Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

La «industria» de la pobreza


Es un deber de todo cristiano socorrer a los necesitados, pero con la conciencia bien clara de que ello no resuelve el problema de la pobreza. Los verdaderos vencedores de la pobreza son los empresarios que invierten sus recursos y se esfuerzan en crear riqueza y empleo productivo.

por Vicente Alejandro Guillamón

Opinión

En la tertulia de La Sexta noche del domingo 19 de julio, Joaquín Leguina, el primer presidente autonómico de la Comunidad de Madrid, dijo unas cuantas verdades, según la información que se publicó en los medios escritos el día siguiente, que merece la pena considerar.

Joaquín Leguina, hombre culto, buen escritor, viejo socialista que parece estar de vuelta de todo, dijo que “los trabajadores de las ONG españolas falsean adrede los datos de la pobreza”, exagerándolos. Y añadió: “Si yo me dedico a cuidar pobres, me interesa que haya muchos pobres. Porque si no hubiera pobres, ¿a qué me dedicaría?”.

Esta sucinta pero atinada reflexión nos obliga a pensar de qué viven todos los operarios del infinito número de ONG dedicadas a socorrer a los pobres, porque no vaya a suceder que en lugar de intentar superar la pobreza, se viva de ella. O sea, que la pobreza se convierta en una industria que proporcione empleo a un gran número de personas que trabajan en ella. Unas personas, empezando por los funcionarios internacionales de las agencias benéficas de la ONU, de las que no sabemos prácticamente nada, ni cómo se reclutan ni los sueldos que tienen, que al parecer compensan muy generosamente el “sacrificio” que hacen.

Esto vale también para las ONG de origen religioso o eclesiástico, como Cáritas y Manos Unidas. Aparte de los voluntarios, que son muchos y muy meritorios, ambas instituciones tienen “técnicos” y asalariados, cuyo número y retribuciones desconocemos. Mientras sabemos lo que cobra un obispo o un párroco, las organizaciones de caridad ocultan las percepciones de su personal. Y así podríamos hablar de todas las demás ONG, tanto pías como seculares.

Que Joaquín Legina, que va por las tertulias televisivas impartiendo lecciones de sentido común y verdades como puños, lo pudimos corroborar a los pocos días oyendo a un alto dirigente de Cáritas diciendo que el 22% de los españoles viven por debajo del umbral de la pobreza. Muchos españolitos son esos. ¿No estarán los “profesionales” del pauperismo falseando o exagerando los datos de la pobreza, como dice el antiguo dirigente socialista?

Digo más: de pronto aparece en los medios informativo un sujeto o sujeta asegurando, tremendista, que no sé cuantos millones y millones de niños en el mundo entero son víctimas del hambre, de la falta de agua, de asistencia médica, de escuelas, etc., etc. No niego que haya lugares concretos con esas tremendas carencias, pero los pregoneros de semejantes calamidades, que mucho me temo que viven de sus pregones, ¿cómo conocen tales datos? Si en los países que sufren estas miserias no existen registros ni estadísticas de ninguna clase, ni saben siquiera cuántos son, ¿cómo lo saben los “documentadísimos” bienhechores de la humanidad? ¿A ojo de buen cubero? ¿O sueltan unas cifras, imposibles de verificar por nadie, a ver si cuelan?

En todo caso, la caridad o beneficencia no saca a ningún pobre de la pobreza. Simplemente mitiga o alivia su situación. Sin embargo, es un deber de todo cristiano socorrer a los necesitados, pero con la conciencia bien clara de que ello no resuelve el problema de la pobreza. Los verdaderos vencedores de la pobreza son los empresarios que invierten sus recursos y se esfuerzan en crear riqueza y empleo productivo, al modo de Amancio Ortega, por ejemplo. ¿Cuándo veremos en los textos eclesiásticos una referencia, un mínimo reconocimiento a la labor de los empresarios, grandes o pequeños, como los autónomos? Porque todo lo que no sea crear empleo real es verbalismo y demagogia.

¿Que la libertad empresarial y mercantil puede crear o aumentar las desigualdades? Bueno, ¿y qué? La igualdad es una quimera irrealizable de origen marxista que, mire usted por dónde, los capitostes comunistas pronto descubrieron que podía hacer a unos más iguales que otros. La desigualdad no tiene ninguna importancia, salvo para los envidiosos. Lo realmente importante es que todo el mundo pueda tener un trabajo decoroso que le permita vivir con su familia dignamente. Y pueda asimismo administrar sus recursos según su leal saber y entender, sin que el Estado ni los paladines de “lo público” lo quieran obligar a ser “feliz”, como pretendía J.J. Rousseau, el gran mentor de las tiranías modernas.
Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda