Martes, 16 de abril de 2024

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No confundir misericordia con permisividad

No confundir misericordia con permisividad

por Un alma para el mundo

  NO DEBEMOS CONFUNDIR LA MISERICORDIA CON LA PERMISIVIDAD

            Soy Rector del Santuario de la Divina Misericordia en Murcia. Tengo ocasión de predicar y fomentar muchas veces esta virtud que nace del Amor de Dios hacia nosotros. Pero no podemos confundir misericordia con permisivismo. Traigo aquí un artículo  de un Pastor protestante que habla con mucha claridad sobre el tema. ¿Debemos aprender los católicos de nuestros hermanos evangélicos? En algunas cosas parece que sí. Y viene bien recordarlo cuando en el Sínodo de Obispos se está hablando tanto de MISERICORDIA.

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(Efesios 5: 3-7) “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos”

¿Cuándo fue la última vez que se enseñó acerca del pecado de índole sexual y de sus consecuencias en su comunidad?

Muchos me responderán que no tocan ese tema porque creen que no es necesario, ya que los creyentes ya saben acerca de ello, pero pienso que es una simple excusa para no poner el dedo en la llaga en una cuestión que ha alcanzado niveles de iniquidad devastadores, por ser para muchos en estos tiempos, una práctica de pecado oculto.

Hay una pregunta que constantemente me hago a mí mismo, ¿por qué hay tantos en tantas comunidades  que se dicen cristianos y practican algún tipo de pecado de índole sexual?

Jóvenes, y no tan jóvenes, muchos viven en práctica de pecado. Pero no sólo debemos pensar en inmoralidad sexual, sino también en inmoralidad de cualquier otro tipo, cuando la Biblia clarísimamente nos enseña que “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3: 9) Entonces, ¿Por qué se engañan así mismos llamándose lo que no son, esto es, hijos de Dios? Y ¿Por qué tantos pastores hacen la “vista gorda” cuando saben que se comete práctica de pecado, y les consienten como miembros de sus congregaciones, y aún les tienen en diferentes cargos y en diversas responsabilidades ministeriales?

Unos se sienten cómodos en su pecado, más aún, cuando no son reprendidos, y los otros temen quedarse sin Iglesia, sin grupo, sin comunidad, si empiezan a hablar con claridad del tema.

Unos aceptan el engaño, y los otros se convierten en pasivos encubridores de iniquidad, llegando a ser temerosos y cobardes, porque todo aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado (Sgto. 4: 17)

¿Será esa una comunidad que agrade a Dios? ¿Cuánto tiempo tardará el Señor en retirar el candelero de ese lugar, si es que no lo ha hecho ya? (Ap. 2: 5)

Los creyentes no debemos confundir la misericordia con la permisividad, pero eso es algo que está ocurriendo hoy en día cada vez más, y es el caldo de cultivo de la iniquidad. Con esa actuación ilegal ante los ojos de Dios, se fomenta el pecado oculto entre los que se dicen creyentes.

Muchos enseñan así: “Dios te conoce, sabe acerca de tus debilidades, pero te acepta tal y como eres”. Diciendo de este modo, están lanzando un mensaje subliminal: “Ya que Dios me acepta como soy, acepta mi pecaminosidad…puedo seguir pecando”.

Dios nos ama, pero Dios abomina el pecado del pecador, y manda (no sólo desea) que el que peca deje de hacerlo para que Él le pueda recibir: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os recibiré” (2 Corintios 6: 17)

El que no se aparta del mal, para el Señor no es miembro de la Comunidad aunque esté en ella, de la misma manera que nosotros que somos de Dios no somos del mundo, aunque estemos en él (1 Juan 5: 19)

La Biblia nos enseña que, como parte del misterio de la iniquidad (2 Ts. 2: 7), se iban a levantar hombres condenados que, encubiertamente, es decir, de forma oculta y disfrazada de piedad, iban a colarse en las filas de los santos, con el inicuo fin de transformar la gracia de Dios en simple y llano libertinaje (Judas 4).

¡Esto está ocurriendo hoy en día en tremendas proporciones!

Se usan los términos gracia y misericordia para establecer una línea de pensamiento y creencia absolutamente apartados de la verdad escritural. La finalidad con que se usan torcidamente estos términos santos, es para promover actitudes y acciones de pecado entre los cristianos, de manera que llegando a creer ser justificados por esa presunta gracia y misericordia, puedan seguir adelante en su iniquidad, sin ser redargüidos por sus conciencias.

Esto es transformar la gracia en libertinaje.

Interesada interpretación de la Palabra

Pero muchos escudan su pecado, el cual les es agradable (He. 11: 25b), argumentando que Dios da mucha más gracia cuando el pecado abunda (Ro. 5: 20), y de que el amor (y Dios es amor) cubrirá multitud de pecados (1 Pr. 4: 8)… ¡Cómo se puede  torcer el sentido de la Palabra de Dios cuando se quiere!

Es cierto que la gracia de Dios sobreabunda ante la abundancia del pecado del que peca, pero sólo cuando genuinamente se arrepiente y se aparta de esa práctica inicua.

Es cierto que el amor cubre multitud de pecados, pero eso no nos concede licencia alguna para pecar. El amor cubre el pecado del que se arrepiente, porque al hacer así, la sangre del Hijo limpia ese pecado, y de esa manera podemos tener comunión unos con otros, así como con Dios (1 Juan 1: 7)

Por lo tanto, la resolución final de todo esto es, que tiene que haber un verdadero apartarse del pecado, confesándolo. Esto es arrepentirse. Todo lo demás, es polvo y ceniza..

Seamos valientes, y  expongamos a la luz el pecado, y no temamos que nos vayan a dejar o abandonar por así hacer…y si nos dejan, no nos dejan a nosotros, sino a Aquél que nos comisionó a que como verdaderos hijos de Dios, seamos luz en medio de una generación perversa y amadora del pecado.

© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.

 

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