Martes, 23 de abril de 2024

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La Cruz ofende. Siv Kristin Sællmann. Eusebio de Cesárea

La Cruz ofende. Siv Kristin Sællmann. Eusebio de Cesárea

por La divina proporción

Cada vez se dan más casos de rechazo social a la Cruz. Este signo cristiano resulta socialmente inaceptable y quien lo porta, se le denigra y expulsa del espacio público. Esta vez le ha tocado a una conocida y hasta ahora reconocida, periodista noruega: Siv Kristin Sællmann. Tuvo la “osadía” de aparecer en el telediario con una pequeña cruz de 1,4 cm colgada de su cuello, lo que desató una serie de llamadas indignadas. Se registraron llamas provenientes de musulmanes y laicistas diversos, que decían que “Esa cadena con la cruz ofende el Islam”. “Ese símbolo no garantiza la imparcialidad del canal”. El resultado es que, a partir de ahora, la presentadora y periodista no podrá llevar la cruz en su indumentaria. La Cruz estorba y crea tensiones ¿Cómo es posible que esto sea así? Cristo vino a traer la Paz al mundo 

Pero ¿cómo es posible que Cristo no haya traído la paz a la tierra? Una hija cree, y su padre continúa infiel. Puesto que la misma predicación de la paz obra la división, ¿qué asociación puede haber entre creyente e incrédulo? El hijo se convierte, el padre continúa en la incredulidad. La oposición es inevitable. Donde se proclama la paz, se instala la división. Y es una división salutífera, puesto que nos salvamos por la paz. Y no se trata de una interpretación puramente personal, es exactamente lo que hemos escuchado de labios del Señor: “No crean que he venido a traer paz a la tierra”. Y todavía más enérgicamente, añade: “No he venido a traer paz sino espada”. ¿Cómo? ¿No la paz sino la espada? He venido a enfrentar al hombre con su padre. Elijo al hijo y esto desagrada a su padre. Fíjate en el tono de las palabras. Porque se refiere al filo de la espada, dice: “No crean que he venido a traer paz a la tierra”... Proclamo la paz, sí, pero la tierra no la acepta. No era ese el propósito del sembrador, sino que esperaba el fruto de la tierra. (Eusebio de Cesarea, Sobre la palabra del Señor: PG 24, 11761177) 

El signo de la cruz es muy importante para el cristiano, ya que tiene tres niveles de significado: 

  • Estético-cultural. Presenta la fe como algo que se integra en nuestra vida y en nuestra cultura. La Cruz es bella como nuestra fe y nos acompaña como nos acompaña la fe que da sentido al signo.
  • Signo. Quien porta el signo se marca a si mismo como cristiano. Existe una asimilación de la Cruz con la persona de forma que se comunica que detrás del signo hay algo diferente.
  • Símbolo. Puede ser que quien lleve la Cruz no sólo muestre la integración de la fe en su cultura y su ser, sino que además busque ser símbolo vivo de Cristo entre nosotros.

En cualquier caso, la Cruz viene asociada al Bautismo que hemos recibido y enlaza cada instante de nuestra vida con el instante en que iniciamos nuestra vida como cristianos. Persignarse o llevar una Cruz no es algo mágico, sino simbólico. Nuestro problema es que somos analfabetos simbólicos, desconociendo qué sentido tiene la Cruz y que conlleva que la llevemos con nosotros: 

Considera dónde eres bautizado, de donde viene el Bautismo: de la Cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí esta todo el misterio: Él padeció por ti. En Él eres rescatado, en Él eres salvado (San Ambrosio. De Sacramentis 2, 2, 6) 

Hace unos días conversaba con un amigo sobre la presencia de la Iglesia y de la fe, en los espacios públicos. El defendía que la fe quedase dentro la privacidad para no incomodar a quienes la rechazan. Yo defendí la necesidad de hacer presente públicamente la fe, a través de varias razones: 

  • Nadie puede se una cosa dentro de casa y otra de forma pública. Si la fe forma parte de nuestro ser, impedir que se manifieste conlleva destruir la coherencia de nuestro ser. Los seres rotos, son seres fácilmente manipulables.
  • Si nadie evidencia su fe en el espacio público, el diálogo desaparece y con esta desaparición, la posibilidad de aprender unos de otros. El amor y la comprensión se aparcan y se da preferencia al desafecto y la lejanía. Es decir, nos obligan a ser tolerantes en vez de misericordiosos. ¡Vaya cambio!
  • La calle, el espacio público, se convierte en un espacio sin fe, por lo que la pseudo-religión laicista se adueña de todos los espacios en que la fe puede ser transmitida. Se transmite el rechazo a la fe como forma de convivencia feliz, lo que es una tremenda mentira.
  • La fe se vuelve algo residual y hasta mal vista, ya que nos impide relacionarnos con los demás. Quien evidencia su fe no puede socializarse y se le aparta del espacio público como a un criminal. El mensaje es evidente: la fe es dañina y sólo se tolera cuando no hace acto de presencia.

 ¿Qué significa que la Cruz sea rechazada de los espacios públicos? Significa que volvemos a ser perseguidos, pero con el estilo del siglo XXI, al menos en occidente y por ahora. Se cambia el martirio físico por el martirio social. Los castigos ya no son latigazos o la muerte sangrienta, sino se relegados al silencio a la inexistencia social. 

¡Dios nos ayude!

 

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