Jueves, 25 de abril de 2024

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Epifanía actual

La Iglesia es la Estrella de Belén. Benedicto XVI

por La divina proporción

Caminamos hacia la Epifanía, por lo que conviene ir preparando una de las festividades más importantes del calendario cristiano. ¿Por qué es de las más importantes? Porque celebramos la manifestación de Dios a los seres humanos. Dios se manifestó hace veintiún siglos, pero también lo hace hoy en día, aunque nos cueste creerlo. 

… la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación a los pueblos del mundo entero, representados por los Magos que llegaron de Oriente para adorar al Rey de los judíos. Estos misteriosos personajes, observando los fenómenos celestes, vieron aparecer una nueva estrella e, instruidos también por las antiguas profecías, reconocieron en ella la señal del nacimiento del Mesías, descendiente de David (cf. Mt 2, 112). 

Por consiguiente, desde su primera aparición, la luz de Cristo comienza a atraer hacia sí a los hombres "que ama el Señor" (Lc 2, 14), de toda lengua, pueblo y cultura. Es la fuerza del Espíritu Santo que mueve los corazones y las inteligencias que buscan la verdad, la belleza, la justicia y la paz. Es lo que afirma el siervo de Dios Juan Pablo II en la encíclica Fides et ratio: «El hombre se encuentra en un camino de búsqueda, humanamente interminable: búsqueda de verdad y búsqueda de una persona de quien fiarse» (n. 33): los Magos encontraron ambas realidades en el Niño de Belén. 

Los hombres y las mujeres de toda generación, en su peregrinación, necesitan orientarse: entonces, ¿qué estrella podemos seguir? La estrella que había guiado a los Magos, después de detenerse «encima del lugar donde se encontraba el niño» (Mt 2, 9), terminó su función, pero su luz espiritual está siempre presente en la palabra del Evangelio, que también hoy puede guiar a todo hombre a Jesús. 

La Iglesia hace resonar con autoridad esa palabra, que no es más que el reflejo de Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, para toda alma bien dispuesta. También la Iglesia, por tanto, desempeña en favor de la humanidad la misión de la estrella. Asimismo, algo semejante se puede decir de todo cristiano, llamado a iluminar, con la palabra y el testimonio de su vida, los pasos de los hermanos. 

Por eso, ¡cuán importante es que los cristianos seamos fieles a nuestra vocación! Todo auténtico creyente está siempre en camino en su itinerario personal de fe y, al mismo tiempo, con la pequeña luz que lleva dentro de sí, puede y debe ayudar a quien se encuentra a su lado y tal vez no logra encontrar el camino que conduce a Cristo. (Benedicto XVI. Ángelus 61-2008) 

Si miramos la desorientación que reina en la Iglesia, cobra más sentido la pregunta de nuestro querido Papa Emérito se hacía en este texto: “¿qué estrella podemos seguir?”. No es una pregunta fácil de responder. La sana diversidad de la Iglesia se va transformando en pluralidad y separación, poco a poco. La misma fe ha dejado de ser un referente absoluto, porque cada grupo, sesgo, tendencia, sensibilidad o ideología, la adapta a su conveniencia y objetivos. La estrella de Belén se desdobla en cientos o miles de lucecillas que prenden sobre sí mismos lo segundos salvadores de turno. Todos ellos dicen: “seguidme a mí que soy la estrella que conduce a Cristo”. Si miramos con atención esas luces, veremos que no llevan mismo sentido, sino que caminan en direcciones opuestas. Es el signo de la postmodernidad que sufrimos actualmente. Cada cual reclama ser salvador de sí mismo y de quienes se unan a él. 

Todos deberíamos tener claro la Iglesia es la estrella que nos lleva a Cristo. Como indica Benedicto XVI, la Iglesia que es Una, Santa, Universal y seguidora de la Tradición Apostólica: “desempeña en favor de la humanidad la misión de la estrella”. Las pluralidades y separaciones nunca nos podrán llevar muy lejos. 

También cada cristiano puede ser una estrella capaz de iluminar el camino hacia el Portal de Belén: “todo cristiano, llamado a iluminar, con la palabra y el testimonio de su vida, los pasos de los hermanos”. Para que la luz que llevamos dentro sea una verdadera estrella, no podemos utilizar caminos diferentes a la Iglesia, ya que nos perderemos nosotros y quienes confíen en nosotros. Nuestra luz debería guiar a las demás personas hacia la Iglesia y ya dentro de Ella, caminar todos unidos hacia el Portal de Belén para adorar el Niño Dios. 

Lo que nos reúne y conduce es “la fuerza del Espíritu Santo que mueve los corazones y las inteligencias que buscan la Verdad, la Belleza, la Justicia y la Paz”. Verdad que es Cristo, Belleza que es reflejo de Dios, Justicia que es acción magnificente del Creador, Paz que no es de este mundo, sino la Paz de Cristo. Es cierto que las estructuras eclesiales son importantes en muchos aspectos, pero lo es más aun el soplo de Espíritu que no puede ser manejado por nadie, porque su objetivo no es ideológico. Su objetivo es llevarnos al Portal de Belén, donde arrodillados podamos adorar al Niño Emmanuel. Dios lo quiera así.

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