Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El Papa lleva a todos de vuelta a la escuela


Benedicto XVI enseñó a los párrocos de Roma cómo se leen las Sagradas Escrituras. También a los seminaristas. Pero su lección es para todos. Y la ha puesto en práctica en su libro sobre Jesús.

por Sandro Magister

Opinión

En el segundo volumen de "Jesús de Nazaret", como ya lo hizo en el primero, Benedicto XVI propone una lectura de los Evangelios no solamente histórico-crítica, ni sólo espiritual, sino a la vez histórica y teológica: la única lectura que a su juicio es capaz encontrar al Jesús "real".

"Se trata de retomar finalmente – escribe en el prefacio del libro – los principios metodológicos para la exégesis formulados por el Concilio Vaticano II en ´Dei Verbum´ 12. Una tarea, lamentablemente, casi no afrontada".

El Papa Ratzinger había llamado la atención con fuerza sobre estos principios en su intervención en el sínodo de obispos del 2008, dedicado precisamente a la lectura de las Sagradas Escrituras. Y los había ratificado en la exhortación apostólica postsinodal "Verbum Domini", difundida el año pasado concluido aquel sínodo.

Benedicto XVI le da a este tipo de lectura de las Sagradas Escrituras tal importancia que lo adopta siempre más frecuentemente también en los encuentros que tiene con los sacerdotes y los seminaristas.

En los días pasados lo ha hecho dos veces: el 4 de marzo con los estudiantes del Pontificio Seminario Romano y el 10 de marzo con los sacerdotes de la diócesis de Roma.

El Papa Ratzinger suele reunir en torno a sí a sacerdotes de Roma y al inicio de cada Cuaresma. En los años pasados había respondido a sus preguntas. Este año en cambio, ha tenido con ellos una "lectio divina", comentario de un pasaje de los Hechos de los Apóstoles.

Qué cosa es una "lectio divina", Benedicto XVI lo ha explicado en la "Verbum Domini". Es una "lectura orante" de las Sagradas Escrituras que se desarrolla en cuatro momentos fundamentales:

– la "lectio": qué dice el texto bíblico en sí;

– la "meditatio": qué nos dice el texto bíblico a nosotros;

– la "oratio": qué decimos nosotros a Dios en respuesta a su Palabra;

– la "contemplatio": cuál conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide Dios a nosotros.

A los estudiantes del Pontificio Seminario Romano, es decir a los futuros nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, reunidos la noche del 4 de marzo, Benedicto XVI les ha dado una "lectio divina" sobre un pasaje del capítulo 4 de la carta de Pablo a los Efesios.

El Papa se detuvo sobre algunas palabras clave, en su lenguaje original: la llamada (que en griego, dijo, tiene la misma raíz de "Paraclito", el Espíritu Santo), la humildad (la misma palabra griega que san Pablo emplea para indicar el abajamiento del Hijo de Dios hasta hacerse hombre y morir en la cruz), la dulzura (la misma palabra griega que se encuentra en las Bienaventuranzas).

A los sacerdotes de Roma, en cambio, el Papa Ratzinger ha comentado el llamado "testamento pastoral" de san Pablo, su conmovedor discurso del adiós a los cristianos de Éfeso y de Mileto, que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 20.

La "lectio" se tuvo en el Aula de la Bendición, tras la fachada superior de la basílica de San Pedro, aquella de la cual los Papas salen después que han sido elegidos y para las bendiciones solemnes.

Benedicto XVI habló por más de una hora, espontáneamente, teniendo en frente sólo una hoja con unos apuntes.

Por lo mismo, la trascripción, con los necesarios controles, ha requerido tiempo. Y así, cuando ha sido hecha pública, era ya considerada por los medios de comunicación como muy "vieja" para ser relanzada.

En consecuencia casi nadie, aparte de los sacerdotes presentes, ha sabido de ella.

Sin embargo, la "lectio divina" tenida en aquella ocasión por el Papa es de las que ameritan ser leídas y gustadas por entero. Es un ejemplo de primer orden de adherencia tanto a la letra como al espíritu de las Sagradas Escrituras, tras las huellas de Orígenes, Ambrosio, Agustín, Gregorio, de los Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos medievales. Con una atención viva a los desafíos del tiempo presente y a las incidencias de la Palabra de Dios sobre nuestra vida.

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