Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

La descristianización en las familias


La oleada de egoísmo que nos ha invadido trae consecuencias muy negativas, como muestra el aumento exponencial de fracasos en la vida matrimonial y, sobre todo, de la pareja.

por Pedro Trevijano

Opinión

Hace unos días, Ángela Merkel dijo la frase: “No necesitamos menos islamismo, sino más cristianismo”. Me parece una frase acertada, con la que estoy de acuerdo, especialmente con su segunda parte.
           
Mi recuerdo de una de mis últimas clases de Religión en un Instituto, fue el siguiente: solía empezar mis clases con una oración, que si sospechaba que los alumnos no se la sabían, por ejemplo la Salve, se la ponía en la pizarra para que la copiasen, cosa que jamás había hecho con el Padre Nuestro. En aquella ocasión noté que mis alumnos no me seguían al rezar esta oración, por lo que les pregunté si les daba vergüenza rezar en clase de Religión. Pero uno de ellos me contestó: “es que no nos la sabemos”. Ahí el sorprendido fui yo, y les pregunté: “¿es que en vuestra casa no se reza?”. La respuesta fue: “No”, salvo una chica que dijo: “en la mía sí”, mirándole entonces todos sus compañeros como a una marciana. Al salir de clase, me fui a Secretaría, pedí el teléfono de esa chica y llamé a la madre para felicitarla.
           
Creo que a partir de ese día fui especialmente consciente de en qué grado está descristianizada nuestra sociedad. El número de alumnos de la clase de Religión está en baja, y un disparate como la asignatura Educación para la Ciudadanía está siendo aceptada tranquilamente por una mayoría de los padres, como si la corrupción moral y sexual de sus hijos fuese algo sin importancia. A todo esto contribuye notablemente el abandono de las prácticas religiosas y de los valores cristianos, muy frecuente  especialmente en las generaciones que tienen hijos adolescentes, aunque también cada día hay más padres que están tomando conciencia de la situación y se han propuesto educar a sus hijos en los valores cristianos.
           
Es evidente que en muchas partes de Occidente, el Cristianismo no está de moda. Con frecuencia me encuentro en el confesionario muchos padres y madres, ya mayores, que han intentado educar cristianamente a sus hijos, pero ya no les hacen caso y han abandonado toda práctica religiosa y en consecuencia la fe y las prácticas cristianas no son transmitidas a las nuevas generaciones. Hasta hace poco, la transmisión de la fe contaba con un gran apoyo sociológico. El ambiente social, la escuela y las tradiciones populares eran transmisores de una visión creyente de la vida. Pero hoy se puede decir que se ha perdido casi totalmente esta primera evangelización en nuestra sociedad, e incluso muchos matrimonios, por no hablar de los otros tipos de relaciones, no transmiten ya los valores religiosos y evangélicos, por lo que domina una cultura no cristiana que pone su énfasis en el hombre mismo, en su autonomía moral, en el dominio del mundo por la ciencia y la técnica, en el disfrute inmediato de todo, en una vida exclusivamente pagana y terrena. Hay por ello una gran diferencia entre lo que enseña la Iglesia y lo que realmente se vive en muchas familias, que en muchos casos viven unas creencias y una moral claramente subjetivas, a medida de cada uno, pero que tienen muy poco o nada que ver con la fe y la moral cristiana, llegándose incluso a desdibujar ante el relativismo imperante, la diferencia entre el bien y el mal. Incluso muchas familias cristianas se han visto seducidas por estas oleadas de la moda ambiental, abandonando la oración, llegándose con frecuencia a hablar de la Iglesia sólo para criticarla. Este abandono de la vida eclesial, ha llevado a un oscurecimiento, que llega hasta negar o silenciar las referencias a Dios.   
           
Las consecuencias, incluso en el plano humano, me parecen muy graves. El hombre queda concebido de un modo puramente individualista, quedando privado de su dimensión relacional, que es parte de sí mismo y que necesita para llegar a ser él mismo. La oleada de egoísmo que nos ha invadido trae consecuencias muy negativas, como muestra el aumento exponencial de fracasos en la vida matrimonial y, sobre todo, de la pareja. Pensemos que tenemos una de las tasas más bajas de natalidad del mundo o, en el otro extremo de la vida, recuerdo que, estando en Munich, donde atendíamos un hospital, me preguntó otro sacerdote español: “Oye, la de la habitación 115, ¿no se está muriendo?”. “Sí”, le contesté. “Pues, entonces, ¿cómo es que está sola?”. Le tuve que responder: “Es que en este país, mucha gente muere sola”. Me temo, que en no mucho tiempo, esta situación será frecuente en España.
           
Ahora bien, ¿se trata de una situación irreversible o tiene remedio? Benedicto XVI, en su libro “Luz del mundo”, apunta por donde debe ir la solución: “Se podrían enumerar muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero esto sólo se conseguirá si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo”. En la familia la oración diaria debe tener un lugar importante, llegando a ser plegaria familiar, es decir oración hecha en común, marido y mujer juntos, padres e hijos juntos. Un conocido proverbio dice: “familia que reza unida, permanece unida”. Y es que ponernos en manos de Dios, confiando en Él, es un modo muy eficaz de proteger la vida familiar, porque Dios es la fuente del amor. Se han de vivir las prácticas tradicionales de los cristianos como bendecir la mesa, lectura de algún trocito de la Biblia, especialmente de los evangelios, el santo rosario, rezar antes de acostarse, ir a Misa juntos, procurar especialmente los adultos comulgar con frecuencia y acercarse de vez en cuando al sacramento de la Penitencia, celebrar de alguna manera las grandes fiestas cristianas de Navidad y Semana Santa. Respetando la libertad de todos sus miembros, debe notarse en un hogar cristiano que Dios es importante, incluso físicamente, porque en él hay algún crucifijo y alguna imagen de la Virgen, y esto con naturalidad. El crucifijo en la casa no es un mero adorno, pues debe estar presente en toda educación la enseñanza del sacrificio, que fomenta la dimensión religiosa, pero que es especialmente importante para llegar al dominio de sí. Además, en todo hogar están presentes los malhumores, los disgustos, las dificultades con los hijos, pero en una familia creyente siempre está presente Cristo que fortalece, ayuda, consuela, da esperanza y recuerda que se es más feliz dando que recibiendo.
                                            
 
 
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