Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Ladaria, en el «Osservatore», lo deja claro: la Iglesia no puede ordenar mujeres, eso nunca cambiará

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Luis Ladaria preside la Congregación de Doctrina de la Fe y es uno de los nuevos cardenales
Luis Ladaria preside la Congregación de Doctrina de la Fe y es uno de los nuevos cardenales

El jesuita mallorquín recientemente designado cardenal, Luis Ladaria, que preside la Congregación de Doctrina de la Fe, ha dejado claro que las mujeres nunca serán ordenadas como sacerdotisas en la Iglesia Católica, que esta es una enseñanza definitiva, que no cambiará, que la Iglesia no puede decidir otra cosa y que quien levanta dudas sobre su posibilidad futura induce a la confusión.

Ladaria preside también la comisión que investiga la historia de las mujeres que en la Antigüedad servían en la Iglesia con el título griego de "diaconisas" ("servidoras"). El Prefecto ha explicado la situación con detalle en un artículo en "L'Osservatore Romano", que resume así Andrea Tornielli en Vatican Insider.

El prefecto de la Fe: el no a la ordenación de mujeres es «definitivo»
En un artículo publicado en el Osservatore Romano, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el español Luis Ladaria, explica que la postura que tomó Juan Pablo II sobre la ordenación de mujeres, de acuerdo con la tradición ininterrumpida de la Iglesia, no cambiará

El título del artículo no deja lugar a dudas: El carácter definitivo de la doctrina de Ordinatio sacerdotalis. Sobre algunas dudas. Lo firmó en L’Osservatore Romano el nuevo cardenal Luis Ladaria, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En el texto explica que la preclusión al sacerdocio femenino para la Iglesia católica es una decisión que no cambiará.

Ladaria recuerda que «los sacerdotes están configurados a Cristo sacerdote, de manera tal que puedan actuar en nombre de Cristo, cabeza de la Iglesia», y que «Cristo quiso conferir este sacramento a los doce apóstoles, todos varones, que, a su vez, lo han comunicado a otros hombres». También explica que: la Iglesia se ha reconocido «siempre vinculada a esta decisión del Señor, la cual excluye que el sacerdocio ministerial pueda ser válidamente conferido a las mujeres».

Juan Pablo II, en la carta apostólica Ordinatio sacerdotalis, del 22 de mayo de 1994, misma que llegó después de la decisión de la Iglesia anglicana de permitir el sacerdocio femenino, «enseñó», con el objetivo de eliminar «cualquier duda sobre una cuestión de tan gran importancia que tiene que ver con la misma divina constitución de la Iglesia» y «en virtud de [su] ministerio de confirmar a los hermanos», que «la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad para conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal y esta sentencia debe ser seguida definitivamente por todos los fieles de la Iglesia».

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en respuesta a una duda sobre la enseñanza del documento wojtyliano, «ha insistido en que se trata de una verdad que pertenece al depósito de la fe».



«En esta luz –escribe el arzobispo Ladaria– suscita seria preocupación ver surgir una vez más en algunos países rumores que ponen en duda» lo definitivo de esta doctrina.

«Para sostener que no es definitiva, se argumenta que no fue definida ex cathedra y que, por lo tanto, una decisión posterior de un futuro Papa o de un concilio podría revocarla. Sembrando dudas se crea gran confusión entre los fieles, no solo sobre el sacramento de la orden como parte de la constitución divina de la Iglesia, sino también sobre el magisterio ordinario que puede enseñar de manera infalible la doctrina católica».

El Prefecto para la Doctrina de la Fe recuerda que, en primer lugar, en relación con el «sacerdocio ministerial, la Iglesia reconoce que la imposibilidad de ordenar a mujeres pertenece a la sustancia del sacramento de la orden. La Iglesia no cuenta con la capacidad para cambiar esta sustancia, porque es precisamente a partir de los sacramentos, instituidos por Cristo, que es generada como Iglesia. No se trata solamente de un elemento disciplinar, sino doctrinal, puesto que se relaciona con la estructura de los sacramentos, que son lugar originario del encuentro con Cristo y de la transmisión de la fe».

En su artículo, Ladaria subraya que «la diferencia de funciones entre el hombre y la mujer no implica en sí ninguna subordinación, sino un enriquecimiento mutuo. Se recuerde que la figura cumplida de la Iglesia es María, la Madre del Señor, que no recibió el ministerio apostólico. Se ve así que lo masculino y lo femenino, lenguaje original que el Creador inscribió en el cuerpo humano, son asumidos en la obra de nuestra redención».

«Precisamente la fidelidad al plan de Cristo sobre el sacerdocio ministerial –explica el Prefecto– permite, entonces, profundizar y promover cada vez más el papel específico de las mujeres en la Iglesia, puesto que, “en el Señor, ni el hombre es sin la mujer ni la mujer es sin el hombre” (1, Corintios, 11, 11). Además, se puede arrojar así una luz sobre nuestra cultura, a la que le cuesta comprender el significado y la bondad de la diferencia entre el hombre y la mujer, que toca también su misión complementaria en la sociedad».

Pero Ladaria observa también que las dudas planteadas sobre lo definitivo de Ordinatio sacerdotalis tienen «consecuencias graves también en la manera de comprender el magisterio de la Iglesia. Es importante insistir en que la infalibilidad no tiene que ver solo con pronunciamientos solemnes de un Concilio o del Sumo Pontífice cuando habla ex cathedra, sino también la enseñanza ordinaria y universal de los obispos esparcidos por el mundo, cuando se proponen, en comunión entre ellos y con el Papa, la doctrina católica que seguir definitivamente. A esta infalibilidad se refirió Juan Pablo II en Ordinatio sacerdotalis. Así él no declaró un nuevo dogma, sino, con la autoridad que le fue conferida como sucesor de Pedro, confirmó formalmente e hizo explícito, con el fin de eliminar toda duda, lo que el magisterio ordinario y universal ha considerado a lo largo de toda la historia de la Iglesia como perteneciente al depósito de la fe».

El Papa Wojtyla no actuó solo al redactar el documento. Había examinado la cuestión y había consultado previamente a los presidentes de las Conferencias Episcopales «que estaban seriamente interesadas en tal problemática. Todos, sin excepción, han declarado, con plena convicción, por la obediencia de la Iglesia al Señor –escribe Ladaria– que esta no posee la facultad para conferir a la mujer la ordenación sacerdotal».

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El Prefecto de la Fe también recordó que sobre esta enseñanza «también insistió Benedicto XVI» y que el Papa Francisco ha vuelto a reflexionar sobre el argumento: «él, en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, ha reafirmado que no se pone en discusión “el sacerdocio reservado a los hombres, como signo de Cristo esposo que se entrega en la Eucaristía”, y ha invitado a no interpretar esta doctrina como expresión de poder sino de servicio, para que se perciba mejor la igual dignidad de hombres y mujeres en el único cuerpo de Cristo».

En la conferencia de prensa, durante el vuelo de regreso de su viaje apostólico a Suecia, el primero de noviembre de 2016, el Papa Francisco insistió en que «sobre la ordenación de mujeres en la Iglesia católica, la última palabra la ha dado Juan Pablo II, y esta permanece».

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