Sábado, 20 de abril de 2024

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«Nada envalentona más la audacia de los malos que la debilidad de los buenos»

por Manuel Morillo

 

Acceder a La crisis de la soberanía
«Nada envalentona más la audacia de los malos que la debilidad de los buenos» 

León XIII
Enciclica Sapientæ Christianæ

 "Las ciudades perecen cuando no saben distinguir los buenos de los malos" (Antistenes)

Si no reaccionas, la legislación tiránica  desarrollada por los partidos del sistema se consolidará y se asumirá lo legal como legítimo por el subcosciente colectivo de los españoles

 

 Todo lo que manda el Rey, que va contra lo que Dios manda, no tiene valor de Ley, ni es Rey quien así se desmanda.

 

(Lope de Vega)


¿Cuál es el carácter distintivo de la verdadera autoridad?: el "buscar el bien de los subordinados".   El príncipe, o la facción política que no busca en su gobierno el bien común, sino su bien particular, recibe de Santo Tomás el nombre de «tirano» (De Reg. Princ.). Las disposiciones que emanan de un régimen tiránico «magis sunt violentiae quam leges» (la 2ae, 96. 4, c.); y si según los diversos regímenes de una ciudad: reino, aristocracia, oligarquía, democracia, se dan nombres diversos a las leyes: constitutiones principum, senatus consulta, jus praetorium, vel honorarium, plebiscita,ninguna ley puede recibir nombre de un régimen tiránico: «... aliud autem est tyránnicum, quod est omnino corruptum: unde ex hoc non súmitur aliqua lex» (la 2ae, q. 95, 4, c).

«Tirano es aquel que manda a súbditos que no le quieren obedecer, el que por la fuerza quite la libertad a la nación, el que no mira por la utilidad del pueblo sino que atiende sólo a su propio enaltecimiento y a dilatar su dominio y su cetro usurpado” (...): “Si el rey atropella al reino, óiganlo bien, honorables senadores, si el rey atropella al reino, entrega al robo las fortunas públicas y privadas y desprecia y vulnera las leyes públicas y la sacrosanta religión, si su soberanía, su arrogancia, su impiedad llegasen hasta insultar la divinidad misma, entonces no se le debe disimular en ningún modo; como esto es peligroso, lo mejor sería deliberar sobre lo más conveniente en grandes reuniones después de advertirle al príncipe para que se corrigiera, haciéndole la guerra de lograrlo, declararlo enemigo público, darle muerte. ”». 

(Juan de Mariana)

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