Miércoles, 24 de abril de 2024

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La Nación, su anatomía, su fisiología, su patología, su terapeútica y su plerosis II

por Manuel Morillo

(continúa  de La Nación, su anatomía,  su fisiología,  su patología, su terapeútica y su plerosis I)

 

Terapeútica de la nación (combate para la restauración nacional)

 

Si las cosas son así, el programa para restaurar la nación supone:

 

a) En cuanto a la infraestructura:

 

1) La oposición beligerante a la destrucción del suelo y de la gente, y por ello, a quienes de una manera o de otra, aspiran a privarnos de los elementos óntico, a empobrecernos y aniquilar la riqueza dada, heredada o creada en el curso del tiempo remoto o próximo pasado, privándonos de nuestros cultivos, nuestras industrias estratégicas, etc...; y oponernos a quienes aspiran a dejar sin vida, abortando, matando o asesinando, a quienes, cualquiera que sea su edad o estamento social a que pertenezcan, se estima como representantes de lo nacional.

 

2) La ordenada aplicación del esfuerzo colectivo, que a impulsos de una auténtica mística del trabajo físico e intelectual, prevea evite, y en su caso, compense los riesgos aniquiladores apuntados y ponga en marcha una economía próspera y con perspectivas razonables de desarrollo creciente.

 

b) En cuanto a la Estructura:

 

Si los pecados contra el espíritu no se perdonan, los pecados contra el alma de la nación, que la privan de su unidad de historia, de convivencia y de destino, no pueden perdonarse. Estos pecados constituyen delitos de lesa patria. No basta con que se tipifiquen en el Código Penal, si con gran escándalo de los amantes de la Nación, se toleran, quedando impunes. Más aún; no basta con la tipificación penal y el castigo. Se requiere un clima moral en el que el pecado no pueda cometerse por que la tentación no surge, y si surge, es rechazada con rapidez y energía.

 

La tarea restauradora de la nación implica:

 

a) En cuanto unidad de historia,

 

Proponerse como objetivo recobrar la tradición, porque como aseguró Juan Pablo II en Polonia, el 10 de Junio de 1979 "la tradición no es limitación, es tesoro, es riqueza espiritual, es un gran bien común, que se confirma en cada elección, en cada acto noble. ¿Se puede decir que no a todo lo que se ha creado y ha construido siempre las bases de nuestra identidad?".

 

En Argentina la nación hermana, un gran escritor, asesinado por la guerrilla en el corazón de Buenos Aires, Carlos Alberto Sacheri, dijo: "la recuperación de la auténtica tradición es esencial", y en Nicaragua, con su tono vibrante de poeta, lleno de coraje, Pablo Antonio Cuadra se expresó así: "Yo invito a nuestra juventud, no a esperar el retorno de la tradición, sino a ir a conquistarla".

 

Pero no nos engañemos. No es oro todo lo que reluce. Si nos fijamos bien en las frase citadas, la de Sacheri fija el tema, esclareciéndole. la tradición que hemos de recobrar, recuperar y conquistar, es la auténtica, ya que a su lado también existe una tradición que no lo es, o mejor dicho, que es una tradición contraria y, en cierto modo, una antitradición. las Patrias como comunidades y empresas que integran y dirigen los hombres, llevan consigo, contagiadas, las consecuencias del pecado original, y si hay enemigos del alma del hombre, también hay enemigos que van dejando su huella en el alma y en el patrimonio que la nación recibe.

 

Como brújula orientadora podemos acudir a los personajes-símbolos, reales o literarios de Don Quijote y Sancho; Teresa de Jesús y la Celestina; Don Juan de Austria y Don Juan Tenorio; Felipe II y Antonio Pérez; San Pedro Claver y Fray Bartolomé de las Casas; El general Franco y el general Riego;

 

b) En cuanto a la unidad de convivencia,

 

Mediante la construcción de un sistema, que postule la colaboración económico-social y no la luchas de clases, y la integración política y no la confrontación.

 

En esta línea de actuación interesa resaltar aquí la aptitud y la actitud convergente, a un tiempo ascética y mística, sufrida y militante, que es preciso asumir de cara a todos los separatismos y, naturalmente, de cara al separatismo geográfico o de las tierras de España. A este respecto, vale la pena traer a colación a nuestros clásicos.

 

c) En cuanto a la unidad de destino,

 

Robusteciendo el alma nacional en los nacionales y la voluntad de ser, contra toda clase de pasotismo, anteponiendo la Fe teologal a la duda; la creencia a las razones El dogma a la opinión; la unidad a la discordia; el bien común al interés particular; el patriotismo intelectual y misional al patriotismo romántico, espontaneo sentimental y afectivo.

 

Plerosis de la nación

 

Plerosis, según su etimología griega, equivale a plenitud. La plenitud de la nación exige la contemplación teológica de la nación. Sólo bajo esa contemplación cabe la entrega ardorosa y constante a la misma, con espíritu abnegado de servicio y sacrificio, y con la resuelta decisión de permanecer, suceda lo que suceda, inasequibles al desaliento.

 

Para la contemplación teológica de la nación debemos recordar lo siguiente:

 

1) La nación,

 

Como escribía Fernando de Herrera en el siglo XVI, es un arquetipo eterno y una realidad en cierto modo transcendente, y querida por Dios, hasta el punto de que aún cuando las naciones no se perpetúen más allá del tiempo, los bienaventurados conservan su nacionalidad, como atestigua el Apocalipsis (7,9), no obstante la clausura de los reinos del mundo. De aquí que las naciones, como prueban los textos bíblicos y el testimonio de los santos, gocen de custodia angélica. Y así, España tiene su Angel, cantado por Mosén Cinto Verdaguer en "la Atlántida" y venerado por Manuel Domingo y Sol.

 

2) Las patrias,

 

En cuanto suponen un patrimonio natural y moral, de especialísimo valor en aquellas que han sido conformadas por el cristianismo, deben ser defendidas a toda costa. San Miguel Arcángel alentó a Santa Juana de Arco en su lucha por la piedad del reino de Francia, y la Iglesia calificó de Cruzada la guerra de Liberación Nacional de 1936 a 1939, en la que se libró " a toda costa" un duro combarte por Dios y por España.

 

3) España, como nación,

 

No es el resultado de un convenio entre regiones que acuerdan unirse, pues aquello sería tanto como transponer la noción voluntarista del contrato social, del hombre a las regiones. Por el contrario, las regiones no son más que la exteriorización de la enorme riqueza espiritual, creadora y, por ello mismo, polifacética del alma de la nación española.

 

4) España, como entidad histórica y natural,

 

Hecha con las sucesivas aportaciones fundacionales, tiene su origen teológicamente, en la predicación de Santiago y en la presencia alentadora de María, en carne mortal, a la orilla del Ebro. Creo que fue allí y en ese instante, donde en la "tierra" y en la "gente" de España se encarnó el espíritu naciónal, surgiendo la conciencia incipiente de un "yo" colectivo, con una alta misión para cumplir en lo universal, y creo que esa es la razón profunda de que María, bajo su abvocación de Inmaculada, y el apóstol Santiago, sean los patronos celestiales de la Nación Española.

 

5) España, invadida después de la derrota del Guadalete,

 

Rehizo su unidad geográfica, porque en ningún momento dejó de existir como entidad histórica. Los reinos de la Reconquista no fueron más que instrumentos para lograrla y completarla. Eran reinos de España, y para rehacer, como lo hicieron finalmente los Reyes Católicos, la unidad perdida.

 

6) Lo que podemos llamar neonacionalismo,

 

Al redescubrir las raíces comunes de las naciones, y en especial de aquellas conformadas por el cristianismo, lejos de enfrentarlas las une en el respeto y amor mutuo.

 

7) El catolicismo,

 

Que es una religión divina, no puede ser enemigo de la patria, como indicaba San Pío X, el 19-04-1909. Más aún, entiende, con Pío XII, que "el amor a la Patria debe de ser fomentado ("Summi pontificatus", 20-10-1939, y con la Constitución Pastoral "Gaudium et Spes" (Nº 75) que los cristianos deben cultivar "con magnanimidad y lealtad el amor a la Patria".

 

8) El amor a la Patria

 

Viene exigido y está embebido en el cuarto mandamiento , que nos obliga honrar al padre y ala madre; y Jesús, llorando sobre Jerusalén, revela cuán profundamente amó a la suya de la tierra el que era a un tiempo la Verdad y Maestro de la Verdad, Hijo de Dios e Hijo del hombre. 9) Si como señalaba Santo Tomás,

 

La religión como virtud se dirige a Dios, "la piedad se dirige a la Patria, porque ésta es, respecto de nosotros, un cierto principio de nuestro ser".

 

10) San Agustín,

 

De mano maestra, nos describe la línea, ascendente, jerárquica y ortodoxa -en evitación de desvíos panteístas, idolátricos o maquiavélicos- del amor a la Patria: "ama siempre a tus prójimos; y más que a tus prójimos, a tus padres; y más que a tus padres, a tu Patria, y más que a tu Patria, a Dios".

 

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