Martes, 16 de abril de 2024

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Jóvenes chinos dan testimonio de su fe

Jóvenes chinos dan testimonio de su fe

por Juan García Inza

 
Hace unas semanas tuve la oportunidad de convivir durante unos dias con un joven sacerdote chino en un retiro espiitual. Casi no hablamos por dos motivos: estábamos en retiro silencioso, y los porque los chinos hablan poco. Lo ví tomar notas durante las charlas con su “endiablada”, o bella, según se vea, escritura china. Hablé con él dos palabras. Las suficientes para saber que él no puede volver a China como sacerdote, y debe llevar mucho cuidado con las declaraciones que hace. Por ese motivo no me aceptó una entrevista para nuestra página, aunque sí me prometió enviarme algunas respuestas a las preguntas que le formulé por escrito. Espero que me las escriba en “cristiano”.
 
            Me encuentro, mientras tanto, con este relato que nos puede acercar a la realidad de los católicos en China. Jóvenes valientes que lo arriesgan todo por vivir su fe. Lo ofrezco a los lectores tal y como me ha llegado:   
 
Estamos en el corazón de China, a 10 grados bajo cero pero con el corazón en ascuas. Más de 200 jóvenes, mayoría campesinos y trabajadores, cristianos todos ellos, esperan la llegada del equipo juvenil que viene a darles un retiro/campamento. Las reuniones al aire libre… siempre bajo cero… y el hospedaje en las sencillas familias de la aldea.
La historia que te voy a contar tuvo lugar entre el 8 y el 12 de Febrero, 2010. Voy a dejar que te la cuente Susana, una mujer laica profesional que trabaja con nosotros como editora de nuestra biblia en chino. Susana, una convertida al cristianismo, ha estudiado ciencias bíblicas y por su escritorio pasan los manuscritos de la edición nueva de la biblia en chino que estamos preparando. Pero su temple apostólico la ha llevado esta semana pasada al interior de China, juntamente con un equipo de jóvenes, a compartir la fe con otros jóvenes chinos.

Pero antes te cuento: Han estado en unas aldeas cerca de Shijiazhuang (10 millones de habitantes) la capital de la Provincia de Hebei. Aquí tienes el mapa de China y algunos datos para que te ubiques.

La historia de este lugar es antiquísima. Las llanuras de Hebei fueron el hogar del Hombre de Pekín, un grupo de Homo erectus que vivieron en la zona hace entre 700.000 y 200.000 años. También se han encontrado restos mucho más antiguos, de hace más de dos millones de años, en el yacimiento de Nihewan. Tiene una extensión de 190.000 kilómetros, o sea un poco más grande que la Provincia de Córdoba. Y una población de 70 millones de habitantes. Si calculamos que en China hay 13 millones de católicos (1% de la población), la Provincia de Hebei cuenta con una cuarta parte de ellos. En esta época del año la temperatura oscila entre 17 a -2 grados ¡bajo cero!

El 14 de Febrero de este año marcó el Año Nuevo Chino y en esta ocasión millones de trabajadores migrantes regresan a sus familias. Es la fiesta más importante en China y el centro de estas fiestas son las reuniones familiares, por eso los trabajadores regresan a sus casas, muchos una sola vez al año. Millones de trabajadores chinos dejan sus aldeas rurales para trabajar en las ciudades más grandes como Beijing, Shanghai, Shenzhen, etc. Y son estos trabajadores los que regresan a sus familias para celebrar el Año Nuevo Chino y regresar luego a sus trabajos unas semanas más tarde. Se calcula que este año se han movilizado más de 150 millones de trabajadores migrantes.


¿Por qué un campamento en la época más cruda del invierno? Pues porque los jóvenes cristianos que trabajan repartidos por el país, han regresado a sus familias. Y uno de estos rincones se dirige nuestro grupo misionero juvenil.

Ahora sí, dejo que Susana te cuente su experiencia:

Nuestro equipo se puso en marcha, hacia el crudo invierno, 1700 klms al norte de nuestra ciudad. Llevábamos guitarras, tambores, naipes, medallas, apuntes, juegos, canciones y una imagen de la Virgen pues íbamos bajo su guía y protección.

La parroquia donde nos dirigimos organizó un grupo de unos 200 jóvenes, entre 16 y 22 años. Católicos de tercera generación, gente de aldeas, muchos que abandonaron la escuela y sin terminar el secundario tuvieron que ir a trabajar a lugares lejanos; sus padres mayoría campesinos pobres.

El clima fue terriblemente frío. Parece que los jóvenes están acostumbrados… no así nosotros. Contentos de vernos, allí estaban llegando son sus mochilas al hombro, con una manta para dormir en el suelo en familias que prestaban albergue durante el retiro/campamento. Enseguida entraron en confianza, llenos de energía se unieron a los cantos, juegos y bailes como cualquier joven del mundo. Para sorpresa nuestra, desde el primer día se encargaron de las oraciones de la mañana y de la noche y del rezo del Rosario. Una vida de oración profunda fue el soporte y consuelo de estos católicos chinos durante años muy difíciles y una tradición firme que padres y abuelos supieron transmitir.
Compartimos con ellos temas como el sentido de la vida, el amor de Dios, la relación con Jesús, la Palabra de Dios, Eucaristía, devoción a María, y un plan de vida. Todas las noches tuvimos adoración nocturna, por grupos, durante toda la noche: fue ahí donde el mensaje caló más hondo: en silencio y con el corazón abierto para encontrarse con Jesús. No les importó levantarse a medianoche, por grupos, y caminar bajo la nieve para la adoración nocturna. Amor y perseverancia es lo que mantiene la fe sencilla de esta gente en medio de un mundo descreído y lleno te tentaciones. Saben lo elemental de la fe, pero ansían por crecer espiritualmente para poder enfrentar una sociedad materialista y atea.

En realidad fueron ellos los que nos evangelizaron, mostrándonos el poder del Evangelio que los impulsaba. Un joven dio su testimonio: era no creyente, paralizado, pero Dios le curó y lo trajo a la fe, a la vida normal y lo devolvió a su familia. Con ellos compartimos nuestra manera de vivir y practicar la fe, compartimos nuestros retos y nuestras ganas de caminar junto con ellos en la aventura de la fe y el compromiso cristiano.

Todo esto fue posible por el trabajo de los parroquianos que fueron los que, desde su pobreza, prepararon este encuentro: comidas, transporte de aldea en aldea, lugar para dormir en las humildes casas de los cristianos de la zona. Ya se imaginan que cocinar para 200 personas, a la intemperie, con temperatura bajo cero… no es nada agradable. Cuando llagábamos a la iglesia a las 6:45 hs para la oración nuestros viejos parroquianos ya tenían preparado el desayuno fuera de la iglesia: un poco de pan y sopa caliente. De esta forma expresaban esta generación mayor un profundo amor en acción y con muy pocas palabras. Allí estaban, dispuestos a sacrificarse, con humildad, y abiertos a la novedad del Evangelio conscientes de sus limitaciones para dar una formación sólida a la juventud. Se pasaron los días dándonos las gracias… fuimos nosotros los agradecidos por su sonrisa durante nuestras charlas y la participación en los juegos, canciones y liturgia.


Hablamos de cómo ser evangelizadores allí donde ellos viven y trabajan. Dan testimonio de su fe cuando llevan bien puesto el crucifijo como identidad cristiana, cuando rezan y cuando son discriminados por su fe por gente que piensa de otra manera. El sacerdote encargado de estas aldeas es muy activo y un gran apóstol: anima mucho a estos jóvenes para que den testimonio de su fe. Su parroquia es muy activa y el número de creyentes va en aumento. A los jóvenes les dice que no oculten su identidad de cristianos; que se excusen del trabajo los domingos para atender a la Santa Misa. Otro sacerdote les habló de que estén abiertos a la vocación sacerdotal. Hablaba con pasión y su mensaje caló hondo en estos jóvenes. Es una gracia contar con estos sacerdotes tan apostólicos en esta área.

Nuestro trabajo fue sembrar; Dios hará el resto. Les pedimos a estos jóvenes que formaran grupos de oración y reflexión, ayudados por los sacerdotes. Para continuar en contacto tenemos el QQ (un programa de enviar mensajes) y así seguimos compartiendo y apoyándolos.

Rezando y cantando en un clima helado fue excepcional: veíamos cómo nuestras palabras y canciones subían—literalmente—al cielo. Y al mismo tiempo, la nieve caía sobre nosotros como regalo y gracia del Dios que nos quiere tanto.
Bien vale la pena rezar un poco por aquellos hermanos nuestros que lo tienen más difícil que nosotros.
 
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