Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

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La hora de la entrega

por Juan García Inza

 
 
        Este fin de semana estamos celebrando dos fiestas religiosas muy relacionadas entre sí, y que ambas nos evocan la vida del espíritu. TODOS LOS SANTOS, en la que conmemoramos el gran acontecimiento de aquellos hermanos nuestros que están alegres junto a Dios, porque son santos. No digo canonizados todos, pero sí todos santos porque purificaron su alma con la Sangre del Cordero. Es un DIA de gozo. Muchos de ellos serán, seguro, familiares nuestros, o amigos y vecinos que ya murieron. Los felicitamos a todos ellos, y nos encomendamos para que nos ayuden a seguir su ejemplo.

 
        Celebramos el DIA 2 de Noviembre la conmemoración de los FIELES DIFUNTOS. Parecen dos fiestas iguales, pero no. Sabemos que todos los que están en el Cielo son santos, pero no sabemos si todos los difuntos están en el cielo. El alma tiene que estar limpia para estar junto a Dios. Y Dios nos ofrece una purificación, antes de morir o después de morir.

        Esto hoy no lo entienden muchos. Incluso convierten la realidad ineludible de la muerte en una fiesta más. Le quitan su seriedad y grandeza y la convierten en una calabaza inofensiva y simplona que alegra la juerga de los que no miran más allá. Para el mundo de hoy todo es bueno si me divierte. La muerte, mientras no te llega de cerca, ha perdido su valor humano y religioso. Hay mucha muerte en la vida como para llamarnos la atención.

        Pero la muerte es el paso más decisivo que todos debemos dar. Y hay que prepararse con dignidad y responsabilidad para la muerte. Me he fijado en esa escena de Jesús en el Huerto de los Olivos. Se está preparando para la muerte del día siguiente. Y lo hace con gravedad, con oración, con recogimiento, con cierto temor al dolor, pero con una plena identificación con la Voluntad del Padre Dios. Para saber morir hay que aprender a vivir. El Señor ve llegar la muerte con la serenidad que le ha dado el Padre en la oración. Mira hacia arriba para contemplar la grandeza del Reino de los Cielos. Suda sangre porque el cuerpo ve venir la Pasión. Pero con esa grandeza divina está venciendo la crueldad de la muerte, y nos está ganando la paz y la esperanza  para verla venir sin miedo.

Dios nos espera. Y a los que se divierten estos días con la muerte yo les invitaría a pensar en la eternidad, en ese PARA SIEMPRE que hay escrito en el dintel del otro mundo. No estaría mal un paseo silencioso por un cementerio y recordar que los cuerpos que allí hay enterrados también fueron vivos como nosotros, y que nosotros un día seremos muertos como ellos. Pero las almas no se quedan en aquel campo sembrado de cruces, sino que viven el mundo del espíritu, y tal vez una oración nuestra les ayude a ser santos ya.
 
                                                             Juan García Inza
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