Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El otro evangelio


Actualmente hay una gran desorientación entre muchos que pretenden estar al servicio de la doctrina católica, pero por los motivos que sean, se han alejado de ella con el resultado de desorientar a los fieles como sucede por ejemplo en el campo de los estudios bíblicos

por Pedro Trevijano

Opinión

San Pablo nos dice: “Me maravilla que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio. No es que haya otro evangelio; lo que pasa es que algunos os están turbando y quieren deformar el evangelio de Cristo. Pues bien, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os predicara un evangelio distinto del que os hemos predicado, ¡sea anatema!” (Gál 1,6-8).

Actualmente hay una gran desorientación entre muchos que pretenden estar al servicio de la doctrina católica, pero por los motivos que sean, se han alejado de ella con el resultado de desorientar a los fieles como sucede por ejemplo en el campo de los estudios bíblicos. Desde los años cincuenta la grieta entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe se ha hecho cada vez más profunda, a ojos vistas se alejaban uno del otro. La figura de Jesús, la que se basa en la fe, se hace cada vez más nebulosa, mientras que para el verdadero creyente sin su enraizamiento en Dios, la persona de Jesús resulta vaga, irreal e inexplicable, siendo por otra parte fundamental para la fe bíblica basarse en hechos históricos reales, pues se basa en una historia ocurrida sobre la faz de esta tierra. Creemos en la entrada efectiva de Dios en el mundo real. El método histórico, por ello y unido a la fe, precisamente por la naturaleza intrínseca de la teología y de la fe, es y sigue siendo una dimensión del trabajo exegético a la que no se puede renunciar.

Y si nos vamos a los dogmas concretos, el más controvertido es la virginidad de María: María va a ser madre y virgen a la vez. La Iglesia cree que María le dio a luz siendo virgen y que fue su único hijo. En cuanto a los hermanos de Jesús, de los que nos hablan los evangelios (Mt 12,46-48; Mc 3,31-35; Lc 8,19-21; Mt 13,55-56; Mc 6,3-4; Jn 2,12; 7,3.5.10), es una expresión idiomática que se explica fácilmente porque entonces las familias vivían juntas formando una gran familia o clan familiar y ésta es la razón de que se hable de hermanos de Jesús, habiendo además bastantes indicios de que esos hijos no se atribuyen a María.

Otra de las verdades de fe profundamente discutidas, como es lógico en aquéllos que piensan que la culpa de todos los males de la Iglesia los tienen el Papa y los Obispos, para ellos totalmente alejados de Cristo, es la infalibilidad del Papa. Aquí me parece que lo mejor es ver lo que dice la Iglesia sobre esta infalibilidad. El Concilio Vaticano I definió así la infalibilidad: “Con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cátedra, esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia” (Denzinger 1836). Claro que hemos de creer en la infalibilidad del Papa, pero sólo en las muy raras ocasiones que nos señala la Iglesia.

También el buenismo entra en el otro evangelio. En el episodio del Juicio Final en Mt 24,41-46 se nos habla del diablo, de sus ángeles y del castigo eterno. El demonio sale constantemente en la Biblia, recordemos simplemente el episodio de las tentaciones ((Mt 4,111: Mc 1,1213; Lc 4,113). El Concilio Vaticano II hace referencia a él en sus documentos nada menos que en diecisiete ocasiones. También el Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a él (números. 391 a 401 y otros). El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre el infierno: “1035. La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno”.

No son los únicos errores dogmáticos de los defensores del otro evangelio. Algunos llegan hasta negar la existencia histórica de Jesucristo, lo que más que un error dogmático, me parece un error histórico. Yo no creo en Mahoma, pero me parece un disparate negar su existencia, como lo es negar la existencia histórica de Jesús. Si Jesús no existió, cae la Resurrección, la Redención y todo el Cristianismo.

Pedro Trevijano
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