Martes, 23 de abril de 2024

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No dejemos a los banqueros caer en la tentación

por Apolinar F.

El dolor que estamos viviendo de pérdidas de empleos, cierres de empresas, familias sobreendeudadas, destrucción de riqueza y ahorro, es decir, lo que ahora llamamos crisis, y que los políticos de turno ya nos irán diciendo cómo hay que llamarlo según sus conveniencias, no ha sido algo ni fortuito como un terremoto ni inevitable como los ciclos de la luna. Detrás están los errores concretos de personas concretas, ya sea por negligencia, por incompetencia, por malicia, o por una combinación de todas ellas. Sería muy útil identificar a los culpables, para que haya justicia y asuman sus responsabilidades, para que reparen lo que sea posible y para que actitudes como éstas no vuelvan a repetirse. Muchos son los culpables y en distinto grado. Pero, de entre todos ellos, hoy me gustaría fijarme en la codicia de los banqueros como parte destacable de este desastre del que aún no está claro cómo y cuándo saldremos.

¿Qué tiene la codicia de los banqueros que la hace tan destructiva?, ¿por qué la codicia de los panaderos, transportistas o maestros, tan buena o mala gente como los banqueros y también responsables de servicios de amplia incidencia social, no es capaz de crear una crisis de estas dimensiones, ni parece que lo pueda ser? 
 
La razón de esta virulencia quizá se encuentre en que las reglas que rigen hoy el negocio bancario no solo permiten, sino que incitan a los banqueros a dar rienda suelta a su codicia que, como toda codicia, no conoce límites. Reglas que puede que legalicen actuaciones que de otra forma las llamaríamos fraude. Reglas que quizá han llevado a mucha buena gente en las altas esferas de la banca a una situación de adicción a su propio poder y riqueza, y de la que ya les puede ser casi imposible salir sin ayuda.
 
¿Quién podrá ayudar a los banqueros? En principio, las reglas las elabora el regulador y de ahí debería venir la ayuda. Pero del regulador también se dice que ha fallado. De él se esperaba que mediante la exigencia del cumplimiento de sus reglas fuese capaz de moderar la fiesta, de poner orden o incluso terminar con la fiesta si las cosas se ponían feas. ¿Fue esta una pretensión realista? A la vista de los hechos parece que no. ¿Se puede ayudar a un alcohólico con unos buenos consejos pastorales todos los domingos y la entrega de una colección de libros sobre vida sana, y mientras seguir organizándole fiestas y copas todos los días de la semana? ¿No sería más efectivo motivarle, sí, pero también ayudarle a cambiar de estilo de vida y a evitar las situaciones que le llevan a beber? Puede que el regulador se debería plantear hacer lo mismo con los banqueros. Motivarles, sí, pero sobre todo cambiarles el estilo de negocio bancario y evitarles las situaciones que les llevan a una asunción excesiva de riesgos, sin más límite que su codicia, que una vez empezada siempre estará insatisfecha.
 
¿Qué reglas han fallado en el negocio bancario tal y como se practica hoy, y cómo deberían cambiar? Este no es un tema sencillo, pero un discurso reciente del gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King http://www.bankofengland.co.uk/publications/speeches/2009/speech406.pdf >>, un discurso valiente para un alto cargo público, y por tanto inusual, puede dar luz sobre un cambio necesario: el Estado debe moderar sustancialmente su apoyo incondicional a la banca. En esencia, entiende que los incentivos para ser prudentes prácticamente desaparecieron ante la creencia por parte de todos los agentes de los mercados de que la gran banca contaría con el apoyo generoso de los gobiernos, creencia que como hemos visto resultó ser cierta.
 
Tal y como funciona la gran banca por ser un negocio privado, los beneficios son para los accionistas, los altos cargos en forma de retribuciones, y cabe añadir para aquellos grupos de interés que se benefician de su amistad. Pero por contar con el apoyo del gobierno, con poder para comprometer el futuro económico de los ciudadanos, las pérdidas las soporta el contribuyente de modo que a la gran banca y sus inversores siempre les quede algo. Ante esta situación, ¿quién puede resistir la tentación a apostárselo todo, e incluso de endeudarse a tope para seguir apostando? “Hagan juego, señores, el contribuyente asume las pérdidas”. Los banqueros sin duda no lo resistieron, y entraron de forma masiva en una operativa muy arriesgada, capaz de poner en peligro a toda la sociedad, como así ha sido. Y por haber extendido el mito de que una función de la banca es “intermediar en los plazos” (siempre en la dirección de endeudarse a corto plazo para prestar a largo plazo), consiguió acceso a una financiación a corto plazo más barata que sus inversiones, algunas buenas, otras dudosas y otras tóxicas, a plazos más largos y, por tanto, más caras. Para qué preocuparse por la liquidez, como hacen el resto de empresas del mundo, si también se cuenta con el mito de que los bancos centrales deben estar dispuestos a cubrir sus necesidades de liquidez, e incluso de solvencia, como la crisis también ha demostrado.
 
La gran banca y sus inversores sabían que no se les iba a dejar caer, y como se les ha confirmado que esto sigue siendo así (después de las dudas que planteó la quiebra de Lehman Brothers), han vuelto a las andadas. Para esto ahora cuentan también con el dinero barato de los programas de estímulo monetario. Las actividades de casino recobran su fulgor, los precios de las acciones y las materias primas suben con fuerza mientras el préstamo a las empresas y familias sigue descendiendo. Vuelven los beneficios record y los bonus millonarios en algunos de los bancos considerados “demasiado importantes para quebrar”, mientras el resto de la economía no acaba de levantar cabeza y el paro sigue aumentando.
 
¿Cómo ha conseguido la gran banca que se la considere “demasiado importante para quebrar” y que los gobiernos estén dispuestos a hipotecar a generaciones con tal de salvarla? ¿Por qué no lo hemos conseguido los panaderos, los transportistas, o yo mismo? 

Sin duda, ésta no ha sido una conquista de una noche. Detrás hay décadas, puede que siglos, de lograr el apoyo de los gobiernos, de lograr la legalización de la falsificación de moneda que supone el multiplicador bancario, de educar a la sociedad para que crea que la banca es distinta a lo que es la lógica económica para todos los demás. Sobre estas bases, han podido expandir su influencia a todas las esferas de poder dada su capacidad para crear crédito a quien mejor estimen y sin necesidad de ahorro previo. Y, por último, han conseguido tomar al resto de la sociedad como rehenes al mezclar sus actividades bancarias que son críticas y vitales para una sociedad, las que tienen que ver con los sistemas de pagos y custodia de efectivo, y que bajo ningún concepto pueden fallar, con sus actividades tremendamente lucrativas de casino, comisiones y crédito barato.
 
Por esto, quizá, el gobernador del Banco de Inglaterra entiende que una medida necesaria para ayudar a los banqueros a cambiar su estilo de negocio sea separar las actividades de riesgo, de casino como dice él, de las actividades que sean básicas para la sociedad, y que solamente éstas últimas cuenten con el apoyo del gobierno. La separación de las actividades bancarias según su riesgo y función social es posible, como también entiende el gobernador del Banco de Inglaterra, y la limitación de la garantía del Estado deseable. Cabe añadir, que este modelo bancario no generaría crisis profundas y generalizadas, pues el riesgo de contagio sería limitado y se perdería la amenaza implícita con la que cuenta la banca “demasiado importante para quebrar”: “si yo quiebro se caen los sistemas de pagos y muchos moriréis de hambre”. Pero este modelo de negocio bancario, sin la alegría que produce contar con el rescate del contribuyente si las cosas se tuercen, no sería tan rentable. Por eso, será frontalmente opuesto por la poderosa e influyente banca desde los todos los campos desde los que normalmente actúa: la política, los medios de comunicación y el mundo académico. Querido lector, no espere una rendición sin lucha. Mientras tanto, tenga preparada su cartera por si la gran banca entra en pérdidas.
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