buque a la deriva en plena tormenta tropical o conjura levítica. Pero mi propósito inicial se reblandece al comprobar el entusiasmo con que ciertos círculos clericales han acogido la decisión de Coronel de Palma de «negociar» la salida pactada de ambos comunicadores, al finalizar su contrato el 31 de agosto próximo, lo que en la práctica significa que dejaremos de oír sus voces hacia mediados de julio. No seré yo quien diga si la medida ha sido acertada o no, y si Federico, sobre todo, se pasaba o se quedaba corto. Ha sido un pacto entre adultos y se supone que uno y otros habrán sopesado lo que a cada parte conviene. Pero sí quisiera recordar que el estilo combativo de Losantos, no lo incorporó a la COPE el turolense, sino que viene de muy atrás, sin que nadie, hasta hace poco, se sintiera alarmado. Ni siquiera lo implantó el malogrado y aguerrido Antonio Herrero, que vaya tertulianos de que se rodeó, sino que fue José María García, con su peculiar manera de tratar a cuantos no iban por el carril que él trazaba, quien introdujo en la «cadena de los obispos» un estilo montaraz. ¿Recuerdan aquello de abrazafarolas con que motejaba a Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid; o cuando llamaba «Pablo, Pablito, Pablete», a Pablo Porta, presidente de la Federación Española de Fútbol? Sin embargo, nadie del mundo clerical, que yo recuerde, alzó una sola voz contra esta manera de hacer radio. La COPE estaba en almoneda, y la trouppe procedente de la desguazada Antena 3, logró salvarla de los aprovechados de turno que esperaban quedarse con ella a precio de saldo, como ya hicieron otros anteriormente con todos los bienes de EDICA. ¿Cuándo aprenderán nuestros benditos obispos? Ahora hay, clérigos en particular, que están elevando el Ideario a niveles sacros. Nada al margen del Ideario. El Ideario sobre todo. Desconozco ese Ideario, igual que todos los oyentes de la COPE. Si es cierto que lo redactó don Antonio Montero, será, sin duda, una pieza literaria muy matizada y excepcional. (Qué gran escritor se ha perdido la lengua española por causa de las tareas episcopales y sus afán de estar en demasiadas partes a la vez). Pero con Ideario sólo no se come. Y si un medio es muy fiel a sus principios pero pocos sus oyentes, es como si no existiera. Nadie puede ignorar que la salida de Federico y César Vidal producirá una gran dispersión de la audiencia de la COPE y, en consecuencia, de los ingresos. Una porción numerosa, quizás muy numerosa, seguirá a ambos comunicadores a donde quiera que vayan. Uno y otro, sobre todo Federico, han conseguido crear una masa de «fósforos», como decía Carlos Herrera, cosa muy difícil de alcanzar en los medios. Otros acaso huirán a otras emisoras hartos de estas peleas de clanes por el pastel de la cadena. Unos terceros tal vez sigan por simple pereza en la misma frecuencia. Luego permanecerán los fieles a un Ideario que nadie conoce, como he dicho antes, sólo por simple afinidad al espíritu católico de la emisora, pero ¿cuántos serán estos si la cadena no mantiene el nervio que ha tenido hasta ahora? He leído que sustituyendo a los cesantes con «los mejores periodistas, locutores, comentaristas y pensadores», naturalmente fieles al socorrido Ideario. Estupendo, pero, ¿dónde están, quienes son esos mirlos blancos de la comunicación? Si estuviéramos hablando de fútbol, ya le gustaría a Florentino Pérez tenerlo tan fácil para reflotar al Real Madrid, sin dejarse la chequera en fichajes estrella. En último término, ¿cuántos oyentes nuevos aportarán los que ahora, desde publicaciones minoritarias, aplauden con las orejas? Si todo fuera tan sencillo, porqué no aplican la fórmula a sus propias publicaciones, que bien necesitadas están de aumentar sus magras tiradas. En todo caso, que nadie eche en saco roto el vía crucis del Ya. Al llegar la Transición, no supo encontrar su sitio en la nueva situación, empezó a dar bandazos con una sucesión acelerada de capitanes del barco de muy variado pelaje, una plantilla totalmente desmedida, una forma de impresión ya fuera de tiempo y un régimen de propiedad embrollado y confuso. Consecuencia: el gran, pero vetusto, rompehielos se fue a pique sin que nada viniera a sustituirlo. Finalmente no quiero ni pensar que los responsables de COPE puedan prestar oídos a algún supuesto «experto» que aconseja hacer una emisora plural, equidistante, respetuosísima con todo el mundo, incluso con los que embisten, como si el pluralismo aséptico y beato interesara a nadie. Lo primero que hace cualquier empresario competente que se aventura en este complicado mundo de las comunicaciones sociales, es definir el segmento social e ideológico al que quiere dirigirse; cuantificar su base humana y sus posibilidades de captación; averiguar si hay «nicho» potencial de clientes para embarcarse en la aventura, y ya metido en harina, atender los intereses y opiniones de las personas a las que se dirige. Aquí, en cambio, me parece que vamos de gurús que opinan más con el hígado que con la cabeza y, desde luego, sin ninguna experiencia profesional ni empresarial. ¿Se ha consultado a don Bernardo? ¿Se ha consultado al padre Gago? ¿Qué expertos asesoran en este trance a Coronel de Palma? Señores míos, señores y beatíficos obispos, tienen ante sí una gravísima y doble responsabilidad: la continuidad en el trabajo de muchísimos de sus empleados y el mantener una audiencia maltratada por otras emisoras, o ignorada por las demás. Bien sabe Dios que quisiera equivocarme, equivocarme totalmente, sobre todo pensando en el personal de la plantilla y en los amigos que allí tengo, a los que nada debo, ni de los que nada espero, como he dicho al principio, aunque los quiero de todo corazón. Pero viendo lo que estoy viendo y la tropa que tanto se alegra con el cambio, no puedo disipar mi pesimismo.
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