Sábado, 20 de abril de 2024

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Las Conclusiones. Guía de Subsistencia Ante la Banca. Parte IV

por Jaime Alejandro

Hay muchos más productos y los que están por colocar. Tengan en cuenta que la banca y el Estado siguen buscando maneras de tapar todos los agujeros colocando a los ahorradores la deuda de la banca, o la del sector eléctrico o, quizás, la del propio Estado. Pero queda claro que nadie se equivoca tanto, tantas veces y en una misma dirección sin premeditación. La banca ha demostrado sobradamente que no ha tenido el más mínimo escrúpulo para ganar dinero haciéndoselo perder a sus clientes.  Así lo ha denunciado Greg Smith, responsable en Goldman Sachs del negocio de derivados de Europa, Oriente Medio y África, en una carta de dimisión que publicó en el New York Times. Vamos, que dejar dinero en el banco se ha convertido en algo así como pedirle a la zorra que nos vigile las gallinas.

Y que nadie se equivoque. En lo que se refiere a los dirigentes del Estado y los altos directivos de la banca, la situación no supone un empeoramiento en los niveles de honradez respecto épocas anteriores. Con la peseta, el franco francés, la lira italiana y otras monedas nacionales europeas, la banca y el Estado se habían acostumbrado a expoliar a los ahorradores diluyendo el valor de la moneda, cada vez que sus abusos les llevaban a una situación similar a la actual. Cuando llegaban al límite, tiraban de expropiación del ahorro mediante depreciaciones o devaluaciones monetarias –es una forma sutil de robar los ahorros y atentar contra la propiedad privada-. En cada país se hacía en un grado diferente, pero se hacía. Los ahorradores terminábamos pagando las malas prácticas de la banca y el Estado con una pérdida del valor de la moneda –pérdidas de poder adquisitivo y empobrecimiento- mientras los responsables salían de rositas. Así, teorías como el keynesianismo no han hecho más que elevar este engaño al grado de “ciencia” –pseudociencia, más bien.

Sin embargo y para disgusto de quienes se habían acostumbrado a robar devaluando la moneda, el euro ha introducido un elemento de resistencia: Alemania. Dada la muy justificada aversión de los alemanes a las devaluaciones monetarias, con el euro –el marco alemán cambiado de nombre- los bancos están atrapados al no poder tirar de la mano oculta de la devaluación monetaria. Por ello, los bancos se han visto obligados a tretas como las que he descrito en esta serie de artículos. Además, han intentado presionar y siguen intentando presionar al BCE para poder volver a sus prácticas monetarias habituales –las depreciaciones monetarias-. Y aún a pesar de que el BCE ha estado demasiado dispuesto a consentir los desmanes proporcionando ciertos niveles de auxilio, sí ha sido más responsable que los bancos centrales con anterioridad al euro. Pero el nivel de abusos de la banca ha sido de tal calibre que ni esa laxitud del BCE respecto a la que muchos soñábamos ha servido para tapar el inmenso agujero de la banca y los Estados.

Y sí hay una salida que no suponga satisfacer los caprichos y desmanes del Estado y sus banqueros, pero no es beneficiosa para quienes viven y pretenden seguir viviendo de aquellas partes tumorales que le sobran al Estado. Estos “tumores” del Estado son los que precisamente se han hecho con las riendas del poder y lejos de pretender una solución, aspiran a convertirse en metástasis.

En lo que respecta al nivel de profesionalidad u honradez de los comerciales de la banca que son, a fin de cuentas, los que han ejecutado las órdenes sin pestañear, han cotizado muy a la baja en estos últimos años. Han sido la cadena de transmisión imprescindible y necesaria de todos estos engaños. Recuerden, sin soldados no hay invasiones.

Imagino un cúmulo de razones de las personas que, de una u otra manera, han participado en todos estos engaños: uno, como el Estado al final interviene y avala todo, ninguna práctica comercial por tramposa que fuese les afectaría; dos, son unos inconscientes, incapaces de prever la consecuencias de sus actividades; tres, pereza y desprecio hacia el trabajo bien hecho; cuatro, son unos esbirros que ejecutan cualquier orden aún a pesar de conocer el resultado de las mismas; cinco, pura y simple cobardía para negarse por miedo a perder su trabajo –muchos terminarán igualmente en el desempleo-; seis, son plenamente conscientes que el exceso de crédito que ellos concedieron alimentó la burbuja inmobiliaria, sobrevalorando las viviendas que pudieron proporcionar beneficios para muchos de sus clientes, encontrando así la justificación bochornosa para ahora participar de que ellos consideran “su parte”. Puede que tengan más razones pero dudo que ninguna sea buena.

¿Se van a seguir fiando de personas que han participado con ahínco en todos estos asuntos? ¿Van a seguir creyendo en que más vigilancia resolvería la cuestión? ¿Quién vigila al vigilante? Por ello no estoy pidiendo nuevas leyes, ni regulaciones ni la intervención de nadie. Ninguna otra regulación ni europea ni de ninguna clase funcionará dado que el propio Estado y sus reguladores son parte interesada en la cuestión –como pedir al pirómano que trabaje de bombero-. La solución, por enésima vez, es suprimir el sistema monetario fiduciario –quitarle al pirómano el acceso al combustible-. Y mientras el Estado y la banca tengan la potestad de emitir moneda en exclusividad y régimen de monopolio, seguirán disponiendo de todos los mecanismos y herramientas para literalmente expoliar a los ahorradores, los salarios, las empresas y los medios de producción de los que depende el bienestar de todos, sin excepción.

Mientras tanto, creo firmemente en cómo responde cada persona, como participante del mercado, a los estímulos que recibe de las otras personas, empresas y organismos que participan dentro de ese mismo mercado. Así es como el mercado reparte mérito y reputaciones. La banca ha destruido el principal de todos sus activos: la confianza de sus clientes. Y lo lógico será  que, ante el número de afectados y la cuantía de los daños,  la desconfianza permanezca entre nosotros muchos, muchos años.

Si les digo la verdad, yo no tendría demasiado dinero en cuentas en los bancos y sin prisas pero sin pausa, iría reduciendo la exposición a la banca. Vamos que iría sacando el dinero del banco, hablando en plata. No es una recomendación. Es mi opinión. Hagan lo que les venga en gana.  

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