Miércoles, 17 de abril de 2024

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Hospital celestial de almas

por Juan del Carmelo

Escribo esta glosa el día de San Lorenzo. Y como quiera que ahora tengo una serie de glosas ya escritas y preparadas para publicarse antes que esta, posiblemente a esta, no le toque el turno de su publicación aunque yo la pase por delante de otras, hasta mediados de este mes de agosto. En el día de hoy, 10 de agosto, está vigente en su publicación la glosa titulada “Farmacia celestial”, que en cierto modo es el antecedente de la presente, y cuya lectura recomiendo al que no la haya leído y naturalmente tenga interés en el tema.

 

En la glosa “Farmacia celestial”, terminaba esta glosa diciendo: “Me hubiese gustado prolongar más mi sueño, pero vi claramente que había tenido este sueño para que me diese cuenta, de que es más necesario cuidar la sanidad del alma que la del cuerpo y que la docilidad que tengamos en seguir las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, es la garantía de un alma sana y creciendo en santidad”. Y es el caso, que cuando menos lo esperaba, mi mente, mi subconsciente, o mi deseo de servir al Señor con todas mis fuerzas o que se yo quien y porqué, tuve otro sueño. Desde luego que como nada nos ocurre, que el Señor no quiera que nos ocurra, es su voluntad la que me ha permitido tener un nuevo sueño, reincidiendo sobre este tema de la salud del alma.

 

Estoy seguro que más de uno de mis lectores, soñando han tenido la sensación de volar, de encontrarse fuera de su cuerpo, es una extraña sensación de libertad, en la que uno, en muy pequeñas dosis, experimenta esas ansiadas cualidades que los teólogos les atribuyen a un cuerpo glorioso y se siente plenamente feliz. Las cuatro propiedades tradicionales de un cuerpo glorioso, son: Impasibilidad, ya que no sufren dolores ni muerte. Agilidad, para ir donde el alma desee. Sutileza, para ser capaces de atravesar cuerpos materiales. Claridad, porque el cuerpo glorioso es brillantes, con una belleza radiante de esplendor que variará según la santidad que cada uno alcanzó en esta vida. Si alguien desea saber más sobre este tema puede revisar la glosa “Cualidades de un cuerpo glorioso”, publicada el 24 de agosto de 2009.

 

Yo he llegado a pensar, que esta clase de sueños, es una especie de consolación gozosa, que el Señor quiere otorgar a determinadas almas. Me he molestado en hacer una pequeña indagación sobre esta afirmación que escribo, y he encontrado que son más de una, diría que son bastantes, las almas que viviendo en gracia de Dios, han experimentado en sus sueños estas sensaciones. Por otro lado, no hemos de olvidar que el Señor reiteradamente se ha valido del sueño de las personas, para hablar a sus criaturas, transmitiéndoles ideas y mensajes. Tanto el A.T. como el Nuevo están ambos llenos de ejemplos al respecto. Así en el A.T. la mayoría de las revelaciones que el Señor hacia a sus profetas, era siempre por medio de sueños, y en el N.T. tenemos sin ir más lejos los sueños que tuvo San José para que aceptase el embarazo de Nuestra Señora, o la precipitada huída a Egipto, y más tarde la vuelta de Egipto a Nazareth, una vez que Herodes había fenecido. Dios me libre de afirmar que lo que escribo es oráculo del Señor, pero lo que sí es cierto, es que Él me ha permitido soñar lo que voy a contar.

 

Pues bien, dicho lo anterior, mi sueño comenzó encontrándome ante un gran edificio acompañado de mi ángel de la guarda, al cual le pregunté que contenía ese edificio y el me respondió: Es el “Hospital celestial de almas”, donde los ángeles de la guarda acudimos para tratar de curar las almas de nuestros protegidos, cuando los fármacos que obtenemos de la “Farmacia celestial”, no producen la curación deseada y hay que intervenir más profundamente o practicar una operación quirúrgica. Me quedé perplejo acerca de cómo se podía intervenir quirúrgicamente un alma, pues en mi cabeza solo cabía la idea de que las intervenciones quirúrgicas eran solo, sobre los cuerpo, así que decididamente en mi afán, más de curiosear que de aprender, le respondí a mi ángel: Podríamos entrar y hablar con alguien que nos informe del cometido de este hospital. Mi ángel me respondió: Desde luego que si, además ten en cuenta que aquí ni hay controles ni servicios de  seguridad y se puede circular libremente y hablar con quien desees. Entonces yéndome a la cabeza, le respondí: A mí, a quien me gustaría entrevistar, es al director general, que vista la magnitud imponente de todo esto, debe de ser un ángel muy importante. Lo es, me respondió mi ángel y tú que escribes y conoces la clasificación jerárquica de los ángeles, te va a sonar su nombre: Es el Arcángel San Rafael. ¡Hombre!, exclamé yo: Medicina de Dios. Eso es, me apostillo mi ángel.     

 

De pronto me encontré dentro del edificio delante del Arcángel San Rafael, que fue quien acompañó al joven Tobías en la búsqueda de su esposa (Tb 3,17) y él mismo fue el que me recibió,  amablemente; Este arcángel, era un ángel con aire bonachón y con una cierta sonrisa contagiosa. Su cara como la de todos los ángeles, incluida la del mío, rebosaba felicidad y amor. Su figura como también la de todos ellos era luminosa, con una luz de una tremenda fuerza lumínica pero que no deslumbraba, era una luz bella y rara, se diría que de ella emanaba amor. Pensé en la luz tabórica del Thabor, pero enseguida caí en la cuenta de que la luz que todos estos ángeles reflejaban, era la emanaba del rostro que siempre estaban contemplando, la luz del Señor. Recordé entonces el pasaje del Éxodo que dice: “Siempre que Moisés se presentaba delante de Yahvéh para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía, y al salir decía a los israelitas lo que Yahvéh había ordenado. Los israelitas veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su rostro hasta que entraba a hablar con Yahvéh”. (Ex 34,33-34). Su figura, la del arcángel San Rafael, me dio la impresión de que de ella emanaba más autoridad, aunque curiosamente esta autoridad se apoyaba solo en un mayor amor más grande al Señor, lo que le hacía ser más importante en su jerarquía, que la de los ángeles que pululaban por allí. Es como si la jerarquía emanase del amor, lo cual mirándolo fríamente es lo lógico, pues me encontraba aunque fuese en sueños en el Reino del amor, que el Reino de Cristo. Cosa inversa, pensé ocurre en el infierno con los demonios, donde si existe jerarquía entre ellos y las almas humanas reprobadas, pero es una jerarquía de odio, de la antítesis del lo que es el amor.

 

San Rafael, tomó la palabra y antes de yo comenzase a preguntarle nada a él, me dijo: Mira respondiendo a tus preguntas y eso que yo todavía no había dicho cuales eran mis preguntas, ni esta boca es mía, pero él me dijo: El alma humana, como tú ya has escrito muchas veces, en parte, se asemeja al cuerpo en cuanto ella también tiene sentidos, sobre los cuales te has hinchado de hablar de ellos, en especial, de los ojos del alma. Además, hay que considerar, que el alma y en muchas de sus actuaciones se apoya en los órganos corporales. A todo esto yo continuaba con la boca cerrada escuchando atentamente. San Rafael continuaba hablándome y me decía: En el cuerpo humano para su curación material los doctores tienen muy en cuenta el estado de la sangre del paciente y lo primero que hacen es que se le haga a este, un análisis de sangre, para ver su estado y a través de él, saber cómo se encuentran de salud los órganos principales del cuerpo. Esencialmente los dos más delicados, a este respecto que son el corazón y el cerebro. Pues bien, aquí también para nosotros la importancia que tiene la sangre su estado y circulación en el cuerpo material, en el alma humana lo tiene el amor, porque en el alma humana el amor es la sangre que vivifica el espíritu de la misma forma que en el cuerpo humano, este se vivifica por la circulación sanguínea. La sangre da vida al cuerpo y el amor da vida al alma. Aquí el alma del paciente que nos trae su ángel de la guarda, cuando llega, el primer análisis que se le hace es el estado de su amor, su cuantía, su pureza y sobre todo, como circula por su alma para proyectarse primeramente hacia el Señor, y después a los demás pero siempre todo en función del supremo amor que se le debe al Señor, y no por ridículas justificaciones, como las que se usan en la filantropía, como puede ser el amor a la humanidad. Solo hay un amor verdadero que es el amor de Dios, y una única fuente generadora de amor que es la de Dios, lo que vosotros llamáis amor es solo un pobre e imperfecto reflejo del amor que emana de Dios., cuando no está contaminado por el pecado, como desgraciadamente muchas veces os ocurre a vosotros.

 

Continuo San Rafael, hablando y a mí lo que más me asombraba, era que todavía no había abierto mi boca y no solo me respondía a las preguntas que yo le pensaba hacer sino también a las posible objeciones que nunca tuve necesidad de exponerle, era algo maravilloso oírle hablar, como se encajaban todas sus manifestaciones, como las piezas de un complicado rompecabezas. Y continúo diciéndome: Las operaciones quirúrgicas que aquí se realizan son varias, pero las dos más fundamentales, se refieren al corazón y a la cabeza. En las del corazón, nos referimos naturalmente al corazón del alma, a la parte más íntima del ser humano, tratamos quirúrgicamente de ensanchar los corazones mezquinos y apegados a los bienes materiales que el mundo les ofrece, para que se limpie el corazón del operado y puede el Señor ocupar en ese corazón, el sitio que le corresponde. Se opera en el corazón de muchos que se creen que son creyentes, pero viven paganamente, aunque cumplan con el precepto dominical. En cuanto a las operaciones en la cabeza, estas más van dirigidas a los que descaradamente no son creyentes, e incluso alardean de su ateísmo. El problema aquí es la extirpación del tumor que tienen en el cerebro de su alma,  y que con el paso del tiempo han ido ellos alimentando su crecimiento, con lecturas y ambiciones malsanas, muchas de ellas estimuladas por el afán de ganar dinero fácil mediante la política. Estos tumores espirituales, les bloquean en su deseo innato que todo hombre justo tiene de amar al Señor.

 

Iba a preguntarle que otras intervenciones quirúrgicas se hacían y antes de decir algo, San Rafael me dijo: Es muy importante para nosotros, el intervenir en lesiones de cancerosas. Así como la sangre corporal tiene el cáncer de leucemia, que destruye la sangre, el amor también es atacado por un cáncer peligroso…. Y cuando quería enterarme de las lesiones que produce el cáncer que ataca al amor del alma a su Creador, desgraciadamente mi despertador sonó. Si Dios dispuso que soñase lo que soné, es indudable que me dejó con la miel en los labios, quizás más adelante quiera que por sueño o por mera imaginación o deducción meditativa mía, comprenda con amplitud, cual es el cáncer que ataca al amor espiritual, cuáles son sus consecuencias y cual es el remedio. Aunque pensándolo bien,  no hay que ser un lince para saber que el gran remedio a todo mal espiritual, está en la oración, en no olvidar aquellas palabras del Señor, cuando nos recomendó: “…, conviene orar perseverantemente y no desfallecer”. (Lc 18, 1). Ya que como escribe el maestro Jean Lafrance, en aquel que ora con perseverancia: “Su oración se parece al chorro incesante de una fuente que se alimenta en las profundidades misteriosas del corazón”.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

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