Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Beato Juan Pablo II


La santidad no es para unos pocos. La santidad está al alcance de todos, porque es una gracia que Dios ofrece a todos y que consiste en responder a esa gracia hasta identificar la propia voluntad con la voluntad de Dios

La alegría de la Pascua se ve incrementada este año por la beatificación del querido Papa Juan Pablo II. En este domingo in albis y de la Divina Misericordia, el mundo entero se desborda de alegría por la resurrección del Señor, por los nuevos cristianos que se han incorporado a la Iglesia en la vigilia pascual y este domingo deponen sus túnicas blancas (in albis) y porque contamos con un nuevo intercesor en el cielo, modelo de vida cristiana para todo el mundo, el beato Juan Pablo II.

Es el Papa de nuestra vida y de nuestra juventud. Esta beatificación, que realizará  su sucesor y estrecho colaborador Benedicto XVI, llena de alegría al mundo entero. ¿Quién no recuerda el acontecimiento de su muerte y sus funerales, tan recientes, que unificó a toda la humanidad en un mismo sentimiento de dolor por la pérdida de un ser tan querido? Ciertamente, estaba dotado de cualidades especiales para la comunicación. Pero lo que todos sentimos en ese momento que había muerto el Papa, y nos quedamos como huérfanos. Dios en su providencia amorosa nos ha regalado otro Papa estupendo, Benedicto XVI. Y la Iglesia continúa su misión en la historia con la colaboración de todos los que hemos sido llamados al seguimiento de Cristo y a ser sus testigos en medio de mundo.

 ¿Qué significa una beatificación? La Iglesia guarda el recuerdo de sus mejores hijos para proponerlos como modelo y como intercesores a los demás hermanos. Después del estudio atento de la vida, las virtudes y la fama de santidad del siervo de Dios Juan Pablo II, en la que intervienen muchas personas y se observan todos los trámites procesales, la Iglesia llega a la certeza demostrada de que éste hijo suyo ha ejercitado todas las virtudes de la vida cristiana en grado heroico. Y esta demostración está sellada por un milagro de Dios alcanzado por su directa intercesión. La Iglesia, con la autoridad del Sucesor de Pedro, propone a uno de sus mejores hijos al culto público, es decir, a la veneración que merecen los santos, colocándolo en los altares y teniéndolo en adelante como intercesor nuestro en el cielo y como modelo de vida cristiana para todos los hombres.

Sí, la santidad no es sólo para unos pocos. La santidad está al alcance de todos, porque es una gracia que Dios ofrece a todos. La santidad consiste en responder a esa gracia hasta identificar la propia voluntad con la voluntad de Dios, hasta identificarse con Jesucristo, nuestro redentor y nuestro modelo. No todos los santos han de ser canonizados, basta contener alguna muestra. Y en el catálogo de los santos hay modelos para todos los estados de vida, para todas las edades, para todos los continentes, para todas las situaciones. No hay institución en la historia de la humanidad que pueda presentar un álbum tan precioso y tan abundante. Los santos son los mejores hijos de la humanidad, los principales bienhechores de la humanidad. Los santos son quienes han cambiado la historia a base de amor, los que han vencido el mal a fuerza de bien.

Os invito, queridos sacerdotes, a que en todas las parroquias de la diócesis se celebren cultos solemnes en honor de este nuevo beato, el Papa Juan Pablo II. Que todos los fieles se encomienden a su valiosa intercesión. En nuestra Catedral de Córdoba, presidiré una Eucaristía solemne el miércoles 11 de mayo, a las 8 de la tarde. A todos los que vinisteis a sus funerales, os invito a acudir a su glorificación. Y especialmente, vosotros jóvenes, acudid a esta celebración. Es el Papa de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y en este año le encomendamos especialmente a todos los jóvenes que van a encontrarse en la JMJ de Madrid 2011.
 

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