Martes, 19 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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La actuación liberal

por Victor in vínculis

Josep Gassiot Magret en su obra “Apuntes para el estudio de la persecución religiosa en España” continua con un capítulo que dedica al liberalismo:
…El papa León XIII, en su encíclica “Libertas”, del 10 de junio de 1888, explicó con claridad y precisión todo lo que había de reprobable y pernicioso en el Liberalismo.
Carlton J.H. Hayes (en su obra “Una Generación de Materialismo” (página 51) dice: “En teoría, todos los liberales eran partidarios de la tolerancia religiosa; pero las Iglesias, y especialmente la Iglesia Católica, eran, a juicio de algunos, como instituciones oscurantistas y típicas o intransigentes enemigas de la libertad individual, y tales liberales se sentían impulsado a actuar contra la tiranía del clero y la teocracia”.
Esta aparente tolerancia, en el fondo, era no sólo indiferentismo y desprecio religioso, sino también una odiosidad disfrazada y que hemos visto repetida, afirma Gassiot, durante el último periodo republicano.
Los liberales seguían las teorías económicas individualistas y se consideraban con derecho a la libertad de comercio y de contratación, aun para admitir y despedir obreros sin restricciones; mas para que no se prestase atención a sus explotaciones, aplicaban al pueblo el opio irreligioso, o sea la propaganda anticlerical.
La Asamblea Nacional francesa, en 1791, proclamó: “Que no haya más Gremios dentro del Estado. Tan sólo intereses privados de cada individuo y el interés común”. Y bajo esta influencia francesa, por acuerdo de las Cortes de Cádiz, el 8 de junio de 1813 y luego por Decreto del 6 de diciembre de 1836, se abolieron los Gremios, que habían conseguido gran influencia y gloriosa historia bajo el amparo religioso. Así se agudizó el individualismo hasta el punto que el pobre obrero, con mucha libertad, se encontraba aislado y sin defensa, y sin otra alternativa que admitir las condiciones que le eran impuestas.
Ante la fuerza económica que representaba el capital, para restablecer el equilibrio era indispensable oponerle otra fuerza con la asociación obrera, de la cual fueron enemigos por mucho tiempo los titulados liberales.
Éstos proclamaban también al Estado como única forma de sociedad, con todos los atributos de soberanía, centralización y uniformidad. Para ellos, tan peligrosa era la organización gremial o corporativa, como la organización autónoma o con vida propia de los municipios y de las regiones.
En Cataluña había tomado gran incremento el regionalismo; y para combatirlo, el destacado liberal don Segismundo Moret tuvo a bien enviar a Barcelona, con toda clase de apoyo a don Alejandro Lerroux, que reunía condiciones de escritor y orador, pero no tenía escrúpulos alguno para excitar a las masas; así, en uno de sus artículos, decía de sus correligionarios: “que debían a saqueo en la civilización, no deteniéndose ni delante de los sepulcros ni delante de los altares, en quemar los registros de la propiedad, en asaltar los conventos, en robar, quemar, matar, morir”.
El 1 de diciembre de 1899, escribía Lerroux a Francisco Ferrer y Guardia, exponiéndole un plan revolucionario: “Moldes nuevos, programas nuevos, nuevos ideales, esto hace falta. Busquemos al pueblo y digámosle: -Trabajador asalariado, de cuyo trabajo viven el Estado, el rico, el cura, el soldado y el Juez en holganza, robándote las dos terceras partes del producto que es tuyo en totalidad, vamos a concluir con todo eso…”.
Y Ferrer fundaba las escuelas modernas y preparaba la revolución; en una de las circulares cursadas decía: “el militarismo y el clericalismo son los brazos del capitalismo, verdugos de los hombres, azotes de los pueblos, grandes enemigos de la redención humana. Acabemos con los brazos, que luego será fácil decapitar al monstruo. Preparaos, trabajadores, que llega la hora” (Transcritos estos documentos en las págs. 127 y siguientes de la obra de Leopoldo B0nafulla “La Revolución de 1909”).
Años más tarde, los sindicatos se apartaron de Lerroux y éste dio otras apariencias a su política, aún cuando siempre se mantuvo dentro de la masonería.
En noviembre de 1908, don Segismundo Moret inició en Zaragoza una serie de actos de propaganda para constituir el bloque de izquierdas, y se celebraron reuniones políticas en casi todas las capitales de España, a las que asistían como aliados los prohombre liberales y republicanos.
Al mismo tiempo y por influencias extranjeras se venía complicando la situación de España en el territorio marroquí. La prensa de izquierdas hacía una clamorosa propaganda contra la guerra de África. Y con motivo de un embarque de reservistas, se produjo en Barcelona una huelga general.
Esta circunstancia fue aprovechada por los elementos de Ferrer para realizar, con toda técnica revolucionaria, la quema y destrucción de gran número de edificios religiosos.


La que fue denominada Semana Trágica de últimos de julio de 1909 fue horrible por las destrucciones y víctimas; y, a la vez, quedó notoria la injusticia de una inmotivada persecución religiosa.



El que parecía ser director del movimiento, Francisco Ferrer y Guardia, fue fusilado, y seguidamente movieron una gran campaña las logias masónicas; todos los elementos liberales se pronunciaron contra el Gobierno que había realizado la represión y consiguieron que don Segismundo Moret formase Ministerio; con ello quedaban en evidencia las relaciones existentes entre liberales, masones y anarquistas para la persecución religiosa.

           El excelentísimo y reverendísimo doctor don José Torras y Bages, obispo de Vich, escribió a 18 de agosto de 1909, refiriéndose a la Semana Trágica, la pastoral titulada “La Gloria del Martirio”, que sigue teniendo actualidad y merecía ser divulgada y meditada. En la foto, en su sepulcro en la Catedral de Vic.

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