Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Los dos Sínodos, el verdadero y el de los medios de comunicación


Respecto al próximo Sínodo sobre la familia se está produciendo el mismo fenómeno que condicionó al Vaticano II. Pero esta vez parece querida la duplicación, con todos los riesgos que comporta

por Sandro Magister

Opinión

En el primer consistorio de su pontificado, Jorge Mario Bergoglio no ha sido amable con la casta de los cardenales.

En la apertura de la sesión les ha enrostrado “rivalidades, envidias, bandos”. Y en la homilía de la Misa de cierre “intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos, preferencias”.

Y sin embargo es a este poco estimado colegio cardenalicio que Francisco le ha confiado la primera discusión importante a alto nivel sobre el tema del próximo Sínodo de los obispos –la familia-, en un tiempo como el actual, ha dicho el Papa, en el cual ella “es despreciada y maltratada”.

El Sínodo sobre la familia ha sido el centro focal de los encuentros llevados a cabo en el Vaticano durante los días pasados. Todo el colegio cardenalicio le ha dedicado dos días, el 20 y 21 de febrero. Y durante otros dos días, el 24 y el 25, lo ha trabajado el consejo de la secretaría general del Sínodo, que es un poco la aristocracia electiva de la jerarquía católica mundial.

Ambas reuniones se han celebrado a puertas cerradas, cosa que en sí no sorprende. Pero cuanto se ha entrevisto de esta marcha de acercamiento al Sínodo es suficiente para hacer todavía más palpable las novedades y las incógnitas introducidas por el papa Francisco.

La discusión de los cardenales fue introducida por una exposición de dos horas efectuada por el cardenal Walter Kasper. Mientras que el consejo del Sínodo examinó las respuestas, llegadas al Vaticano, al cuestionario remitido en octubre a todas las conferencias episcopales.

La exposición de Kasper no ha sido dada a conocer al público, sino que sólo fue resumida en la prensa en términos muy sucintos por el padre Federico Lombardi.

La decisión del papa Bergoglio de confiar a Kasper la exposición introductoria fue interpretada como la señal de un posible cambio de la praxis de la Iglesia sobre un punto neurálgico: la prohibición de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar.

Ya en los años ’90, en efecto, Kasper se había distinguido como partidario de un cambio, junto a otros cardenales y obispos alemanes. Quien detuvo todo fue Joseph Ratzinger, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Esta vez – según lo referido por el padre Lombardi – Kasper no volvió a proponer explícitamente un cambio, pero mantuvo alta la expectativa que eso podría llegar a ocurrir, en particular cuando ha propuesto que “el camino del sacramento de la penitencia puede ser un camino válido para una solución del problema".

Resulta que entre los sesenta y nueve cardenales que intervinieron luego de su exposición varios invocaron abiertamente innovaciones sobre este punto, como además ya había ocurrido durante los meses pasados en varias entrevistas y declaraciones de cardenales y obispos.

El mismo papa Francisco había dado una señal en esta dirección, cuando en el pasado mes de julio, en el avión que lo traía de regreso desde Brasil, se expresó con estas palabras crípticas:

"Un paréntesis: los ortodoxos tienen una praxis distinta. Ellos siguen la teología de la economía, así la llaman, y dan una segunda posibilidad [de matrimonio], lo permiten. Pero creo que este problema – cierro el paréntesis – se tiene que estudiar dentro del marco de la pastoral matrimonial".

Posteriormente el Papa quiso también la publicación de una nota del actual prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard L. Müller, muy firme al confirmar la intangibilidad del matrimonio indisoluble.

Pero ahora de nuevo Francisco ha dado señales de apertura al cambio, confiando a Kasper la tarea de introducir la discusión de los cardenales y complementándose vivamente con él al término de la misma.

Para la revocación de la prohibición de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar se han expresado – en forma casi plebiscitaria – también las respuestas al cuestionario presinodal hechas públicas hasta aquí.

Quienes han dado a conocer los resultados han sido las conferencias episcopales de Alemania, Austria y Suiza, contraviniendo con ello el compromiso de reserva pedido y sufriendo el leve reproche del Secretario general del Sínodo, el neo-cardenal Lorenzo Baldisseri.

Técnicamente el cuestionario no se presta a ser traducido en datos estadísticos confiables. Cualquiera podía responder y en las formas más diversas. Y es evidente que quienes se activaron para responder y dar a conocer las propias respuestas han sido casi solamente los partidarios del cambio, tanto como individuos y como grupos.

Al presentar el cuestionario a la prensa el pasado 5 de noviembre, el arzobispo Bruno Forte, Secretario especial del Sínodo, dijo que éste "no debe decidir por mayoría o seguir a la opinión pública", pero agregó también que "sería erróneo ignorar que una parte consistente de la opinión pública tiene una cierta instancia".

Pero los partidarios de una recepción favorable de las instancias de las “bases” se apoyan en dos expresiones que reaparecen con frecuencia en la predicación del papa Francisco.

La primera es que los pastores de la Iglesia deben tener "el olor de las ovejas".

La segunda y más explícita es que los pastores deben saber caminar no sólo delante y en medio de la grey, sino también detrás, “porque la misma grey tiene el instinto para encontrar el camino”.

Todo esto muestra un crecimiento de las expectativas en la opinión pública, dentro y fuera de la Iglesia. Expectativas de cambio de la doctrina y de la praxis católica no sólo sobre la cuestión de los divorciados que se han vuelto a casar, sino sobre otros aspectos que están hoy a la orden del día, como las uniones entre homosexuales, los modos para engendrar o adoptar hijos, etcétera.

Se puede prever que estas expectativas de la opinión pública se harán todavía más fuertes y acuciantes cuando se reúna el Sínodo en su primera sesión en octubre, con la sola tarea de recoger propuestas, al haber sido enviada a la segunda sesión del 2015 la formulación de las opciones operativas a presentar al Papa para la decisión última.

Está sucediendo entonces con este Sínodo, por decisión voluntaria del Papa y de las altas jerarquías, lo que sucedió inopinadamente con el Concilio Vaticano II, es decir, su duplicación en un concilio “externo”, muy activo en los medios de comunicación y en respuesta a otros criterios, capaces de influir en forma determinante en el verdadero Concilio.

Hace un año, en uno de sus últimos discursos como Papa, luego del anuncio de su dimisión, Benedicto XVI evocó esos dos concilios paralelos, vividos dramáticamente por él mismo en primera persona, con palabras de evidente claridad.

Dijo entre otras cosas:

"Fue el Concilio de los Padres – el verdadero Concilio –, pero fue también el Concilio de los medios de comunicación. Fue casi un Concilio en sí mismo, y el mundo percibió al Concilio a través de éstos, a través de los medios de comunicación.

"En consecuencia, el Concilio inmediatamente eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios de comunicación, no el de los Padres.

"El Concilio de los periodistas no se realizó, naturalmente, en lo interno de la fe, sino en lo interno de las categorías de los medios de comunicación de hoy, es decir, fuera de la fe, con una hermenéutica diferente.

"Fue una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio fue una lucha política, una lucha de poder entre diferentes corrientes en el interior de la Iglesia. Fue obvio que los medios de comunicación tomaron posición por esa parte que a ellos les parecía la más adecuada con su mundo.

"Sabemos cómo este Concilio de los medios de comunicación fue accesible a todos. En consecuencia, éste fue el dominante, el más eficiente, y el que ha creado tantas calamidades, tantos problemas, realmente tantas miserias: seminarios cerrados, conventos cerrados, una liturgia banalizada… El verdadero Concilio ha tenido dificultades para concretizarse, para realizarse. El Concilio virtual fue más fuerte que el Concilio real".

Como este paradigma "externo", producido por el mundo y por efecto del mundo, se convirtió en un verdadero y propio canon reconstructivo e interpretativo del Concilio Vaticano II, también se corre el riesgo que suceda lo mismo con el Sínodo sobre la familia convocado por el papa Francisco.

Es un paradigma que está cambiando también la presencia de la Iglesia en la escena pública, donde precisamente la familia está sometida a los desafíos más cruciales.

Un síntoma de esto es un artículo publicado en el último número de "La Civiltà Cattolica", la revista de los jesuitas de Roma que con el Papa jesuita ha visto crecer su rol de portavoz oficioso de la cúspide de la Iglesia.

El autor del artículo, el padre GianPaolo Salvini – ex director de la revista y muy amigo del fallecido cardenal Carlo Maria Martini – ha rescatado un documento de un año atrás de una comisión de la Conferencia Episcopal Francesa y lo ha vuelto a presentar como si fuese el modelo de la presencia de la Iglesia en la escena pública más acorde con los tiempos.

Ciertamente, la visión cristiana del matrimonio no es la misma que hoy se está imponiendo en varios países. Pero para "La Civiltà Cattolica" esto no debe ofrecer a la Iglesia una señal de "polémica encendida" o de condena:

"No debemos temer que nuestros modos de vida entren en contradicción con las normas en boga en la sociedad actual. Lo importante es que nuestro testimonio aparezca no como un juicio sobre los otros, sino como coherencia entre nuestra fe y nuestras acciones. De este modo será posible dar un aporte constructivo también a toda la sociedad".

Durante un breve período el episcopado francés, cuando era su presidente André Vingt-Trois, el arzobispo de París, se había comprometido vigorosamente para enfrentar la revolución sexual deseada por el presidente François Hollande. Benedicto XVI le había dado su pleno apoyo, con su vehemente y último discurso prenavideño pronunciado ante la Curia romana el 21 de diciembre de 2012.

Pero después, una vez que se convirtió en ley el matrimonio homosexual, los obispos franceses se han retirado de la escena pública, a pesar que las plazas se siguen llenando con católicos, judíos, musulmanes y agnósticos contrarios a esta y a otras leyes similares.

Los obispos de Francia han sustituido el espíritu de minoría creativa y combativa con un espíritu de minoría puramente testimonial, favorable a los “puntos de vista positivos contenidos en las razones de los otros” y alejada de condenas: "¿Quién soy yo para juzgar?".

Es por esto que han recibido el aplauso de los jesuitas de Roma, quienes los han elegido como modelos para la Iglesia universal con el imprimatur de las autoridades vaticanas y, en definitiva, del Papa.

Con el riesgo que, al atenerse a este modelo, se instaure entre la Iglesia y las potencias mundanas una relación no de diálogo sino de sumisión, como la que padecen los “dhimmi” [es decir, judíos y cristianos] en una sociedad musulmana.
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