Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Juliano el apóstata.

por Juan del Carmelo

Estos nuevos inventos del bautismo o la primera comunión civil o laica, o la misma reforma que quieren imponernos en el tema de la enseñanza, estos gobernantes que estamos soportando, me han traído a la memoria la figura histórica del emperador romano Juliano el apóstata, porque nada nuevo aparece en la historia de los hombres que no haya tenido antes un precedente y al final todo termina, como terminaron en sus días los precedentes. Me explico. En el año 312, Constantino el Grande gana al pagano, Majencio la batalla del puente Milvio, entra en Roma, y abre las puertas a la expansión del cristianismo. Terminan pues, las persecuciones de los cristianos y en el año 325, por el Edicto de Milán, se consolida totalmente la posición del cristianismo en el imperio, a la par que se inicia la desaparición del paganismo. Pero en noviembre del año 361 Juliano el apóstata, sucede en el trono a Constancio. En mi último libro editado Santidad en el pontificado, trato más extensamente todo este tema y lo que a continuación voy a resumir. Juliano, partidario decidido del paganismo, se había visto obligado a ocultar sus opiniones religiosas hasta la muerte de Constancio. Al pasar a ser dueño absoluto, resolvió realizar ante todo su mayor deseo: la reconstitución del paganismo. En las primeras semanas de su exaltación, publicó un edicto al respecto. Este edicto no fue una sorpresa para nadie. Todos conocían la inclinación de Juliano hacia el paganismo. La alegría de los paganos fue inmensa; para ellos, la restauración de su religión, no sólo significaba la libertad, sino la victoria. El edicto de Juliano no se aplicó de la misma manera en todas las partes del Imperio, ya que en la occidental había muchos más paganos que en la oriental. Ahora aquí, poco a poco se nos está practicando una política anticristiana, para obtener la supresión del cristianismo, bajo los eufemismo de laico o laicidad, ¡qué más da! si todos no son más que señuelos para que entremos al trapo. La aplicación de las órdenes y decretos de este gobierno, que tenemos que soportar, es igual a las medidas que en su día, tomó Juliano el Apóstata, para aplicar sus edicto y decretos, bajo una teórica y sutil proclamación de libertad de cultos. Lo cierto es que la proclamada libertad de culto y religión tenía un fin último muy claro: la erradicación del cristianismo. Al querer restaurar el paganismo, Juliano comprendía la imposibilidad de hacerlo revivir bajo sus formas antiguas, puramente externas. Era preciso reorganizarlo y mejorarlo, a fin de crear una fuerza capaz de entrar en lucha contra la Iglesia cristiana. Para ello, el emperador decidió tomar de la propia organización cristiana, que conocía bien, algunos de sus rasgos. Organizó, pues, el clero pagano sobre el modelo de la jerarquía de la Iglesia cristiana. El interior de los templos paganos se adornó a imitación de los cristianos. En los templos debían celebrarse reuniones donde se leería el evangelio de la sapiencia helenística, de modo análogo a las prédicas cristianas. Aquí y ahora ya hemos comenzado por leer el Código civil en los matrimonios y ahora ridículamente a los niños bautizados civilmente. En Roma, las faltas a los deberes religiosos paganos, eran sancionadas con privación de las comunicaciones religiosas, penitencia, y otros medios. Todavía no hemos llegado a esta situación, pero no por falta de ganas de los que nos gobiernan. En una palabra, para reanimar, adaptar y revivificar el paganismo restaurado, Juliano se volvió a la fuente que aborrecía con todas las fuerzas de su alma. ¿Acaso no es esto lo que hace este gobierno? El golpe más sensible, Juliano lo asestó al cristianismo con la reforma de la enseñanza. Hay que reconocer que los gobernantes progres que ahora sufrimos en España, no han inventado nada nuevo. El primer edicto al respecto, versó sobre el nombramiento de profesores en las ciudades principales del Imperio. Los candidatos debían ser elegidos por las ciudades, pero la ratificación correspondía al emperador, que podía así rechazar los profesores que no quisiera. Antes, el nombramiento de profesores correspondía sólo a las ciudades. Más importante es el segundo edicto, que se ha conservado en las cartas de Juliano: “Todos los que se consagren a la enseñanza, dice el edicto, deben de ser de buena conducta y no tener en su corazón opiniones contrarias a las del Estado”. Algunos suponen, fundándose en las indicaciones de los escritores cristianos, que Juliano publicó un nuevo edicto que prohibía a los cristianos, no sólo la enseñanza, sino también el estudio en las escuelas públicas. Así, San Agustín, escribe: “Juliano, que prohibió a los cristianos la enseñanza y el estudio de las artes liberales, ¿no persiguió a la Iglesia?”. Juliano falleció el 26 de junio del 363 a medianoche, contaba 32 años. La muerte de Juliano fue acogida por los cristianos con alegría. Con el nuevo emperador Joviano, cristiano convencido y católico niceísta, fue restaurado el cristianismo. Esperemos que el Señor, se compadezca de nosotros y nos envíe un nuevo Joviano, pero pronto, por favor Señor, pues buena falta nos está haciendo. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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