Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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¡Levantemos el corazón!

por Guillermo Urbizu


Arriba con él. Venga, ya. Arriba, hacia lo más alto. Por encima del fango y del desánimo y del desamor. ¡Arriba! El corazón necesita espiritualizarse, oxigenarse en Dios. No hay debilidad que valga. Es la palabra de Cristo. Hay que ponerse en camino hacia el Padre. Regresar, auparse. ¡Levantemos el corazón! A la altura del Cielo. Pedir ayuda, pronunciar el perdón. “Perdóname Padre”. Estamos dispuestos. Estoy preparado. Para seguirte. Para escucharte. Para quedarme al pie de la Misa y comulgar Tu redención. Y salir a las calles siendo Cristo, no yo. Ayúdame Señor, tengo frecuentes infartos en el alma por falta de oración, por falta de decisión. Dejo que la piedad se me escabulla, y no vibro, y todo se me hace oscuro. ¡Levantemos el corazón! Señor mío, toma mi corazón y amásalo con Tu sangre, y que adquiera la sustancia de Tu santidad. Sólo Tú eres la santidad y la felicidad y la esperanza. Que lata en mi corazón Tu latido de Amor. ¡Levántanos el corazón! Impúlsalo, otórgale el sentido de la divina ternura que murió en la Cruz y resucita cada día a nuestros ojos. El corazón, el corazón. Mi corazón que busca el latido del amor de Dios. “El cielo que me tienes prometido”. ¡Qué tormento es la vida cuando no levanta el corazón a Cristo, con Cristo! Creemos vida cualquier escapatoria. Dicen que es amor cualquier escombro. Ni fuerzas quedan para recobrar el ritmo de la piedad. Levantemos el corazón. Con decisión, con voluntad. El vivir se hace duro cuanto más duro se hace el corazón. Y pesa bajo el peso de tanta cobardía. ¿Dónde está la plegaria que debería ser nuestra vida? ¿Dónde el incendio de ese fuego que propaga el Amor? ¿Para que sirve un corazón que no se enamora de Dios? ¡Levantemos el corazón! ¡Levantemos el Amor! ¡Levantemos la Cruz de Cristo! Más alto, más arriba. Que se vea, que nos vean. Que Le vean a Él: al Hijo de Dios. No podemos estar más tiempo tumbados, escondidos, arrumbados, sesteando en la tibieza crónica de una vida supuestamente cristiana. Levantémonos. Desperecemos nuestra vida. Cuanto antes. Consideremos nuestra alma aterida. Contemplemos a Jesús-Hostia, cómo fosforece de luz y misericordia. Recemos para que nuestro corazón recobre el aliento, su envergadura, su gallardía. Con devoción y humildad y desenvoltura. Esta vez sí. Con la gracia del amor que late dentro de Dios. Levantemos el corazón, arrodillemos el alma. Trabajemos por Cristo, en Cristo, para Cristo. “Mirad como se aman”. Mirad como Le aman.
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