Los políticos, ya en celo electoral

Apenas anunciadas las elecciones generales para el 20 de diciembre próximo, todos los cabezas de fila de todos los partidos, los adjuntos y cuantos aspiran aunque sólo sea a un transportín en los hemiciclos parlamentarios, se han puesto de inmediato en movimiento frenesí. O sea, que han entrado en celo electoral, muchos de ellos haciendo gran estrépito, como el ciervo rojo durante la berrea. (Eso de rojo no significa alusión a nadie en concreto, aunque algunos, por los berridos que dan, bien pudieran sentirse aludidos).

En esta línea de los cérvidos (tampoco me refiero a ninguna clase de cornamenta), un tal Pedro Sánchez, que dice presentarse por el viejo partido de don Pablo Iglesias (el “Abuelo”, como lo llamaban cariñosamente su grey, no el Pablo Iglesias castrista a la venezolana de ahora), ha empezado a decir unas cosas contra la Iglesia y sus ramificaciones que no las mejorarían ni don Alejandro Lerroux en su época de Emperador del Paralelo ni la revista satírica La Traca.

Yo no sé quien asesora a estos políticos, pero a veces pienso que sus enemigos porque, vamos a ver, ¿a qué sector del electorado quiere dirigirse el tal Pedro Sánchez, con sus rancias soflamas anticlericales? Pero, alma de Dios, ¡si en ese sector hay más gatos que ratones que llevar a las urnas: IU, Podemos, ERC e Iniciativa -si queda algo de ella o del PSUC en Cataluña-, Compromís en Valencia, etc.!

Yo creo que a falta de un programa electoral coherente y realista, estos siniestros (quiero decir, de la parte izquierda del espectro político), en un apolillado ejercicio de maniqueismo ideológico, se ensañan con la Iglesia y sus instituciones como si fueran muñecos de pim-pam-pum.

Además hay que ver el tono que emplean: iracundo, amenazador, belicoso, como si les debieran y no les pagaran, o como si en lugar de gobernar aspirasen a restablecer la guillotina, lo mismo que hicieron sus ancestros de la Revolución francesa, Lenín y los suyos en la Revolución soviética o el Frente Popular de la Segunda república española. La vuelta atrás hacia los peores tiempos de la ”memoria histórica”.

No me extraña que se comporten así, porque el izquierdismo, todo él, es arcaísta, anticuado, mohoso. Ante un presente que les fastidia, vuelven la vista a lo antiguo, a un pasado quimérico que les puede parecer bucólico, pastoril, pero que es más falso que un euro de plástico. Significa la negación del progreso, aunque se proclamen más progresistas que la madre que los trajo.

En todo caso , únicamente son “progresistas”, de cintura para bajo. ¡Hala, todo a cien! Mejor aún, todo gratis, a escape libre. Luego pasa lo que pasa, que como todo vale, llega el parejo, se enfurruña con la pareja y, al final, una más en la tristísima lista de la barbarie deshumanizada. Y lo que te rondaré morena, porque si siembras vientos, cosechas tempestades.