Martes, 16 de abril de 2024

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La Divina Proporción.

por Néstor Mora Núñez


"Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas."(Deu 6:5)
 
Es frecuente acercarnos a Dios desde un amor emotivo o mediante un amor activo. Rara vez utilizamos la tercera pata de la mesa de nuestro ser: la inteligencia, el entendimiento. Pero, ¿Cómo podemos amar a Dios con nuestra inteligencia?
 
Comparto un texto de un gran matemático renacentista. Amigo y colaborador de Leonardo D´Vinci, además de divulgador del reflejo de Dios en la geometría: Fray Luca Paccioli. En concreto habla sobre la divina proporción, representada por el célebre número Phi.
 
El título que conviene a nuestro tratado debe ser La divina proporción. Y esto por muchas correspondencias que encuentro en nuestra proporción y que en este nuestro utilísimo discurso entendemos que corresponden, por semejanza, para nuestro propósito, considerar cuatro.
 
La primera es que ella es una y nada más que una; y no es posible asignarle otras especies ni diferencias. Y esta unidad es el supremo epíteto de Dios mismo, según toda la escuela teológica y también filosófica.
 
La segunda correspondencia es la de la Santa Trinidad. Es decir, así como in divinis hay una misma sustancia entre tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de la misma manera una misma proporción de esta suerte siempre se encontrará entre tres términos, y jamás se puede encontrar algo de más o de menos, según se dirá.
 
La tercera correspondencia es que así como Dios, propiamente, no se puede definir, ni puede ser entendido por nosotros con palabras, de igual manera esta nuestra proporción no puede jamás determinarse con número inteligente ni expresarse con cantidad racional alguna sino que siempre es oculta y secreta, y los matemáticos la llaman irracional.
 
La cuarta correspondencia es que, así como Dios jamás puede cambiar, y es todo en todo y está todo en todas partes, de la misma manera nuestra presente proporción siempre, en toda cantidad continua y discreta, sea grande o pequeña, es la misma siempre invariable y de ninguna manera puede cambiarse, ni tampoco puede aprehenderla de otro modo el intelecto, según nuestras explicaciones demostrarán. (Fray Luca Paccioli. La Divina Proporción, fragmento del Cap. V, Parte I)
 
En la antigüedad, diversos de autores nos señalaron la perfecta conjunción entre Fe y ciencia, Fe y conocimiento. Fe que ilumina el conocimiento y conocimiento de da consistencia a la Fe. “Fides quaerens intellectum”, la Fe necesita saber, tal como indicaron Clemente de Alejandría y San Anselmo de Canterbury. El conocimiento tiene su mística, igual que las existen místicas emotivas y de acción. ¿Por qué no tenerla en cuenta?
 
Alguno se preguntará... Pero, ¿No eran despreciados los sabios por parte de Dios? ¿No se dice eso en los Evangelios? Al menos desde mi punto de vista no se dice. Lo que realmente desprecia Cristo son los se creen dueños de la sabiduría y su soberbia les hace sordos a la voz de Dios.
 
Pensemos en la Epifanía. Cristo se reveló primero a los pastores y lo hizo por medio de la llamada del Ángel: "No temáis, porque he aquí os doy buenas nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre." (Lc 2, 1012). Es evidente que Dios se revela a los pequeños antes que a nadie. Los pastores fueron los primeros en llegar, pero no fueron lo únicos. El primer puesto es para los pequeños y eso es un inmenso don de Dios.
 
Pero también hay personas que adoran a Dios con sencillez y limpio corazón, conociendo, estudiando y entendiendo su obra creadora. ¿Desprecia Dios la ciencia? ¿A quien más llamó Dios a su Epifanía? Fueron los Magos o Sabios de oriente ¿Cómo llamó Dios a estos Magos?
 
No fueron llamados por un ángel. El mensajero fue una estrella. Una señal en el cielo que hablo a los Magos igual que el ángel a los pastores. ¿Se dan cuenta dónde estaba la voz de Dios? Los Magos oyeron a Dios perfectamente y no perdieron tiempo. Dejaron sus cómodos lugares y peregrinaron hacia la revelación de Dios y la encontraron: "¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y hemos venido para adorarle." (Mt 2,2)
 
Se que es complicado decir este tipo de cosas hoy en día. Decir que Dios habla por medio de la ciencia y el conocimiento parece imposible para creyentes y no creyentes. Pero creo necesario indicar que la sencillez y limpieza de corazón son lo que permiten escuchar la llamada de Dios. Quien antepone su soberbia emotiva, activa o intelectual, está ciego. Dios nos llama en el lenguaje que conocemos. ¿Seremos capaces de escucharlo? Esa es la pregunta crucial.
 
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