Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Rajoy y la parábola de los talentos


Indudablemente uno de los principales viveros de votos del PP está en los católicos. Pero el PP tiene que darse cuenta que ese vivero no es incondicional.

por Pedro Trevijano

Opinión

Cierto escritor, desgraciadamente no recuerdo quien, escribió en cierta ocasión: “La Izquierda legisla toda clase de disparates, y luego llegan al poder los conservadores y los conservan”. Es exactamente lo que ha sucedido en España, donde el aborto, la legislación antifamiliar, la ideología de género, la de Memoria Histórica son leyes aprobadas por ese jefe de gobierno que ni siquiera era patriota: “el concepto de nación es discutido y discutible”, pero luego llega el PP con mayoría absoluta y mantiene intacta toda esa legislación. Una persona de mi total confianza, a quien hice saber mi descontento, me dijo: “Eso mismo se lo pregunté a una persona muy próxima a Rajoy y éste le contestó: ‘Lo que pasa es que mi Partido es muy plural con gente de muy diversas opiniones, y tengo que contentar a todos’”. Cuando oí esa contestación, no puede por menos de acordarme de un amigo mío, alto cargo en un gobierno de UCD, al que su ministro le decía: “No hagamos nada, porque cualquier cosa que hagamos, nos cuesta votos”. La consecuencia de esa política fue la bofetada histórica que se llevó UCD y que le hizo desaparecer como partido.

Indudablemente uno de los principales viveros de votos del PP, está en los católicos. Pero el PP tiene que darse cuenta que ese vivero no es incondicional. A los católicos se nos enseña que junto con la capacidad de amar, el gran don que Dios nos ha dado es la inteligencia, es decir la capacidad de pensar. Ahora bien, estoy alarmado porque hablando con muchos buenos católicos, les estoy oyendo decir: “O estos tíos espabilan, o yo desde luego no les voto. De mí no se ríen dos veces”. Los peperos piensan que, como los socialistas son mucho peores, en lo que estoy de acuerdo, porque a ésos simplemente les mueve el odio a la Iglesia y unas ideas religiosas, económicas y políticas absolutamente trasnochadas, nos veremos obligados a votarles, hagan lo que hagan.

Se olvidan del pequeño detalle que Benedicto XVI nos recordó a los católicos que los valores fundamentales son: “el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables”. Yo, desde luego, si veo que los valores humanos y cristianos básicos no son respetados por mi Partido, desde luego no les voto. Estoy dispuesto a votar a cualquier pequeño Partido de inspiración cristiana, en espera que un día pueda ser un voto útil, porque no veo mucha diferencia entre votar a cualquier Partido de ideología positivista y relativista, que no admita la Ley Natural, sea de izquierdas o de derechas.

Todavía estamos a tiempo que el Sr. Rajoy y sus barones rectifiquen. La actitud del Sr. Rajoy me recuerda la parábola de los talentos de San Mateo. (25,14-30). Tras elogiar y premiar a los siervos que han recibido cinco y dos talentos, leemos sobre el siervo que ha recibido un talento: “Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: ‘Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’ El Señor le respondió; ‘Eres un siervo negligente y holgazán’… Y a ese siervo inútil echadlo fuera”.

Quiero esperar que el Sr. Rajoy no sea ese siervo inútil, aunque ya ha perdido dos años y corre el riesgo de perder los otros dos, porque aunque la Economía es muy importante, la familia, el derecho a la vida son también muy importantes y no ha hecho nada por derogar una legislación profundamente antihumana y anticristiana.

Las elecciones no se ganan no haciendo nada ni adoptando la postura de don Tancredo, sino que así se pierden. Yo le pediría al PP que haga un esfuerzo para que sus votantes recuperen la ilusión y no se conviertan en exvotantes. Para ello lo tienen muy sencillo: hacer dos cosas que están obligados ya a hacer: tomarse en serio la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948, cosa que exige el artículo diez de la Constitución y cumplir su programa electoral, especialmente en lo referente a los valores.

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