Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

La Iglesia como hospital de campaña


Solo buscan una apropiación de la palabra del Papa, una instrumentalización para llevar el agua a su molino, que no es otro que el de la desacralización de la misión de la Iglesia, su mundialización.

por Josep Miró i Ardèvol

Opinión

El Papa Francisco acostumbra a utilizar imágenes dotadas de un potente sentido descriptivo para dirigirse a las gentes. Una de ellas y que ha cobrado fortuna -lo que constata su acierto- es la de la Iglesia como hospital de campaña: es decir, como lugar de acogida de todo aquel que está herido en cuerpo o en espíritu, en lo material y lo espiritual. Es una forma bien actualizada de expresar una de las misiones centrales de la Iglesia, la del amor al prójimo que, como escribió Santiago en su epístola, necesita de las obras para verificarse, porque la fe sin ellas, poco significa.

Pero se han evidenciado interpretaciones sobre el concepto de hospital de campaña que traicionan la idea que la preside. En realidad, solo buscan una apropiación de la palabra del Papa, una instrumentalización para llevar el agua a su molino, que no es otro que el de la desacralización de la misión de la Iglesia, su mundialización. La Iglesia entendida solo o principalmente como una gran ONG. Francisco ha reiterado en más de una ocasión precisamente lo contrario: la Iglesia no es una ONG, pero por lo visto tienen oído selectivo. Además, esta deformación posee un alcance negativo sobre los parroquianos de buena fe. Unos, porque acaban comprando esa interpretación, otros porque creen equivocadamente que es el Papa quien está detrás de ella. El párroco es determinante para que prospere la verdad, o el gato por liebre.

En Juan 5,1 la curación del hombre de la piscina de Betesda, y más en concreto en 5,14, cuando Jesús vuelve a encontrar al paralítico curado en el templo, le dice: Ahora estás curado, vete y no peques más, que no te pasen cosas peores. La imagen es también muy clara. Jesús cura, pero al mismo tiempo le señala que debe rectificar su vida para no incurrir más en pecado. Es una escena que se repite en otros momentos evangélicos, como el de la mujer pecadora, en términos casi idénticos. No se trata solo de curar sino también, todo seguido, de dar a conocer que debe evitarse el pecado, más si es este el que ha conducido al daño que se sufre, o el tal daño hace vivir en la ruptura con Dios. Pero ¿cómo es esto posible si no se da el anuncio de la Buena Nueva, de la Palabra y vida de Jesús? No es posible.

La línea es clara, no basta con ayudar materialmente, es necesario también ayudar al conocimiento de la vía de la salvación.

Cuando no se obra así, cuando se reduce la solidaridad amorosa de la Iglesia a una mentalidad de ONG, se producen diversas rupturas con el mandato de Dios. La primera: el mandato de evangelizar; la última: de sus advertencias antes de su Ascensión. Pero también se acentúa la contradicción de paliar en muchos casos las consecuencias del mal sin abordar sus causas, lo que, a la corta o a la larga, entraña complicidad. Una acción eclesial aliada objetiva del mal sería un contrasentido brutal.

Hospital de campaña para paliar el sufrimiento humano, el material derivado de la privación de la satisfacción de las necesidades básicas, y espiritual surgido de otra privación terrible: la de Jesucristo.

Publicado en Forum Libertas.
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