Viernes, 19 de abril de 2024

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Mucho más que una clase

Mucho más que una clase

por Duc in altum!

 Una de las ventajas de ser abogado es que puedes desempeñarte en muchas áreas y, desde ahí, trabajar por el cambio social. La educación –dentro del contexto escolar- es uno de esos campos. En los países más desarrollados, como Suecia y Alemania, la figura del profesor no es un accidente histórico o burocrático, sino un punto de referencia obligado para el progreso, alguien que se encuentra a la altura de las circunstancias. Si a la capacidad intelectual le agregamos el ímpetu de los valores, nos encontramos con un(a) buen(a) maestro(a) de pies a cabeza. Por lo tanto, estar al frente de un aula o salón de clases, no es cualquier cosa, ya que implica dar lo mejor de uno mismo a favor de las nuevas generaciones; es decir, con la mirada puesta en la construcción del futuro a mediano y largo plazo, aunque a lo mejor nunca se alcancen a ver los frutos.  

Detrás de una clase común y corriente, está el desvelo del profesor que la preparó, la creatividad del alumno que trajo la tarea, el esfuerzo de los papás que hicieron hasta lo imposible para inscribir a sus hijos, la claridad con la que la maestra explicó las primeras reglas del álgebra, etcétera. En otras palabras, el paradigma de la educación es inherente a la lucha del ser humano contra la mediocridad, esa actitud indiferente que ahoga las habilidades y talentos de los estudiantes. Quienes tenemos la suerte de enseñar  y –por azares de la vida- nos toca hacerlo en la clase de las 7AM, sabemos que despertarse tan temprano y levantar el interés del salón parece un duelo de titanes; sin embargo, vale la pena porque todo lo que hagamos por ellos tendrá un impacto que pasará de generación en generación. Quizá, de entre nuestros alumnos, surja el próximo gobernador o la siguiente ganadora de un Nobel. Suena fantasioso, difícil de creer, pero la historia nos enseña que lo imposible puede llegar a sorprendernos más adelante con una buena dosis de realidad. Como profesores, tenemos que estar al día; es decir, a la vanguardia, pero sin que esto se convierta en un pretexto para dejar de conjugar la exigencia con la prudencia, pues -a veces- por sentirnos tan modernos, terminamos echando a perder todo el proceso de aprendizaje. No busquemos ser de los maestros populares, aquellos que se venden, sino hombres y mujeres interesados en sacar lo mejor de cada estudiante. Termino con una frase que me gusta decir en mis clases y/o talleres: “yo soy de los maestros que se aprecian a largo plazo; es decir, cuando comprueban que lo que les exigí siempre tuvo sentido como un bien para sus vidas”.

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