Jueves, 25 de abril de 2024

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"No deben desinteresarse de la política" Papa Francisco

"No deben desinteresarse de la política" Papa Francisco

por La divina proporción

Las experiencias de mezclar cristianismo y política nunca han sido muy recomendables. Sin duda el Santo Padre no nos llama a entrar a lo loco en política, ya que esto sería peor que guardar una medida distancia. Reflexionemos un poco sobre el tema:

 ¿Qué tumba te retiene? Tus malas costumbres, tu falta de fe. Es de la tumba que Cristo te ha liberado, de esa tumba tú resucitarás, si escuchas la Palabra de Dios. Lo mismo si tu pecado es grave y no puedes limpiarlo por las lágrimas de tu arrepentimiento, la Iglesia, tu madre, llorará por ti, ella que interviene por cada uno de sus hijos como una madre viuda por su único hijo. Pues ella comprende por una clase de sufrimiento espiritual lo que es natural, cuando ella ve que sus hijos son arrastrados hacia la muerte por sus vicios funestos. (San Ambrosio. Tratado sobre el Evangelio de san Lucas, 5, 89)

Las palabras de San Ambrosio están llenas de esperanza. Esperanza de no quedar atados por las ataduras de la sociedad en la que vivimos. Esperanza de tener a la Madre Iglesia como fuente de vida y de fortaleza.

Los católicos nos sentimos extraños en una sociedad que da valor a aquello que nosotros interpretamos como innecesario o incluso dañino. En la Epístola a Diogneto, un texto de los primeros siglos del cristianismo, se indica que los cristianos “Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.”

Esta sensación de no pertenecer a la sociedad donde vivimos tiene dos consecuencias. La primera es la tendencia a no sentirnos afectados por el devenir de la sociedad. Nos encerramos en nuestros círculos o burbujas y vivimos desprendidos de lo que acontece fuera. La segunda consecuencia es que tendemos a vivir nuestra fe de forma privada y alejada de las demás personas, como si tuviéramos temor de mostrar lo que creemos. Si vivimos encerrados en burbujas ¿Qué modelo alternativo de vida podemos ofrecer a la sociedad?

Lo grave de estas consecuencias es que las reproducimos dentro de la propia Iglesia, dando lugar a comunidades que no son tales, sino colectivos donde no existe comunicación ni vivencias comunes. La comunidad necesita de personas que compartan las vivencias cotidianas y que además, tengan como centro a Cristo.

Los problemas de nuestras comunidades, se hacen más evidentes cuando pensamos en la misión evangelizadora. Pensemos en el evangelio del pasado domingo. Tres parábolas en las que hay varios puntos en común: la pérdida, el encuentro y la alegría de reintegrar lo que se había perdido. Si una persona alejada decide volver  a vivir la Iglesia dentro de nuestra comunidad ¿Sentirá la alegría que narran las parábolas? ¿Sentimos nosotros esa alegría cada vez que traspasamos el umbral de nuestra comunidad?

Estas reflexiones se encaminan hacia una solicitud que el Santo Padre ha realizado ayer lunes 16 de Septiembre en su homilía de Santa Marta.

El Papa Francisco señaló que "los ciudadanos no deben desinteresarse de la política sino que es importante participar en el bien común”. El Papa ha subrayado la importancia de la oración y ha recordado que la Doctrina Social de la Iglesia define a la política como «una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común» y ha agregado que nadie puede «lavarse las manos».

Estas palabras del Santo Padre pueden sonar bien o mal, según nuestros intereses personales, pero ¿Qué sentido tiene entrar a trabajar por el bien común, si este bien escasea en nuestra propia comunidad? Si somos valientes y entramos en la vida política ¿Qué podemos ofrecer como modelo de convivencia y vivencia en armonía? Lo normal sería mostrar como ejemplo el compromiso que ya vivimos en una comunidad cristiana. Pero ¿Conocemos este compromiso? ¿Lo vivimos? ¿Nuestra comunidad puede ser ejemplo para la sociedad?

Sinceramente, para que buenos cristianos lleguen a gobernar un país, las comunidades cristianas que sostienen a estas personas, deberían ser muy diferentes de las que conocemos en la actualidad. Los edificios se construyen desde los cimientos y nuestras comunidades necesitan de una fuerte transformación.

¿Queremos buenos políticos cristianos?
 Cultivemos nuestras comunidades con amor, paciencia y mucha oración.

 

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