Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Los nuevos desafíos de la Bioética


por Pedro Trevijano

Opinión

El aumento del conocimiento médico y la rápida expansión de la tecnología nos abren a posibilidades desconocidas hasta ahora, pero también a desafíos insospechados. En medicina, en el campo de la ética médica, se están dando continuamente avances, que originan situaciones límites hasta ahora desconocidas, lo que hace que la aplicación de los principios, entre los que hay que destacar el respeto a la vida y dignidad humanas, no siempre sea clara ni evidente.

Para empezar hay que estar muy bien informados, para lograr así experiencias comunes que nos permitan llegar a poder afirmar que los principios se están aplicando correctamente. Actualmente, la atención se concentra sobre todo en los problemas de la bioética, problemas que afectan a la acción más que al conocimiento. Hoy el teólogo no discute la exactitud de las teorías científicas, sino que la problemática se ha desplazado al nivel de la técnica y sus implicaciones morales. Actualmente ya no sólo es posible una sexualidad sin reproducción, sino también una reproducción sin sexualidad. La Genética ha dejado de ser una ciencia meramente teórica, para convertirse en una ciencia aplicada, cuyas consecuencias en el desarrollo tecnológico de la humanidad comienzan a poseer un extraordinario interés.
En efecto, los progresos científicos han hecho que la fecundación artificial en el seno materno o en el tubo de ensayo, así como las investigaciones en laboratorio, sean problemas morales candentes. ¿Qué pensar de ello?

La Nueva Genética ha abierto un extraordinario abanico de posibilidades de manipulación de los seres vivos y del mismo ser humano. Parece sumamente probable que la historia de la humanidad considerará la Nueva Genética como una página transcendental en el progreso humano, llena de posibilidades y también de riesgos. La ciencia nos ha desvelado, especialmente tras la secuenciación del ADN humano, que el código genético determina la estructura de la individualidad corporal, tanto en lo referente a la pertenencia a la especie humana, con un programa genético específico de nuestra especie, como en lo que respecta a las características individualizantes. Se ha abierto así el camino a nuevas tecnologías, con importantes consecuencias farmacéuticas y medicinales, y gracias a ellas el hombre puede aislar los genes, construirlos, multiplicarlos, injertarlos dentro de células, examinarlos en sus funciones específicas, escoger el sexo de la nueva criatura, transportarlos de un ser viviente a otro ser viviente, surgiendo así la Ingeniería Genética. Los científicos han comenzado a manipular el material genético con el fin de disponer de un instrumento eficaz para prevenir o corregir las enfermedades hereditarias, modificando el patrimonio genético de una célula o de un organismo.

Pero no se puede afirmar que la investigación científica y sus aplicaciones sean neutras. No podemos aceptar la ideología relativista radical, según el cual cualquier opinión en temas morales sería igualmente válida, con la consecuencia que en el campo de la ingeniería genética no existirían límites, y la técnica podría hacer todo lo que es posible, pues seguimos siendo responsables moralmente de nuestros actos. La dignidad humana constituye el criterio básico de referencia para evaluar las nuevas tecnologías y su uso responsable. Esta dignidad es el fundamento de los derechos humanos, entre los que están el derecho a la vida, el derecho a la integridad física y psíquica de todo sujeto y el derecho a que los demás respeten mis derechos, así como mi deber a que yo respete los derechos de los otros.

Juan Pablo II subraya que “el compromiso ético a favor de la vida en cada estadio se amplía hoy a la defensa del patrimonio genético del ser humano” (3-X1995), y “no es lícito realizar ninguna intervención sobre el genoma que no vaya dirigida al bien de la persona” (24-II1998), siendo por tanto claramente lícita la manipulación genética terapéutica. “El hombre empieza a tener en sus manos el control de su propia evolución. La mesura y los efectos, buenos o no, de este control dependerán no tanto de su ciencia, sino más bien de su sabiduría” (31-III1984).

La biología, para poder definir la vida en cuanto vida, tendrá que transcenderse a sí misma haciendo una filosofía de la vida. Los criterios no pueden proceder ni de la simple eficacia técnica, pues los valores éticos deben estar presentes, ni de la utilidad que puede reportar a unos a costa de otros, tanto más cuanto que hay grandes intereses económicos en juego, ni de la ideología dominante. Ante los frutos del árbol de la ciencia la persona humana no puede eludir la tarea de discernir el bien del mal. Los criterios fundamentales deben surgir de la evaluación de si tal desarrollo científico está al servicio de la persona, de sus derechos inalienables y de su bien integral de acuerdo con el plan de Dios.

Cuando una moral quiere basarse en la ley natural, aquí como en muchos otros sectores de la vida, surge el problema de saber qué investigaciones o intervenciones en el campo biológico respetan los límites del derecho de administración de la naturaleza, dado al hombre por el Creador, y qué intervenciones son abusivas y los rebasan.

La Bioética católica para ser fiel al mensaje de Cristo y a su misión evangelizadora, debe cooperar al descubrimiento y transmisión de los valores y obligaciones éticas, manteniendo su fe en el carácter sagrado e inviolable de la vida humana y de su dignidad con los comportamientos que ello conlleva, como el equilibrio entre cantidad y calidad de vida, estando claro que en los hospitales católicos la fuente de referencia ha de ser la moral católica con sus valores, carismas y apertura a la Transcendencia, manteniendo en especial el principio de beneficencia: es decir el valor del débil, que exige que se ayude más a quien tiene más necesidad, la importancia de la generosidad y del altruismo y el énfasis en la relación personal.

Sobre este punto dice Juan Pablo II: “La Iglesia respeta y apoya la investigación científica, cuando ésta tiene una orientación auténticamente humanista, rechazando toda forma de instrumentalización o de destrucción del ser humano y manteniéndose libre de la esclavitud de los intereses políticos y económicos” (Discurso en el 2004 a la Pontificia Academia Por la vida).
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