Viernes, 19 de abril de 2024

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La familia cristiana hoy en el mundo

La familia cristiana hoy en el mundo

por Un alma para el mundo

 

En la página Web de la Diócesis de Tepic (Méjico), se publicó una editorial que considero que resumen muy bien lo que ha de ser la familia cristiana hoy. Observamos que hay pocas diferencias a un lado y otro del mundo.

            La familia está afectada por el cambio cultural que experimenta la sociedad, pero al mismo tiempo ella debe ser foco de promoción de ese cambio, que ha de ser a mejor. La Iglesia tiene ideas muy claras de lo que es la familia y el papel que ha de desempeñar en un mundo tan cambiante, tan falto de alma.

            Ofrezco al lector todo el artículo, sin nada más que añadir por mi parte:

“Dado que el designio de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia se refiere al hombre y a la mujer en lo concreto de la existencia cotidiana de ambos en determinadas situaciones sociales y culturales, la Iglesia, a fin de cumplir con su servicio, debe ocuparse por conocer las situaciones en las cuales el matrimonio y la familia hoy son llamados a realizarse. De este modo, este conocimiento es una exigencia imprescindible de su obra evangelizadora”, escribió el Papa Juan Pablo II en la Familiaris consortio (El consorcio familiar, n. 4). Este llamamiento del Sumo Pontífice polaco adquiere hoy una vital relevancia: el ataque que sufre la familia es ya una avanzada que viene aparejada con el progreso y un fuerte cambio cultural.

 

El ritmo de vida acelerado de las sociedades, ese perfil deshumanizado e incrédulo de una sociedad perniciosamente individualizada y el decaimiento en la creencia de Dios y su promesa de vida futura después de la vida, reclaman hoy un papel mayormente activo de la familia cristiana en la evangelización del mundo actual. Sin embargo, ésta se encuentra en medio de un cambio cultural cuyo progreso presenta rasgos ambivalentes y, en algunos casos, erróneos.

“La obra de la evangelización que estamos llamados a cumplir como creyentes no puede quedar fuera del contexto cultural dentro del cual el hombre vive y en el cual su fe se expresa. Matrimonio y familia se insertan dentro de un proceso fatigoso que obliga a la Iglesia a una vigilante atención sobre los cambios que se producen ”, escribe Rino Fisichella en “Familia cristiana y cambio cultural”. Las tareas que exigen una comprensión del mundo, de sus mecanismos de actuación y sobrevivencia pasan por llevar a cabo una evangelización a la altura que exigen los tiempos, abstrayéndose de todo ese bagaje que pugna por desacreditar al matrimonio y la familia como partes constitutivas e insustituibles en el devenir actual de una sociedad inmersa en un personalismo exacerbado.

Y es que “el relativismo, el inmanentismo y el feminismo radical (el que pugna por la lucha de la mujer contra el hombre y la eliminación de éste) alimentan un cambio cultural necesariamente efímero, porque desvinculan el progreso de su conexión con la naturaleza”. En la ideología de género, por ejemplo, “las feministas radicales y de género creen que los hombres inventaron la historia, la ciencia y la religión para oprimir a las mujeres, y que las mujeres deben reelaborarlas para lograr su liberación”, apunta el investigador argentino Jorge Scala en el libro Ideología de género, o el Género como herramienta de poder. La cuestión es emprender una lucha frontal por imponer una visión que, a como dé lugar, le otorgue poder a las mujeres frente al hombre; no se trata, aclarémoslo, de una pugna por la igualdad entre la mujer y el hombre en diferentes terrenos, sino de adquirir una supremacía para enterrar aquello que se considera pernicioso para el género femenino: la familia (que no familias), por ejemplo.

La llamada de atención para los cristianos está entonces en la defensa de la familia, en el matrimonio entre mujer y hombre que enraíza esa familia, que está “insertada profundamente dentro del tejido social, del cual constituye instancia fundamental y constitutiva, (y) vive de las transformaciones culturales, cuyos signos más salientes se expresan en las relaciones generacionales que afectan internamente a los varios componentes del núcleo familiar”, subraya Fisichella.

Ahora, “¿cuándo existe verdadero progreso dentro del cambio cultural en relación con la familia? –se pregunta Fisichella–. Una idea que está en la base de distintas leyes sostiene la ampliación del concepto de familia, […] La contradicción que significa ampliar el concepto de familia lleva, de hecho, a destruir la forma original y la consecuencia inmediata es su alteración, mientras el progreso, por más paradójico que pueda parecer, implica la conservación del mismo”. El cambio cultural debería tener como puntal “la familia –en estrecha vinculación con el matrimonio–, que es sacramento, pacto que tiene su modelo en el amor trinitario, canaliza el ejercicio más alto de la libertad humana, moviliza la búsqueda del bien profundo de la persona amada y se alza como fuente de la transmisión generosa de la vida por la unión de los esposos”.

Un texto de la Gaudium et spes –Gozo y esperanza– sostiene de manera clara y convincente: “Es propio de la persona el no poder alcanzar un nivel de vida verdadera y plenamente humano, sino a través de la cultura, es decir, cultivando los bienes y los valores de la naturaleza. Por ello, siempre que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura están siempre estrechamente relacionadas” (n. 53). Y es que hoy el mundo espera, dentro del cambio cultural presente, el testimonio de la familia cristiana.

Fuente: http://www.lasenda.info/2011/07/la-familia-cristiana-hoy-en-el-mundo/

                Está claro que la familia no puede vivir al margen de la cultura. Debe cultivar los bienes y  valores de la naturaleza. La familia cristiana está llamada a ser el molde, el prototipo en el que se ha de fijar la sociedad (a todos sus niveles) si de verdad pretende construir un mundo mejor, fundamentado en los valores que hacen fuerte al ser humano. La familia está compuesta por seres humanos, y tal como sean esto así será la familia. La educación, la cultura, son imprescindibles para desarrollar la personalidad dentro de unos parámetros conformes con la dignidad y la vocación del hombre.

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