Viernes, 26 de abril de 2024

Religión en Libertad

Madre soltera por FIV


Las leyes permitieron a las mujeres acceder en solitario a la maternidad, por lo que, desde hace veinticinco años, las mujeres españolas han podido ser madres en solitario, tanto a través de la adopción, como mediante técnicas de reproducción asistida.

por Agustín Losada

Opinión

Históricamente, las mujeres que se quedaban embarazadas sin estar casadas en España eran desacreditadas, en un absurdo ejercicio de hipocresía. Evidentemente, para que tal hecho ocurriera, en el origen del embarazo debía haberse visto involucrado también un varón. Pero él nunca sufría el estigma social. Tan solo la mujer debía afrontar en solitario el escándalo de haberse quedado embarazada fuera del matrimonio, signo inequívoco de haber mantenido relaciones sexuales cuando no debía. Por eso, como se indica en un estudio del Instituto de la Mujer sobre el tema, en nuestra sociedad hubo durante muchos años niños a los que se hizo creer que eran hermanos de sus madres (solteras), e hijos de sus abuelos. Falsedad que no descubrían hasta que, por matrimonio u otra circunstancia, solicitaban una partida literal de nacimiento. Sólo las viudas escapaban a esta realidad de ocultación, puesto que gozaban de aceptación social, no exenta de conmiseración. Dado que, en cualquier caso, este fenómeno se trataba siempre de ocultar ante los demás, no existen estudios fiables sobre su incidencia real en España.

La Constitución Española de 1978 estableció en su artículo 39 “la igualdad de todos los hijos ante la ley, con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil”, lo que conllevó la reforma del código civil que condujo a la equiparación en derecho de todos los hijos, independientemente de su carácter matrimonial o extramatrimonial, consiguiéndose así respaldo jurídico para la maternidad de las mujeres solteras. Hubo dos hitos legales importantes que influyeron en este cambio: Por un lado, el ya citado de la Ley 21/1987, que modificó el Código Civil en materia de adopción. Y por otro, la Ley 35/1988 que reguló por primera vez las Técnicas de Reproducción Asistida. Tanto en un caso como en otro, las leyes permitieron a las mujeres acceder en solitario a la maternidad, por lo que, desde hace veinticinco años, las mujeres españolas han podido ser madres en solitario, tanto a través de la adopción, como mediante técnicas de reproducción asistida, siendo este hecho original con respecto a otros países de nuestro entorno.
 
Si se excluyen los casos de embarazos de adolescentes, que debemos considerar “no deseados” en su práctica totalidad, para entender el alcance de los casos de madres solteras podemos analizar los porcentajes de embarazos entre mujeres solteras de 35 años o más respecto de las casadas. Este grupo accede a la maternidad en solitario, ciertamente, por decisión propia. Pues bien, en el año 1985 representaban apenas un 6.3% de los nacimientos entre las mujeres de este grupo de edad. Tan solo veinte años después, esta cifra se ha incrementado hasta el 20.5%. Evidentemente, se incluyen aquí tanto a las “genuinas” madres solteras como a aquellas madres que conviven en pareja pero sin vínculo alguno. Esta cifra, con ser muy preocupante (por lo alta), aún es baja comparada con la media europea, que está en el 25.6%, destacando los casos de Francia, con el 42.3% o Suecia con el 49% de todos los nacimientos fruto de madres solteras.

En España, también en este aspecto, somos líderes respecto a otros países de nuestro entorno. Porque como cada vez está resultando más difícil la adopción por parte de mujeres solas, se está empezando a recurrir abrumadoramente a la opción de la inseminación artificial para lograr un embarazo para el que no se quiere tener que recurrir al concurso de un varón. Según la asociación de madres solteras por elección, Masola, ni la crisis económica ha conseguido disuadir al creciente número de mujeres que deciden ser madres en solitario. A falta de estadísticas oficiales, el incremento ha sido del 100% en la última década, según datos de los centros afiliados a la Asociación Nacional de Clínicas de Reproducción Asistida (Anacer). En este sentido se calcula que entre el 15% y el 20% de las mujeres que acuden a uno de estos centros lo hacen solas. Mientras que una de cada diez adopciones en España las llevan a cabo mujeres sin pareja. La propia página web de Masola anuncia a las potenciales interesadas el siguiente reclamo (por cierto, en inglés): “¿Quieres ser madre soltera por elección? Si quieres ser madre, pero no tienes novio o tienes novia (sic) la legislación española de reproducción asistida te permite acceder a un tratamiento de fecundación artificial con semen de donante. Pídenos información”. Entre los anuncios de dicha página hay otro, también en inglés, de un centro que ofrece inseminación artificial a domicilio. Proponen un 5% de descuento para comprar esperma de donante, que te llevan a casa… Sé que suena a otra cosa, pero es exactamente así como se anuncia.

Traigo estos datos porque echan por tierra uno de los argumentos más frecuentemente utilizados para defender la FIV, cual es el de que no se puede uno negar a satisfacer los deseos de paternidad de una pareja que por razones físicas no puede tener hijos “de forma natural”. Si esos padres tienen la posibilidad de acceder a un tratamiento artificial que les permita tener un hijo, es decir, traer una nueva vida a este mundo, ¿con qué derecho se oponen a ello los defensores de la vida? Ya se ve que la realidad es bien distinta: No se trata de respetar los derechos a la vida de un niño, que de otra manera no habría llegado a poder nacer. Se trata de una clara confusión del derecho que tienen los padres a tener un hijo con el verdadero derecho, que es el que tiene el hijo a tener unos padres… Un hijo nunca es un derecho de nadie. Porque no puede ser considerado un medio para nada. Mientras no respetemos la ecología, que nos hace a todos los hombres iguales frente a nuestros progenitores, estaremos atentando contra la dignidad humana. Cuando un hijo es forzado a nacer de forma artificial le colocamos en situación de inferioridad respecto a sus padres o a los médicos. Lo cual supone un evidente desprecio a su dignidad como ser humano, único e irrepetible. Y provoca situaciones como las que he señalado someramente, en las que la voluntad de una mujer de tener un hijo sin que participe en el proceso un hombre, lleva a forzar el nacimiento artificial de un hijo, huérfano de padre por elección de su madre… Muchos defienden este planteamiento, buscando ser consecuentes con el respeto a la libertad sin límites de la persona. No estoy muy seguro de si esos tales elegirían para sí, de poder hacerlo, ser hijos de una madre soltera por elección. Igual sí.
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